TRIBUNA / Silencio, secreto, engaño
Maite Clavo resume la gestión municipal del proyecto urbanístico del Cerro de los Moros en tres palabras: silencio, secreto, engaño. Por ello pide responsabilidades, ante la inacción del Consistorio.
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TRIBUNA / Silencio, secreto, engaño
Otro año, otro plazo vencido, y sigue el lamentable conflicto del Cerro de los Moros. Peor, porque se ha perdido una oportunidad sencilla de cerrarlo. El Ayuntamiento tendrá que darnos explicaciones por dejar pasar esta ocasión de recuperar, y gratis, el Cerro de los moros para la ciudad.
Sin embargo, ha preferido echar humo sobre el asunto y dejarlo envuelto en la confusión gracias a las últimas declaraciones del concejal de Urbanismo, Luis Rey (que no recogen la reclamación de la ciudad sobre el paraje, sino que marean la perdiz con ‘subo un piso o bajo una escalera…’).
A lo mejor el flamante concejal no se ha enterado de cuanto se ha dicho y escrito durante el último año sobre este tema de su responsabilidad, y se excusa diciendo que ‘no ha tenido tiempo’ para estudiarlo. ¡Pues que le expulsen de su puesto de trabajo por vago! El Ayuntamiento ha contado con elementos suficientes para decidir. ¿O es que no sabía, no sabe, qué hacer? Muy sencillo: acatar la voluntad popular manifestada reiteradamente mediante firmas y escritos de toda índole, como corresponde a un gobierno democrático. El consistorio tiene la potestad para hacerlo. Y sin indemnizar a la promotora, como ya se ha demostrado.
Es inútil que resuma una vez más los argumentos aportados en esta tribuna por personas que tienen los conocimientos y la competencia para hacerlo. Mi propósito es examinar los hechos (y no hechos) que han obstaculizado la resolución del caso y, si fuera necesario, reclamar responsabilidades.
Siguiendo el orden de acontecimientos del último año, paréceme que el primer escollo consistió en una supuesta indemnización inasumible para las arcas de la ciudad. Concretamente 44 millones. Tal afirmó el secretario municipal, Sr. Aranda, introduciendo la disyuntiva de que, o se aprueba el plan de la promotora o se la indemniza con esa millonada. Preguntado sobre el por qué de tal cantidad se negó a decirlo; preguntado por el monto que constaba en las últimas escrituras de venta del terreno se negó igualmente a contestar. ¡Secretos! Se propuso contratar un informe técnico externo por un equipo independiente elegido por el consistorio, pero el secretario se opuso por considerarlo ofensivo para su persona, pues ya él sabía lo que había que saber en tanto que secretario. ¡Buen silogismo! Bien, supongamos. Entonces ¿qué le impedía compartir su conocimiento? Secreto. Incongruentemente, el equipo de gobierno permitió con su votación que esta actitud absurda prevaleciera. Opacidad consentida, o compartida.
El secretario municipal es un funcionario público que ha sido contratado por el Estado (es decir, nosotros) para que ejerza su profesión al servicio de la sociedad (es decir, nosotros). Como tal, debe responder a quienes le interpelan sobre una información de interés común. Y, si mantiene su postura, es de esperar que rebata los informes jurídicos, publicados posteriormente, que desmienten que haya que indemnizar a la promotora, cosa que no ha hecho. Los autores de estos informes – singularmente Saturio Hernández y Ricardo Mínguez- han tenido a bien compartirlos con el público (Un ejercicio de transparencia y de generosidad que los ciudadanos agradecemos; mientras, el consistorio calla y esconde la cabeza. Vergüenza para quienes callan y ocultan). La opinión autorizada del Sr Aranda distorsionó la perspectiva de los vecinos, que temieron la amenaza de acabar con las arcas municipales vacías. Engaño que se sirve de la firmeza de la autoridad para emitir una información no demostrada. La postura obcecada del secretario beneficiaba los intereses de la promotora, supongo que era consciente. Sin embargo, un funcionario tiene, precisamente por su cargo, una responsabilidad de servicio a lo público. Por eso su no respuesta constituye una falta en el ejercicio de su función. En cualquier ámbito de la administración pública -en educación, en sanidad…- las faltas se sancionan si así lo determina un expediente disciplinario. No soy quién para juzgar la dimensión del secretismo del secretario. Pero sí sé que su actitud significa una falta de respeto, un desprecio a la ciudadanía, que no es poco.
El concejal de Urbanismo, por su parte, adoptó una línea obstruccionista más cómoda: el silencio y la inacción. Luis Rey llegó a su cargo en el contexto de unas elecciones democráticas. ¿Habrá que repetirlo? Función de los cargos electos es representar a los ciudadanos en aquello que afecte a sus intereses, es decir, en la gestión de la vida diaria de la ciudad. Por ese trabajo cobra el sueldo que nosotros le pagamos. Sin embargo, lo que ha hecho es no hacer nada de nada, y así ha dejado caer sobre la situación del Cerro de los Moros el silencio administrativo, incluso cuando la sociedad promotora ha decidido mover ficha (¡uy, qué sorpresa!). La incompetencia (o lo que sea) del Sr. Rey decanta el conflicto, una vez más, en contra de la ciudad y a favor de la empresa privada. Y puesto que a él no le parece motivo para dimitir, solicito que sea cesado de su cargo en el Ayuntamiento, e incluso de todos sus cargos en las instituciones públicas, por haber incurrido en una dejación de funciones lesiva para el interés público.
Quiero subrayar que ese no decir y no hacer que se practica en el consistorio constituye desprecio a la ciudadanía, engaño a la confianza otorgada por los votantes, burla del sistema democrático. Hace muchos años que este país vive en democracia. Pero en el conflicto Cerro de los Moros parece que la noción ‘Democracia’ se hubiera superpuesto artificialmente a las viejas prácticas caciquiles del franquismo, como las religiones de los colonos europeos se superpusieron a las ancestrales prácticas animistas de los países ocupados sin llegar a desarraigarlas. El comportamiento errático del consistorio más parece obedecer (permítaseme la comparación) a la vieja táctica de zanahoria y palo que desde siempre ha regido el ejercicio del poder del cacique. Que todavía los hay, y muy cerca, disfrazados de lo que sea. En nuestro caso, un disfraz podría ser la sociedad que oculta el nombre de Méndez Pozo, un hombre ducho, donde los haya, en manejar sus asuntos por medio de una red clientelar que incluye importantes políticos de la comunidad y de fuera de ella; un señor que, pese a los delitos probados de corrupción, tiene hoy silla en la mismísima Junta. Vamos, como los Pujol en Cataluña. Eso sí, todos devotos de misa diaria.
Pero hay también otro tipo de amos, como los partidos, que priorizan sus intereses a los del común, produciendo actitudes incongruentes (para nosotros) cuando cambian las consignas. Lo vemos continuamente. Pero -por ceñirme al tema- tomemos un plenario (on line) que trató del Cerro. Después de exponer el alcalde la cuestión, no se produjo el vivo debate que yo esperaba, ni una cooperación para buscar una salida justa al conflicto. Lo que escuché fueron discursos sin duda aprendidos de antemano, pues a veces poco tenían que ver con el tema. Escuché, incluso, un parlamento inspirado muy de cerca en un artículo reciente de Loli Escribano (Sra. Escribano: modernidad y progreso no son hoy, ni lo fueron antaño, los bloques de viviendas del Pocero o de Méndez; ni estatuillas y adornillos, como bien decía la Sra. Del Rio. Ni esa especie de búnker o criatura acéfala donde se pudo rehabilitar la construcción tradicional del mercado. Modernidad y progreso hoy son el cuidado de los recursos naturales; las construcciones funcionales y autosuficientes; las industrias sostenibles; un urinario público de última generación en la Dehesa, cómodo, hermoso, que además cree puestos de trabajo directos, etc. Disculpen.)
En suma, la lucha por el poder entre los partidos paraliza la gobernanza. Inacción culpable, añado, de que es también responsable el alcalde, Sr. Martínez, por no intervenir en la desastrosa gestión de un conflicto que arrastra años viendo pasar los gobiernos municipales. El Sr. Martínez suele afirmar en sus discursos que los pilares de la democracia son la transparencia y la participación ciudadana. En estos momentos sus palabras, alcalde, suenan a mofa. Suenan a engaño, humo, burla de las personas que han participado honradamente reclamando que el Cerro de los moros quede para la ciudad. Usted nos debe una explicación. Claro que quizás ya no le creamos.
En resumen: no se me alcanza los beneficios que el gobierno municipal (o algunos de sus integrantes) espera obtener de su inacción y sus silencios o sus palabras hueras. Lo que pienso es que ha dejado perder la ocasión de ofrecer un servicio importante para la ciudad que los ciudadanos agradecerían. No sé en qué medida podría recuperar la iniciativa en este momento.
Conclusión: La pasividad y el menosprecio del Ayuntamiento a las reclamaciones populares tiene una larga y ancha trayectoria: de la autovía a la lanzadera con el AVE; de los recursos hospitalarios al embudo del Espolón….ahora, esta última ofensa. En consecuencia, muchos ciudadanos se están cuestionando la capacidad de representación de los partidos políticos, por lo que han decidido organizarse en alguna de esas plataformas multicolor, que los políticos de carrera tanto desprecian. Por el momento Soria ya! va a presentar un candidato a elecciones… veremos.
Fdo: Maite Clavo