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El Toro Jubilo ilumina cinco minutos la noche en Medinaceli

Más de dos mil personas han presenciado esta pasada noche en Medinaceli el milenario y protestado en los últimos años festejo del Toro Jubilo, con controles policiales en los accesos a la plaza Mayor para garantizar la normal celebración del festejo, amenazado en los últimos de posibles boicot por parte de colectivos animalistas.

El astado de fuego ha salido ensogado con dos cuerdas atadas a sus astas a la plaza Mayor de Medinaceli, a las once y media de la noche de la mano de una treintena de mozos que se han encargado un año más de amarrarle a un poste de madera y embadurnarle con una capa de barro –para su protección-, antes de encender su cornamenta extraordinaria –gamella- con bolas de fuego, y soltarle a la plaza, el momento más peligroso del festejo.

Durante apenas cinco minutos, una vez realizados todos estos preparativos, la cornamenta extraordinaria montada en el astado, con sus bolas de fuego realizada con brea, ha estado iluminando la noche medinense, en un toro que ha mostrado poca movilidad.

Cuando se han apagado las bolas de fuego, los aplausos han dado por terminado un festejo que ha vuelto un año más a contar con el rechazo de un grupo de animalistas, que se han manifestado por la tarde a las puertas del Ayuntamiento de Medinaceli para pedir la abolición de este festejo.

Los mozos han colocado la gamella al astado y en las astas del animal le han colocado una pieza de madera, la “astilla”, para separar y mantener a distancia las bolas de la cornamenta, para impedir que el fuego llegará a los pitones o a la cara del animal.

El embarrado del toro (testuz, cara, costillas, lomos, patas delanteras y barriga) ha sido un labor fundamental y se ha realizado con una espesa capa de arcilla roja y en maniobras de atrás hacia adelante, a contrapelo, con el fin que el animal no sufra la más mínima quemadura.

El propio calor del fuego, al secar la arcilla, la endurece convirtiéndola en coraza protectora contra el calor o las chispas que puedan desprenderse, según ha recalcado la Asociación de Amigos del Toro Jubilo.

El momento más peligroso del festejo es cuando el mozo que más ha pujado en una subasta previa, con un cuchillo curvo, ha cortado la soga para liberar al toro en la plaza, entre las cinco hogueras encendidas en honor de los cinco Cuerpos Santos, patronos de la Villa, un paso que se ha producido al filo de la medianoche.

Las bolas de fuego han sido encendidas poco después de las doce de la noche, y tras dos intentos, han cortado la cuerda. El toro se ha caído poco después y le han levantado, para apagarse el primer cuerno a los cinco minutos y el segundo poco después, dándose por terminado el festejo a las doce y once minutos de la noche.

La legislación autonómica exige el sacrificio de todas las reses utilizadas en los espectáculos taurinos (artículo 23 del Decreto 14/1999, de 8 de febrero, por el que se aprueba el Reglamento de Espectáculos Taurinos Populares de la Comunidad de Castilla y León), pero sin embargo, y como excepción, el artículo 5 de la Ordenanza Municipal establece que el Toro Jubilo, “siguiendo la costumbre secular, será indultado al finalizar el festejo”.

El año pasado no fue posible porque el toro sufrió un “accidente” cuando iba a ser devuelto a los corrales, al ser embestido por un cabestro, una vez celebrado el festejo, según reconoció la Asociación del Toro Jubilo, lo que provocó que se intensificasen las críticas de los colectivos animalistas, con PACMA a la cabeza, que se ha concentrado horas antes en la plaza Mayor medinense para reclamar el fin de este festejo taurino.

El toro jubilo vivió en la edición de 2016 su momento más polémico, con los enfrentamientos de colectivos animales con aficionados taurinos, que se saldó con 22 denuncias, 15 de ellas a activistas que participaron en la protesta.

La Fiesta del Toro Jubilo fue declarada “Espectáculo Taurino Tradicional” por Orden de 18 de septiembre de 2002 de la Consejería de Presidencia y Administración Territorial de la Junta de Castilla y León.

La celebración de la fiesta se ajusta a su Ordenanza reguladora, de 24 de diciembre de 1999, (B.O.P. n.º 5, de 12 de enero de 2000) y al Decreto 14/1999, de 8 de febrero, que aprueba el Reglamento de Espectáculos Taurinos Populares de la Comunidad de Castilla y León.

La legislación autonómica exige el sacrificio de todas las reses utilizadas en los espectáculos taurinos (artículo 23 del Decreto 14/1999, de 8 de febrero, por el que se aprueba el Reglamento de Espectáculos Taurinos Populares de la Comunidad de Castilla y León), pero sin embargo, y como excepción a esa norma, el artículo 5 de la Ordenanza Municipal establece que el toro Jubilo, “siguiendo la costumbre secular, será indultado al finalizar el festejo”.

Protección

En los documentos más antiguos que se conservan, se deja siempre constancia de esta especial protección del animal.

Así, por ejemplo, en 1510, Juan de la Cerda, Duque de Medinaceli, autorizaba que se corriese el toro “como tienen por costumbre el día de la procesión (…) y, como me es pedido, mando que ninguna ni alguna persona sea osada de matar el dicho toro y que, acabado el correr, los dichos vecinos lo dejen vivo y sin lesión alguna”.

Si se modificase el festejo de Medinaceli, se perdería su catalogación como Espectáculo Taurino Tradicional y, sin el amparo de la Ordenanza y de la tradición, sería obligatorio el sacrificio del animal.

Origen

El rito del toro y el fuego es tradicional del levante español, especialmente en el sur de Cataluña, en Castellón y en Teruel, desde donde se extiende por Aragón siguiendo las cuencas del Jiloca y del Jalón, hasta el nacimiento de este último junto a Medinaceli, único lugar de Castilla y León donde se celebra.

La opinión más extendida considera que la celebración tiene orígenes celtíberos, una de cuyas tribus, los Tittos, poblaron esta comarca y la antigua ciudad de Ocilis (situada en la Villa Vieja, cerro contiguo a Medinaceli).

Con el rito se estaría conmemorando la victoria de los celtíberos sobre los cartagineses en la batalla de Hélice (Elche, Alicante), en el año 229 a.C., en la que el caudillo celtíbero Orisón lanzó contra el campamento cartaginés de Amílcar Barca carretas de tea, sebo y azufre tiradas por bueyes que portaban en sus astas haces de paja ardiendo, y provocando la desbandada de los sitiadores cartagineses.

Pero también es probable que provenga de primitivos ritos solares de carácter mitraico, vinculados a cultos telúricos, en los que se representaba la cualidad regeneradora y fecundante del sol, del toro y del fuego, frente a la cualidad pasiva e inerte de la luna.

Toro y fuego simbolizan fuerza y purificación, unidos en comunión pagana que se consuma con el sacrificio del animal (acto que ya no se realiza) y la ingesta de su carne por la comunidad.

En cualquier caso, los primeros documentos escritos sobre el Jubilo de Medinaceli (los hay de 1490) indican que el toro se corría en honor de visitantes ilustres que llegasen a la Villa o para celebrar acontecimientos importantes.

Así se hizo el 29 de septiembre de 1599 en honor del Rey Felipe III y su esposa, que a la vuelta de su viaje de novios, estuvieron en Medinaceli,  “…encendiéndose muchas luminarias en la Plaza de Palacio, y se corrió un toro con husillos de fuego en los cuernos” o en julio de 1837, para solemnizar la jura de la Constitución Española de aquel año.

No obstante, y desde finales del siglo XVIII, el Toro Jubilo se celebra, de forma ininterrumpida y al menos una vez al año, con la festividad de los Cuerpos Santos, cinco mártires (Arcadio, Probo, Pascasio, Eutiquiano y Paulilo) cuyos cuerpos fueron traídos a la Villa después de haber sufrido martirio en el norte de África. 

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