TRIBUNA/ El concierto de los rebuznos
Ángel Coronado incide con su ironía en este artículo de opinión en el concieto de los rebuznos que se ha organizado con las declaraciones del ministro de Consumo y que indican claramente que estamos en elecciones.
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TRIBUNA / Al concierto de los rebuznos suelen seguir elecciones
A su escala, y en su medida, siempre hubo entre nosotros partidarios de cantidad enfrente de los que siempre optaron por calidad, sin que nunca se haya podido decir con precisión (y yo creo que nunca se podrá) hasta cuándo y hasta dónde habrían de situarse unos y otros. Y siempre hubo también, y siempre los habrá, que se sienten a buscar puntos de acuerdo entre las diferentes opciones en juego, por una parte, o que no se sienten y se apunten a otra opción que siempre se nos ofrece también: la de imponer su opinión a los que no la tienen. Creo que tal cosa ha ocurrido siempre y que siempre ocurrirá, aunque no de la misma forma y manera según el tiempo de que se trate. Y aún más, creo que dentro de cada uno, a salvo la proporción, siempre conviven como pueden ambas opciones o posturas, tal cual ocurre con la cara y la cruz, tan encontradas entre sí como dependientes de una sola cosa: la moneda que las contiene.
No podemos (con el cercano y certero punto de vista con que hoy se nos ofrece) ver la cuestión en el tiempo pasado, ni suponer el futuro con la misma claridad con que lo hacemos ahora, pero la historia nos ilustra para suponer lo anteriormente dicho, y la razón nos ayuda para lo mismo.
Dicho lo cual no precede, desde la cara, menospreciar la cruz, como tampoco procede, y por idénticas razones, hacer lo propio con la cara. Me declaro partidario de la calidad antes de la cantidad según no me ocurra lo contrario, porque sostengo que ninguna de ambas magnitudes se puede dar de forma total en ninguno de ambos sentidos, y precisamente por eso, me declaro partidario de sentarme conmigo mismo y dilucidar lo que entiendo verdaderamente al pronunciar esas palabras clave de “Calidad” y “Cantidad”.
Me pregunto acerca de cantidad y calidad, pero acerca de qué cosa, de qué tipo de valor, de si hablo de animales o de carne, de pastos o de piensos, estiércol o digestato, acuíferos o ríos, abonos o fertilizantes, salud o sanidad, y sobre todo si hablo contigo para ver lo que se hace o, por el contrario, lo hago para decirte lo que hay que hacer. Y aún más por encima de todo esto, porque al final el que se sienta en la mesa para comer carne sin acaso saber nada de nada de lo dicho sino que quiere sentarse para eso, para comer carne y beber agua del grifo y respirar aire de la calle y hacerlo con todo el derecho del mundo, forma parte de un colectivo tan numeroso que, frente a los que andan o andamos de la forma que fuere con esto de lo extensivo y lo intensivo y bla, bla, bla, ni saben ni tienen porqué saber lo que nosotros sabemos, que tampoco a nosotros se nos exige que sepamos zoología, biología, física, química, mecánica o veterinaria y demás.
Pero esto sí, ganaderos, agricultores, degustadores de carne, simples espectadores y público en general. A todos nos obliga el llamado “sentido común” y “sentido de lo común” que a veces parece no ser ni el más común de los sentidos ni el más común de los valores. Me voy a referir a eso, a esas veces en que el sentido común y de lo común se ve afectado por una especie de enfermedad y desaparece. Cuando más falta hace, desaparece. No siempre, pero a veces sí. Me ha parecido observar que cuando se oyen más rebuznos que de costumbre no hace falta consultar el boletín oficial procedente para saber que algún acontecimiento electoral se acerca, precisamente la fiesta del sentido común y de las cosas comunes, de la gente, del país. El rebuzno, como todo el mundo sabe, se acomoda siempre a lo que se quiera, porque no existe burro alguno que lo explique. Y de mis observaciones deduzco que con muchísima frecuencia el concierto de los borricos se acomoda a cualquier tipo de acontecimiento electoral. La trifurca de rebuznos que se ha organizado en torno al ministro Garzón avala mi tesis.
No me interesa la trifurca en sí, repito. Lo interesante resulta ser que cuando alguien conocido (más o menos ministro, presidente, sabio, relevante o eso, simple y ampliamente conocido) dice algo más o menos dotado de sentido común, se organiza el concierto de rebuznos al que aludo. Y resulta interesante de por sí, pero no solamente porque te ahorra leer el boletín de turno, siempre tan aburrido, sino porque, en general, gusta eso, adivinar un acontecimiento futuro en función de otro actual y al parecer independiente. Y lo mejor, cuando ese futuro se acerca asoma por el más reciente presente, lo que verdaderamente aparece es devastador, porque Uds. me dirán si un proceso electoral puede ser independiente de un trompeteo de rebuznos como el organizado en torno al sentido común de lo dicho por un señor al que lo dicho, como a cualquiera, le honra, se llame Garzón o no, y sea, o no sea, ministro.
Fdo: Ángel Coronado