Taronjí relata su experiencia salvaje por la cuenca alta del Duero
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El periodista y aventurero Quico Taronji está en plena travesía por el Duero soriano, con su paddle surf. Les enseñamos. de su puño y letra, el primer post que ha colgado en su web Taronji con una experiencia que le ha llevado hasta Salduero desde Duruelo de la Sierra.
Experiencia extremadamente salvaje
Menuda paliza llevo en estos dos días. Si tengo que describir mi experiencia me basta y sobra con una sola palabra: salvaje. Bueno, dos si queréis: extremadamente salvaje. Salí ayer de Duruelo de la Sierra (preciosa esta zona de Soria), con medio pueblo sobre el puente para despedirme (seguro que algunos también para compadecerse de lo que tenía por delante). Gran comienzo: con las prisas, y mi despiste de serie, me dejé el casco, y un vecino tuvo que lanzármelo.
Partí casi de rodillas, arrastrando mi Zapper por falta de agua en algunos tramos, con muchas piedras salientes, pero enseguida pude navegar y disfrutar: rápidos divertidos, giros sencillos, acelerones leves… el Duero era un río resuelto. Me dije: cómo molas, Duero, qué dócil, a pesar de tus arrancaditas… pero madre mía la que me esperaba más tarde…
A la hora y pico ya no había nadie más que yo; comenzó a llover (justo después de mi Facebook Live), y con la lluvia empezó el infierno. Troncos enormes y ramas imposibles de sortear me paraban cada cierto tiempo, obligándome a levantar todo el peso de la embarcación con el material y portear durante varios metros, o elevarlo directamente sobre los árboles, como en las pelis de la Amazonia. Esto no era nada.
Lo peor llegaría después. Navegué por lugares preciosos, de bosque espeso, lleno de pinos; entre pequeños cañones de rocas enormes; paisajes de ensueño… A pesar de los árboles y ramas embotellando algunos pasos, entre las cuales a veces me lanzaba violentamente la fuerza del río contra zarzas y maleza. Primeras heridas y cortes, y golpes (no veáis como estoy ya a estas horas. Os enseñaré mis manos mañana).
Embalse
Avancé sin comer, porque veía que no cumplía con mi objetivo de llegar al embalse de la Cuerda del Pozo; continué por parajes fascinantes, granizó, y pasé varios puentes hermosos.
Tras el que llaman puente de Soria (por la carretera que pasa por su nuca), llegaron los dos primeros azudes de varios metros. Horrible el esfuerzo. Parar, sacar el material a la orilla, hacer varios viajes a decenas de metros entre un bosque tupido y enmarañado (más cortes, leñazos en la cara…) para salvar la cascada, volver a asegurar el equipo, navegar, y a los 50 metros, lo mismo!! Vuelta a empezar al llegar a otro salto insalvable en paddle surf (no olvidéis que navego de pie). Alguien testaba mi paciencia. Pero lo mejor llegaría más tarde..
Caía la luz cuando entré de pronto en todo un circuito fluvial de rápidos descomunales entre rocas amenazantes como hachas rupestres, pero del tamaño de coches y autobuses. 20 minutos de adrenalina pura. Sorteé un buen número de ellos hasta que salí volando… Una, dos, tres, hasta cuatro veces me fui al agua (además en Soria, por estas fechas, os aseguro que el Duero no es un jacuzzi), golpeándome con todo lo que tenía por delante.
Opté por sacar a Zapper del río, cargar con todo el material a hombros haciendo varios viajes y recorrer cien metros entre zarzas, ortigas, pinos gloriosos, floresta abrumadora y preciosa… las espinas de la zarzas, los golpes de las ramas en la cabeza, las caídas, me parecieron una bendición comparadas con el río… Volví a su lecho; otra vez grandes rápidos y la luz huyendo a toda prisa… Un último rápido terminó por machacarme.
Y la noche se echaba encima y la temperatura era gélida, así que opté por preparar mi vivac cerca del río; con su rugido permanente en mi cabeza. No escogí buen sitio: suelo duro y frío de arena, goteras de las piedras, pero se hacía de noche, y estaba encajonado entre rocas y árboles enormes. No me quedó otra.
Noche infernal: frío, goteras, en fin… las baterías externas del móvil sin cargar, la cena mal preparada, mi ropa mojada (sí, había entrado agua en una de las bolsas estancas). Así que me desnudé y me metí en el saco cortesía de Karmenka, de Glackma.
Noche cerrada, Duero rugiendo, ruidos extraños, y frío, mucho frío… Hice una pequeña lumbre con las teas de pino que me había dado por la mañana Óscar de Casa Rómulo, Duruelo (gracias tío, me salvaron el pellejo), y le hinqué el diente a los torreznos que en la salida me habían dado las chicas (majísimas) del hostal Torreblanca, también en Duruelo: el Red Bull soriano!
Noche de perros, cambiando de postura cada dos por tres sobre la tabla de arena, frío, horas en blanco, más ruidos extraños y yo sin mi cuchillo (lo perdí), primeras luces entre las piedras, y al despertar: nieve!! Todo el vivac rodeado de nieve. Desayuno, algo de fuego (me sentía primitivo, como un tipo de Altamira), cargar con todo el equipo decenas de metros, vuelta al río, y más rápidos!!!!! Más rápidos descomunales!!!!! Lo de hoy… bufff, para volver a contarlo, alucinaríais. Seguiré informando. Ah, estoy aún en Salduero, donde ayer me esperaba medio pueblo para verme llegar.
No llegué porque el Duero fue muy travieso. Tomo nota. Mañana salgo de aquí e intentaré llegar lo más lejos posible. Quizás hasta el embalse de Campillo de Buitrago. A ver… De momento voy aprendiendo: aquí en Salduero voy a dejar en cualquier bar una bolsa estanca cargada de cosas. Teniendo en cuenta que hay que salir y entrar al río muchas veces (y Oporto está lejos de “cuidao”), lo mejor es aligerar, ¿cómo?, agudizando el ingenio. Mañana a ver si me hago con un cuchillo. Dan -1 grados a las 09:00. Otro maravilloso día de paddle en esta preciosa tierra. Hasta el próximo post, amigos. Fuerza y Honor!