Por Ángel Sánchez
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El fútbol ha despedido a unos de sus mayores genios. Se va el cuerpo, pero nos deja su alma. La leyenda de Diego Armando Maradona alcanza una nueva dimensión
A los 60 años, llevándose sus virtudes y sus excesos, y dejando conmocionado al mundo del fútbol. Una pequeña parte de cada aficionado al fútbol se va con este fenómeno que no pudo superar una parada cardíaca, acaso la Divinidad se lo lleva consigo para que le devuelva, por fin, ‘la mano que le prestó en 1986’. Solo han pasado unos días deesde que nuestro Richy Castellanos le hiciera llegar el regalo más especial por su cumpleaños: 156 felicitaciones de famosos en un único vídeo en el que estaban celebridades como Julio Iglesias, Cristiano Ronaldo, Zidane, Alejandro Sanz y Rafa Nadal, entre otros.
Imagino que ahora estará con otras divinidades como Di Stéfano, Eusebio o Cruyff, que lo habrán recibido como se merece, con su amado balón; quizá esté desplegando su arte con naranjas o pelotas de aluminio, esas que los mortales somos incapaces de conservar con forma esférica en el patio de un colegio pero que el mimaba como nadie. Aquí nos queda el vaticinio del mítico Pelé: “Ciertamente un día chutaremos un balón juntos en el cielo”. Todos ellos han sido capaces de convertir un deporte colectivo en individual.
Motivo de millones de sonrisas y lágrimas, el ’10’ más universal se marcha en uno de los días más tristes para Argentina. “Nos llevaste a lo más alto del mundo. Nos hiciste inmensamente felices. Fuiste el más grande de todos. Gracias por haber existido, Diego. Te vamos a extrañar toda la vida”, escribió Alberto Fernández, su presidente, antes de declarar tres días de luto nacional.En la retina, el Mundial de 1986 en el que consiguió a llevar a la albiceleste a lo más alto. Capaz de asestar en un mismo partido con la ‘mano de Dios’ -primero- y con el que es para muchos el ‘gol del siglo’ -después- a la selección inglesa, en plena crisis por las Malvinas. Probablemente la actuación individual más recordada en un campeonato del mundo hasta la fecha.
Maradona “no es una persona cualquiera”, según una de las canciones más famosas de Calamaro, porque tuvo “el don celestial de tratar muy bien al balón”, como pocos han hecho en la historia. Y es que su regate, su disparo a puerta y el dominio sublime tanto de la pelota como de los espacios solo era igualable a su infinita imaginación.
El legado de Diego es extenso. Como muestra, su famoso calentamiento en el Olímpico de Múnich al ritmo de ‘Life is Life‘ antes de disputar la vuelta de las semifinales ante el Bayern en 1989.
La influencia de Maradona traspasó cualquier límite conocido: mitología para muchos aficionados, no pocas canciones y alguna confesión religiosa con templos, iglesias y belenes levantados por sus devotos. En Nápoles vivió su máximo esplendor: “luchamos contra todo y contra todos. Fue la batalla del Norte contra el Sur. Y me permitió defender una bandera: si era la bandera de los pobres, mejor aún”, pronunció.
Pero sus excesos le hacían pasar de héroe a villano. Genio rebelde de tremendo talento, solo sus adicciones pudieron parar a un fenómeno al que muchas piernas, demasiadas, intentaron segar a la altura de los tobillos. Nunca pretendió ser el ejemplo de nadie, solo quería jugar al fútbol. Eso lo hizo como nadie.
Vivió la vida con la misma pasión con la que salió a la cancha, primero como pudo y luego como quiso.
Ahora su partido ha finalizado. Y con él, se cierra uno de los episodios más emocionantes que nos ha dado el fútbol. Maradona no morirá nunca porque su legado lo iremos filtrando a las siguientes generaciones.
Descansa en paz, genio.