TRIBUNA / Nuestras murallas
Ángel Coronado reflexiona en este artículo de opinión sobre el valor histórico y patrimonial de las murallas en Soria. Y el desprecio a la historia del Ayuntamiento capitalino.
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TRIBUNA / Nuestras murallas
Desconozco en detalle el dispositivo legal que garantiza la prioridad de salvar los posibles vestigios arqueológicos en virtud de un supuesto valor histórico ante la inevitable destrucción o deterioro de los mismos por cualquier obra ajena a dicho interés o valor. En principio supongo que, pese a la siempre posible existencia de algún resto de interés arqueológico, no sea preceptiva ningún tipo de prospección preventiva o protocolo universalmente establecida o legalmente necesario.
Otro caso es el del lugar que, por la circunstancia que fuere, delata la posible existencia de restos a valorar. Tal es el caso de las llamadas “trincheras de fundación” de antiguas fábricas o murallas. Su interés se basa en que los restos cerámicos que acompañan a los áridos de relleno que se utilizan en las trincheras de fundación de una muralla para nivelar el terreno una vez ejecutada la obra, son muestras esenciales para determinar su fecha de construcción. De ahí la indicación hecha por el jefe de la sección de Cultura y Patrimonio de la junta de Castilla y León, Carlos de la Casa, en el caso de los hallazgos realizados en torno a la muralla de Almazán con motivo de las obras actualmente en curso para su rehabilitación, que afirma la obligatoriedad de estas prospecciones arqueológicas al “estar junto a la muralla” (El Heraldo de Soria del 18 de noviembre de 2018).
Se agradece la noticia, recientemente publicada, acerca del interés arqueológico de ciertos restos aparecidos al pie de la muralla de Almazán. No es éste ni el tiempo ni el lugar de ponderar el valor de los hallazgos, ni podría pretender por mi parte abundar en ello.
Doctores tiene la ley y a ellos me remito puntualmente, lo que no es contrario a la curiosidad que tal tipo de cuestiones me producen dada mi desinteresada colaboración en determinadas y ya bien pasadas excavaciones arqueológicas. Por otra parte, el inexplorado mundo de la cerámica tradicional (esto es, como toda tradición inerme al tiempo, insensible al tiempo aunque víctima del mismo como cualquier cosa), es otro foco de atenta curiosidad que igualmente me atañe. En efecto, en Almazán se producía, allá por el XVIII y el XIX una loza significativamente parecida a otra famosa, aragonesa, bien datada y conocida en sus propios alfares de la localidad de Villafeliche (Zaragoza rayana con Teruel). Y cosa curiosa, tan soriana como la cacharrería de Almazán citaremos la de Tajueco. Y digo cosa curiosa porque Tajueco, así como Almazán mira hacia el este, Tajueco lo hace hacia el oeste, concretamente hacia Aranda de Duero y Peñafiel.
Pero volvamos ahora con las murallas. En Soria, como todo el mundo sabe, está en proceso activo la reconstrucción de su muralla. Es tan febril esta obra que más parece obedecer a la supuesta defensa de alguna temida invasión que al pacífico interés de la ciencia. Es cierto que ningún temor ante cualquier acontecimiento supuestamente agresivo se para en investigaciones científicas, pero también lo es que un desprecio a la ciencia o la historia es historia también, concretamente, la historia de un supuesto temor. Y a eso voy. Puesto que opino al Ayuntamiento de Soria instalado en cierto desprecio a la historia (no sabemos, como en el caso de Almazán, nada de nada de lo que Almazán nos informa acerca de la restauración de sus murallas), lo veo como sobrecogido ante algún temor. Y como no tengo noticias de ninguna invasión sarracena (no creo que se quiera defender de los moros el Cerro de los Moros ni el Mirón ni que por este motivo se mantenga un silencio sepulcral sobre supuestas tácticas militares de defensa), el temor que atenaza a nuestro Ayuntamiento es un buen motivo de investigación histórica reciente, que la historia, señores, comienza en el reloj y como los cangrejos, hace camino hacia atrás.
De algún tiempo a esta parte se le viene achacando al Ayuntamiento de Soria sospechosos silencios, pasividades cómplices, ocultas maniobras y ambiguos gestos. En resumen, flechas que con certera puntería y desde diferentes partes se dirigen infalibles hacia el centro de una diana. Pero no se clavan en ella. Y es que el centro de esa diana está hueco. Nuestro Ayuntamiento está hueco. Parece pintado de negro, pero no. Solo está hueco. Y no solo eso, porque si al otro lado de la diana hubiese luz, el centro de la misma se vería luminoso como una estrella. Pero no. Lo vemos negro. Y esto es lo que, nuestro inefable Rajoy, quería mostrar con la objetividad pasmosa de que un vaso es un vaso: el trasdós de nuestro ayuntamiento es negro. Si fuese luminoso lo veríamos todos como un punto de luz, ya digo, como un lucero brillante y en el centro de la diana. Pero no, lo vemos negro como el sobaco de un grillo, y recordemos con el inefable que un grillo es siempre un grillo. Siempre negro. Siempre negro.
Fdo: Ángel Coronado