Veintiséis pasadores desafían el manto de fuego en San Pedro Manrique
San Pedro Manrique ha revivido un año más la magía de la noche más corta del año, con la celebración de su rito del paso del fuego, en la que veintiséis pasadores, con los pies descalzos, han cruzado el manto de brasas para cumplir con una tradición milenaria.
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La noche del paso del fuego espera en San Pedro Manrique
La tradición ha sido seguida esta madrugada, que coincide con fin de semana, por más de tres mil personas en el anfiteatro de la ermita de la Peña, en San Pedro Manrique, localidad con apenas seiscientos vecinos censados y que quiere seguir manteniendo con orgullo esta tradición y para ello su Ayuntamiento ha iniciado los trámites para conseguir que la UNESCO lo reconozca como patrimonio inmaterial de la Humanidad.
"Es una fiesta única y voy a intentar que sea conocida a nivel internacional", ha declarado el alcalde sampedrano Jesús Hernández.
Como es tradición, el ritual ha comenzado a las doce de la noche y se ha prolongado durante media hora, en la que los pasadores, con los pies descalzos, han contagiado de emocion y adrenalina a los espectadores.
Han sido veintiséis y la mayoría de ellos portando a sus espaldas a algún familiar o amigos, una cifra que supera la de la última edición del paso del fuego y en la que también se han atrevido dos mujeres.
Los pasadores han portado inicialmente a hombros a las tres móndidas Celia, Eli y Ana Belén de las fiestas de San Juan en San Pedro Manrique, tres mujeres sampendranas a las que ha costado elegir a primeros de mayo y que, ataviadas con vestido blanco y un extraño cesto en la cabeza con flores de pan y largas varitas de harina y azafrán (arbujuelo), recuerdan el tributo de las Cien Doncellas tras la derrota musulmana en la cercana Clavijo.
La mayoría de los pasadores han elegido a algún familiar o amigo para pasarle el fuego, un acto considerado todo un honor y privilegio.
La mejor técnica para evitar las quemaduras son pisadas fuertes y rápidas, a ritmo y con la planta del pie plana, lo que, según los entendidos, detiene durante unos instantes la combustión de las brasas de madera de roble.
Los horguneros se han encargado desde media tarde de preparar este manto de fuego, con más de mil kilógramos de leña de roble, y mucho mimo y paciencia para transformar la leña en una alfombra de brasas, de seis metros de longitud y entre diez a quince centímetros de grosor.
Los etnógrafos le han dedicado tiempo al estudio del origen de estas fiestas.
El reconocido Julio Caro Baroja visitó la villa sampedrana en 1950, y lo mismo hizo la investigadora Chesly Baity una década después, para coincidir en que el paso del fuego sampedrano tenía similitudes con el de los Hirpi Sorani de la Italia Clásica y con los pueblos indoeuropeos del sur de la India.
Sea lo que fuere los vecinos de San Pedro Manrique están concienciados para seguir manteniendo esta tradición que hoy, muchos siglos después, tiene a su peor enemigo en la despoblación que afecta a Soria, y especialmente, a Tierras Altas.