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CARTA AL DIRECTOR/ De nuevo la jerga

Ángel Coronado incide en esta carta al director en el devenir que ha sufrido el lenguaje hasta distorsionarse en la política, con el objetivo de confundir, ocultar y engañar sin tasa ni medida. Con el lenguaje político se llega a justificar cualquier postura.

CARTA AL DIRECTOR/ De nuevo la jerga

Leo en “Público”, prensa digital (16/12/2020), un artículo que se articula, y a ver qué otra cosa puede hacer un artículo sino articularse, en una viñeta del inolvidable Forges. Dos señores forgianos hablan. Uno, el que fuma puro, dice: “Puedo jurarle que a pesar de las limitaciones caucístico-legales existentes yo siempre le llamo al pan, zusf, y al vino, frolo.”

Articulado así, Juan Manuel Beltrán, su autor, comenta sobre la jerga lo que sigue:

Desde entonces hasta ahora, el proceso [el proceso de retorcer el lenguaje] se ha consolidado y el lenguaje ha devenido en una herramienta que se retuerce, fuerza y distorsiona en la política con el prioritario objetivo de confundir, ocultar y engañar sin tasa y sin medida. La ciudadanía no castiga esos usos y el lenguaje político se ha convertido en una especie de nebulosa conceptual siempre correcta con la que justificar cualquier postura, sea ésta la que se quiera manejar en cada momento.”

Absolutamente de acuerdo con Beltrán. Así, la ciudadanía, aparte de ser confundida y engañada, o más bien a cuenta de ello, deja de beber frolo y no come zusf. Esta es, sin duda, uno de los efectos de la jerga, pero dista de ser el único. Y es eso precisamente lo malo, por no decir lo peor.

Un efecto pernicioso aparte del apuntado es coexistente necesario del mismo. Digo coexistente porque se trata de un efecto doble. Tan efecto es el desconcierto, engaño y desconsideración hacia quienes no están en la jerga como el concierto de quienes lo están. Y esto es fundamentalmente grave, porque una de las propiedades más ilustres de la lengua es la de no ser de quien la usa sino de la totalidad del universo que lo hace, aunque también, con todos, es del practicante. La palabra no es tuya ni de la parte de los tuyos que tu voluntad pueda elegir, sino de todos los elegidos, entre los cuales estás, y contigo todos.

¿Elegidos por quién?

Buena pregunta. Elegidos por nadie en particular. Algunos dicen que por el Destino, otros que por la Historia, pero con certeza nadie lo sabe. Es así. Como decía Machado: la primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido. Parafraseando a Machado diremos que la tradición ha llegado, nadie sabe qué ha pasado. Lo que todo el mundo sabe o debería saber es que lengua y habla nunca son ni pueden ser el resultado de una elección personal privada. Justo lo contrario de lo que define a la jerga.

Y ahora voy a decir algo que puede parecer extraño, inadecuado, superficial. Puede que lo sea, pero lo que intento es claridad didáctica más que justa definición. Recurro, por analogía, aquello que rechazo por dificultad. La diosa comodidad gana una vez más. De la misma forma que en una comunidad de vecinos (y en otras muchas clases de comunidades o cooperativas también) hay dos niveles de propiedad (el exclusivo y el comunitario), en esa facultad expresiva de que disfruta el ser humano para entenderse (y desentenderse también, recordaremos ahora la torre de Babel), ocurre puntualmente lo mismo. La propia facultad a la que aludimos lo expresa mediante dos voces diferentes; la lengua y el habla. El lugar de la Lengua es el lugar de lo común, mientras que lo propio, lo individual y exclusivo, es el lugar del habla. Lo primero es tangible. Lo segundo no. Es la eterna disyunción entre cosa e idea, palabra y sentido, cuerpo y alma, esa disyunción o distinción siempre posible pero también, y al tiempo, compuesta por esos dos términos irreductibles, por ese par de oposición siempre resistente a cualquier intento de integridad, aislamiento y completud.

Y para no alargar esto en exceso, que se puede y tanto como se quiera o más, por mi cuenta y riesgo afirmo que a la lengua de todos asiste la gramática, ortografía y resto de reglas y normas bajo el control de la Real Academia de la Lengua, incluso de sus sillones, y al habla personal y propia de cada uno se apunta esa forma especial de pronunciar tan propia de cada cual, la intensidad de nuestro tono y timbre de voz, la elocuencia, tartamudez, el arte, habilidad o destreza expresiva… Somos habla. Cada uno, individualmente es habla, pero todos tenemos la norma y el modelo que la regula.

El practicante de la jerga, y en esto ponemos, por ahora, punto final, ha privatizado para sí parte de lo común. Se ha quedado con un ascensor, un tramo de la escalera, un metro del pasillo, un rincón del mismo portal. Por lo demás, y a cuestas con su jerga, siempre acompañada de su nocturnidad y alevosía, le acompañará también lo propio de su habla, siempre será tartamudo si lo era, pico de oro en cualquier lugar.

Fdo: Ángel Coronado

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