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CARTA AL DIRECTOR / Los machadianos

Ángel Coronado se declara en esta carta al director como "machadiano", al hilo de la polémica del expediente urbanístico del Cerro de los Moros y la posición del Ayuntamiento de Soria.

CARTA AL DIRECTOR / Los machadianos

Me declaro machadiano. Debo decirlo así para entendernos. De ser posible, y para entendernos mejor, lo diría de otra manera. Porque durmiendo dejo de serlo. Comiendo (de merienda algo más o no tanto) también, pero tomando un algo, con una cerveza y una patata frita me basta para mutar, y de poder hacerlo en Madrid, esto es, con libertad de esa, mejor que mejor, resucito mejor en eso a lo que llamo de mala gana machadismo. Y si digo machadiano mejorando la presente y bebiendo la cervecita y disfrutando, sí, disfrutando de libertad como si libertad fuese un sombrero puesto encima de la cabeza, es porque no encuentro una palabra menos mala. Y ya en ello, integrado en el reino de la poesía y de lleno con Mairena, dejo en paz a Don Antonio y de Abel Marín ni me acuerdo, que de venir a mi encuentro no lo miro. Porque Abel está siempre al fondo. Tanto así, que ni dormido me deja, aunque sin darme cuenta, o guardando mi sueño como ángel de la guarda, duermo a pierna suelta.

Esto ha salido sin querer en clave de confesión, porque no es confesarme lo que quiero. Quiero escribir un artículo para el Mirón. Porque he leído en El Mirón que se nos quiere devolver, supongo que a los machadianos (santo Dios, otra palabra imposible. No encuentro ninguna menos mala), ¡que se nos quiere devolver a Don Antonio, a Don Antonio Machado!, ¡¡a nosotros!!, ¡¡¡los machadianos!!!

Sí. Queremos devolverlo tal como lo encontramos, pero repuesto. Casi repuesto, convaleciente de un envenenamiento. Casi entero. Como antes.

¡¡¡Venga ya!!!  ¿Casi entero? ¿Cómo antes? ¿Cómo antes de qué?

Como antes de lo del Cerro. Algo pálido y sin sombrero. Aun así, queremos traerlo a ustedes ya mismo. Trabajo nos está costando, pero ya lo tenemos. Lo estamos peinando, lavando, y con algo de maquillaje que le hace falta, ya lo tenemos. Y lo vamos a sacar de paseo al jardín de los consejos sectoriales y comisiones de nuestro Ayuntamiento para que, tomando el aire, lo vean ustedes. No habla todavía, pero nosotros lo haremos por él. Dice que ya no se marea y que se siente mejor, pero nos lo dice a nosotros, en privado, no sea que lo envenenen de nuevo. Dosis masivas de antídotos contra una sustancia letal que casi se lo lleva, pero estamos satisfechos de nuestros cuidados y enérgico tratamiento. La ciencia de hoy en día lo puede casi todo. Nuestro equipo de expertos es formidable. Estamos satisfechos y queremos que ustedes, los machadianos, también lo estén. ¡Ya volvemos a tener a Don Antonio entre nosotros!

Hay un mago que se llama Tamarit con el que niños y viejos disfrutamos. Hace tiempo que no le veo, pero recuerdo que terminaba sus magias con tatachín, tatachín. Tatachín me viene a la frente ahora, pero no del simpático Tamarit con su gracia, sino de otra parte y como una pedrada en la nuca. Nunca jamás he sido tan machadiano como ahora, justo el día en que nos dicen que ya está el poeta de vuelta, que se nos devuelve. Dios, ya digo, como una pedrada, sobre todo así, entre tatachines de babosa no sé qué.

El Ayuntamiento imita entonces, melodioso, el son de Tamarit (yo que el mago lo denunciaba por plagio), pero sin banda de viento al viento. Es una especie de pregón, el clásico ¡de orden, del Sr. alcalde...!

Ahora, esto se nota, entro de lleno en clave de confesión. Esto no es un artículo. Es una confesión, una carta, un derecho humano, es poner en práctica el derecho humano a dar un grito. Confieso que no quiero gritar sino aullar. Y aúllo esto (en realidad es Abel Martín el que aúlla, allá en el fondo, tranquilo él, pero aúlla):

Que nadie se alarme, dice. Es natural, es bueno, es saludable que si quitas devuelvas. Entiendo que me quite quien me pone, como si yo no fuese nadie, como si todo el mundo fuese bobo, como si quita que te pongo, vete que te traigo, como si yo no estuviese aquí para decirle a quien quiera menearme que se vaya meneando a otro/a lo que quiera, que también lo entiendo y que nadie piense mal.

Aúllo que Abel Marín aullaría eso, pero en realidad somos los machadianos (vaya palabra, y aún las hay peores. Ahora recuerdo al inefable M. Rajoy que, refiriéndose al poeta, le llamaba “Machao”. M. Rajoy debe ser Machaoísta, que vaya palabra también. En todo caso Antonio Machao no es el nuestro), somos nosotros, los machadianos (con perdón), los que aullamos.

Y Abel Marín apostillaba (según dice alguien machadiano de cuyo nombre no me acuerdo), que aullar es bueno, se aúlle lo que se aúlle. Ejercita los pulmones y oxigena la sangre, que a fin de cuentas es lo que la sangre de pandemia necesita. Al virus incomoda tanto, si no más, que vacuna y mascarilla juntas.

Fdo: Ángel Coronado

 

 

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