TRIBUNA / En 72 horas y a pie juntillas
Ángel Coronado incide en este artículo de opinión en el episodio que está viviendo el ganado trashumante de Tierras Altas, a la espera de una parcela para realizar la cuarentena. Y se adentra en la imaginación de cómo pintaría esta escena.
TRIBUNA / El alcalde de Las Aldehuelas
Ayuda para construir el "refugio" de Sarnago
TRIBUNA / En 72 horas y a pie juntillas
Ya pasaron y aquí no ha pasado nada. Como estamos seguros de que El Mirón tiene hambre de saber lo que pasa con las mil ovejas detenidas en el infierno, porque de haber sabido algo nos lo hubiese servido (hambrientos lectores) y como la realidad es que todos seguimos hambrientos, creo que El Mirón no sabe nada tampoco, al menos hasta este momento, que de lo que pase no respondo sino con fe, que para eso sirve. Estoy seguro. El Mirón tampoco sabe. Lo que me gustaría saber, dicho esto, es lo de las 72 horas, que ya pasaron y aquí, que sepamos, no ha pasado nada.
Estamos seguros de que se van a movilizar todos los traseros de los que se tienen que movilizar por esto de las mil ovejas. De hecho los traseros de las mil ovejas ya se movilizaron. Detrás el trasero de su pastor trashumante y acto seguido los traseros de otros pastores estantes y amigos, que se movilizaron también a su manera y su valla, luego muchos otros traseros se levantarán a su manera también, porque los hechos son tercos como mulas y las manillas del reloj se comen las horas sin posible descanso, de tal manera que nos justifican cumplidamente para decir que estamos seguros de que el ineluctable levantamiento de traseros es igualmente terco, como una mula, y se producirá. Lo único que estamos impacientes y ustedes sabrán perdonarnos porque saben el por qué. Mil ovejas con su pastor en el infierno.
Para entretenernos un poco mientras tanto, les puedo contar el entretiempo al que alguien cedió cuando una calamidad pareja vino a decretar la salida de nuestros primeros padres del paraíso, que no de otra cosa sino del paraíso salen los ganados trashumantes cuando una calamidad (en este caso no pecaminosa sino climática, diferencia que ahora no toca considerar) sobreviene, cuando se trata de salir del paraíso a cuenta de una calamidad, decía, una calamidad que hace salir a los ganados del paraíso buscando otro. Que ahora no toca considerar nada sino este constante trajín buscando paraísos al que respondemos todos los humanos.
El entretenimiento en cuestión al que alguien tuvo el capricho de ceder consistió, según nos cuentan, en imaginar lo que hubiese pasado o pasaría si a nuestros primeros padres les hubiese ocurrido no tener que salir del paraíso y se hubiesen quedado en él para siempre. Y lo hacen de una forma que, además de entretener, resulta curiosa e interesante en extremo. Al menos a nosotros nos lo parece. Lo hace interpretando de una forma novísima el famoso cuadro de El Bosco, museo del Prado, denominado el Jardín de las Delicias, entendiéndose el paraíso como algo celeste puesto aquí, como quien dice, puesto en casa. Y de cogerles esto que decimos de turistas en Lisboa, acérquense al museo de las Janelas Verdes, al cuadro “Las Tentaciones de San Antonio”.
Sirve para lo mismo al del jardín delicioso del Prado. No en vano este cuadro, supongo, se encuentra allí desde que un rey, el rey más poderoso de la tierra por aquél entonces, el conocido rey de la gota, Gotha, por aquél entonces rey de Portugal también, al que nadie, nadie sino los elementos de la naturaleza pudieron vencer la invencible, se llevase para Lisboa bajo el brazo su secreta pasión por El Bosco. Por cierto, al Greco hizo ascos. Curiosa leyenda no negra ni blanca. Curiosa. Solo curiosa. El Greco, a todo esto, peregrinaba, como cualquier pintor de por entonces, al mecenas que fuere. Al Papa de Roma se ofreció para poner en pudor, para “pudorizar” como quien dice, los desnudos de la Sixtina…….
Pero como actualmente no existe pintor alguno capaz de ofrecernos cuadro del ganado trashumante detenido en su búsqueda del paraíso, nos dejamos de cuadros y otras mariconadas ajenas a esto de las 72 horas. No somos ajenos a lo primero que, seguramente, pensarán muchos, entre los cuales supongo los traseros a punto de levantarse para colaborar como probos funcionarios o simplemente como simpatizantes o voluntarios en labores de voluntariado o como fuere que entendiesen el justo lucro de ayudar a las mil ovejas, a sus pastor propietario y a sus más próximos amigos con ese primer objetivo puesto en cabeza. No somos ajenos a que también nosotros, raca, raca, buscamos paraíso, el de ver el asunto de las mil ovejas resuelto, y de que también, acaso, nos viniese bien, mejor que bien, como anillo al dedo, alguna clase de entretenimiento parejo al que tanto bien hizo, hace y hará, decimos, Jherónimus Van Aken, El Bosco. No acabo de imaginar el cuadro que acaso nos sirviese de consuelo.
Tampoco sé si es oportuno buscar pinturas siendo acaso iconoclastas. Pero francamente, nos gustaría saber pintarlo a nosotros mismos, al menos con la mejor intención de hacerlo, al menos como la pintora de Borja (Zaragoza) que, ni corta ni perezosa, coge la cabeza pintada del cristo de su iglesia y se la pinta según le sale y la creo, a pie juntillas, como la fe ha de ser, a pie, y si no que venga el valiente a decirnos lo contrario, con fe, de la fe.
Nosotros pintaríamos a una oveja saliendo de un huevo hacia una ventanilla en la que Jherónimus hubiese pintado, como en el cuadro de las Janelas Verdes, eso, un señor con cara de Cristo de Borja (Zaragoza). Cara de hogaza. Cara torta. Mirando a la luna. Repartiendo salvoconductos. O al cristo de Miguel Ángel de la Sixtina, apocalíptico, diciendo que aquí no veo movimiento y hay que moverse. ¡Moveos!, ¡Cerdos! ¡Miserables! ¡Moveos! O a cualquier caballero del Greco rezando en Orgaz. Cosas así. Pintaríamos también a cualquier partido político que llevase ovejas a las Tierras Altas Sorianas de mitin en mitin, o a su pastor tocado según la Victoria de Samotracia o a las mujeres de Tierras Altas según las de Jerusalén plañendo. Pasaríamos incluso por la no sé qué de ver a la Venus de Milo recompuesta de brazos con el salvoconducto entre índice y pulgar y haciendo de paso propaganda electoral de la buena, en la que a pie juntillas creemos.
A Guardiola no le creo capaz de entrenarme a la pelota, y para la otra hemos acordado (contamos con Mario) que se lo haga. Un selfi, fenómeno pionero de la era digital. Caída libre justo antes del pelotazo. Abriendo el paraguas. Mon amour.
Fdo: Ángel Coronado