Más de 20.000 quejas en Observatorio de la Imagen de las Mujeres en 30 años
Durante los últimos treinta años, el Observatorio de la Imagen de las Mujeres ha recibido 20.332 quejas, de las que más de la mitad corresponden a contenidos publicitarios.
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Los datos están incluidos en el informe “30 años transformando miradas”, que hace balance del trabajo desarrollado durante este tiempo por el Observatorio de la Imagen de las Mujeres (OIM).
Durante estos 30 años y hasta el 31 de julio de 2024, se han recibido 20.332 quejas, de las cuáles el 55 por ciento corresponden a contenidos publicitarios.
Por otro lado, se han contabilizado 5.941 quejas relacionadas con los medios de comunicación. De ellas, dos de cada tres han sido por contenidos emitidos en televisión.
Por su parte, el Observatorio ha realizado más de 1.200 actuaciones ante emisores de contenidos, el 64,9 por ciento han sido requerimientos en los que se solicita el cese o la modificación de la publicidad o el contenido sexista.
Además, uno de cada cuatro actuaciones ha consistido en la emisión de recomendaciones, con el objetivo de sensibilizar contra el sexismo.
La ministra de Igualdad, Ana Redondo, que ha participado en el acto por el 30 aniversario del Observatorio de la Imagen de las Mujeres, ha destacado los avances logrados gracias al asociacionismo, los movimientos feministas y la legislación que ha permitido evolucionar hacia una imagen de la mujer que “no tiene nada que ver con la imagen hipersexualizada de hace 30 años”.
Quejas
El número total de quejas recibidas entre 1994 y el 31 de julio de 2024 han sido 20.332 52 .
Por años completos (1994-2023) han sido 19.547, lo que supone una media anual de 651,5 quejas.
Las significativas oscilaciones entre unos años y otros se han debido, fundamentalmente, a la emisión de campañas o contenidos de los medios que han generado polémica y algunos colectivos han impulsado la interposición coordinada de quejas ante el OIM.
El periodo entre 2004 y 2013 es el que más quejas acumula, un 64 por ciento más que la década anterior.
Es el periodo que coincide con la aprobación de las leyes de violencia de género y de igualdad, cuya tramitación supuso un amplio debate social y mediático y sirvió para visibilizar las distintas formas de discriminación sufrida por las mujeres, entre ellas la del tratamiento de su imagen pública.
A lo largo de los treinta años se han recibido quejas por un total de 8.045 contenidos de todo tipo, lo que supone una media de 259,5 anuales.
Entre 1995 y 2024 se contabilizan un total de 5.355 responsables de emisión, entre empresas anunciantes, de medios, otras entidades o particulares (en web y redes sociales), además algunas quejas aluden a tipos de contenidos en general o se desconoce de donde procede la emisión (como por ejemplo, en publicidad de prostitución, pintadas, o carteles sin firma).
El perfil de las personas denunciantes se define a partir del número de quejas que aportan esos datos voluntariamente (en torno al 87 % del total).
Se ha mantenido constante todos estos años, de los que el 85,5 por ciento son mujers.
Respecto a la edad, se aprecia una variedad significativa en las franjas entre 16 y 45 años: el grupo de 36 a 45 crece significativamente en la década de 2014-2024, lo que podría corresponder al aumento de la edad de las personas que ya recurrían al OIM hace años, pero sin embargo puede verse también que la franja de 16 a 25 ha pasado de 0,9 % en la primera década al 16,3 % en la tercera, lo que pone de manifiesto un aumento de la implicación de este colectivo contra el sexismo.
En cuanto a las quejas por sexo, el porcentaje de las remitidas por hombres representa 14,8 % del total.
En 1995 representaron el 8,6 %, es decir que su implicación en el rechazo del sexismo no ha aumentado significativamente, teniendo en cuanta, además, que en muchos casos han ido dirigidas a quejarse de la representación/discriminación masculina.
Estereotipos
El estereotipo más denunciado a lo largo de los años siempre ha sido la cosificación en sus diferentes formas, especialmente la que ofrece a las mujeres como objetos sexuales disponibles. E
s la más utilizada y la que mejor se percibe, junto con el estereotipo doméstico que atribuye la responsabilidad de los cuidados de la familia y el hogar a las mujeres y los cánones de belleza que convierten el cuerpo de la mayoría de las mujeres en “imperfecto
El objetivo principal del OIM ha sido incrementar la concienciación social y de los sectores profesionales, de ahí que parte importante de sus actuaciones hayan sido señalar dónde y cómo se expresa el sexismo, qué consecuencias provoca y proporcionar recomendaciones.
A pesar de la legitimación otorgada para actuar ante las campañas ilícitas en defensa de los derechos de las mujeres, solo se ha aplicado en aquellos casos de persistente desatención de los requerimientos y reiteración de estrategias vejatorias.
En estos treinta años la comunicación ha cambiado bastante, en general se ha adquirido la perspectiva de género suficiente para reducir el grado de sexismo.
El estereotipo de ama de casa es el que más ha retrocedido, normalizándose la corresponsabilidad en las tareas del hogar entre toda la familia. Aun así todavía se vincula en mayor grado a las mujeres con este ámbito.
La dedicación de los padres a la crianza es mucho más visible, transformando esta responsabilidad en algo más lúdico que cuando solo se les asignaba a las madres.
Ahora también ellas participan de este enfoque, más ocupadas en disfrutar con sus hijos e hijas que en dejar la casa y la ropa más reluciente que las de sus vecinas. ü
Las aspiraciones femeninas ya no pasan exclusivamente por el matrimonio y la maternidad. Ahora aparecen como profesionales, preparadas y capacitadas, como creadoras o como emprendedoras… pero todavía no tanto como los hombres ni en los mismos sectores. Su peso como audiencia y como consumidoras se ha incrementado, aunque en general aún son representadas en un plano secundario para algunos productos o servicios (como tecnológicos, financieros, mecánicos, seguridad, etc.)
Sus cuerpos, sin embargo, siguen siendo instrumentalizados como recurso de captación de la atención. Los cánones de belleza se han flexibilizado algo, el concepto de mujer real se ha ido asentando en algunas campañas, pero la sexualización no solo no desaparece, sino que se intensifica.
Si en la transición creció exponencialmente con la coartada de la liberación sexual femenina, actualmente son las redes sociales las que lo impulsan: muchas jóvenes y no tan jóvenes aspiran a convertirse en influencers con muchos/as followers recurriendo a su aspecto físico, más aún con la aspiración de monetizar sus contenidos y perfiles.
Podríamos aventurar que a la persistente cultura de la violación se va añadiendo una “cultura” de la auto exhibición generada desde las redes sociales.
La aparición de estas también ha hecho resurgir con fuerza el discurso patriarcal más agresivo.
La llamada machosfera se recrea en la cultura de la violación, las agresiones verbales y amenazas y, en general, a menospreciar y denigrar impunemente a las mujeres a un nivel al que nunca llegaron ni la publicidad ni los medios convencionales ni ninguna otra manifestación sociocultural.
La visibilidad de las mujeres en los medios de comunicación como expertas, voces con autoridad o fuentes de información ha aumentado también, pero todavía lejos de la que obtienen los hombres, incluso en profesiones en las que ya han alcanzado la mayoría (como judicatura o medicina).