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TRIBUNA / Gobernador civil por un día. En recuerdo de Antonio Ruiz

Fernando Sáenz Ridruejo recuerda en este artículo de opinión a Antonio Ruiz Ruiz, fallecido esta semana. Un artista que tiene un hueco en la historia de Soria.

TRIBUNA / Gobernador civil por un día. En recuerdo de Antonio Ruiz

Otros recordarán a Antonio Ruiz con más conocimiento de causa – pienso en Marcos Molinero o Enrique Andrés Ruiz – pero quiero dejar por escrito algunos recuerdos que, con motivo de su muerte, me vienen a la cabeza.

Antonio era el hijo de don Gonzalo, hermano mayor de Gonzalo, Emilio e Itos. Para los de mi quinta, Antonio era simplemente “el barbas”; el barbas por antonomasia, porque no conocíamos a otro. Gozaba del prestigio del artista que a veces se dejaba caer por Soria trayendo noticias de la lejana Ibiza.

Lo recuerdo en una excursión de la Sociedad Montañera Urbión, en un autobús Ford. Llegamos a cierto pueblo de Pinares que esperaba al gobernador civil. A la entrada habían colocado un vistoso arco floral y enseguida Gonzalo, que iba al volante, tuvo que frenar para no llevarse por delante a una orquesta plantada en mitad de la calle. Antonio, puesto de pie, se asomó por el parabrisas y el director, al verle, movió la batuta y la orquesta interpretó el Himno Nacional. Aquel músico no tenía muy clara la imagen de un gobernador civil, y jefe provincial del Movimiento; Antonio, con sus barbas, representó por unos momentos ese papel, entre las risas de todos los excursionistas.

Establecido ya en Soria, instaló un taller de cerámica en que hizo piezas muy originales; pero, más gestor que trabajador, pronto abrió una librería y agencia de viajes desde la que promovió exposiciones y actos que permitieron la llegada a Soria de artistas prestigiosos como Nadia Werba, Pancho Cossío, Will Faber y otros amigos de su época ibicenca. Promovió el “Salón del Toro” y, para inaugurarlo, trajo aquí a Camilo José Cela.

Yo lo traté más a partir de la lucha, en 1980, contra la Variante Sur. Algunos supervivientes de aquella movida, como Pedro Navascués y Fernando Sánchez-Dragó nos han dejado también hace pocas fechas.

Con aquel motivo empecé a escribir en Hogar y Pueblo una serie de artículos que a Antonio le gustaron y me animó a continuar. Me incorporé a la SAAS-2, prolongación de la extinta SAAS, que él también había promovido. Creamos entonces una revista que su hijo Antonio dirigiría con éxito. El nombre, Abanco, propuesto por Ángel Coronado, tenía la ventaja de que, por orden alfabético, era la primera de todas; aunque luego, para  hacer más visible a nuestra ciudad, Antonio, hijo, lo convirtió en Cosas de Soria.

En cierto momento me pidió unas líneas para colgar en la viga que presidía su tienda. Escribí un – llamémosle así – poema, en su honor, pero al ver allí las fotos de don José Tudela y otros próceres sorianos, junto a escritos de gente como, escribo de memoria, Gerardo Diego, Jorge Guillén o Gabriel Celaya, me dio vergüenza y no se lo entregué.

Era malo, pero, como estaba hecho con cariño, lo transcribo aquí, con cuarenta años de retraso

A Antonio Ruiz

Lámpara de Aladino, cajón de sastre o caja de Pandora,

tu tienda es, Antonio, el santuario

donde veintisiete siglos de civilidad invernan

mientras en tus anaqueles mutuamente se desactivan Das Kapital

y el juguete para el nene y la nena.

 

Cuando todo el rebaño de cacatúas parlantes

que hoy nos estercolan

desaparezca como desaparece el humo,

sin dejarnos más huella que un ligero picorcillo en los ojos,

erizarás tus barbas de Moisés mesurado,

y por eso mismo mucho más revolucionario.

 

Dirás sencillamente: “vamos a hacer algo”.

Armarás un pitote pa' que tiemble el misterio

y seguirás despachando sacapuntas a los colegiales

de bachillerato unificado polivalente (o como para entonces se denomine el invento)

mientras esbozas una leve sonrisa

de hombre bueno, que está de vuelta de casi todas las cosas

y por eso las ama sin contrapartidas.

 

Y tal vez los cretinos de turno, los que manden ese día,

te metan en la cárcel o te ofrezcan un puesto

de teniente de alcalde para ver si te acallan;

porque en su código a un hombre

siempre se le compra con algo.

 

Fdo: Fernando Sáenz Ridruejo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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