TRIBUNA / De nuevo Santonja. Siempre Santonja
Ángel Coronado se congratula en este artículo de opinión de las declaraciones del consejero de Cultura, Gonzalo Santonja, sobre la imposibilidad de construir viviendas en el Cerro de los Moros.
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Estoy seguro de que Santonja instalará su tienda de campaña en todo lo alto del Cerro, y como una especie de Don Pelayo, iniciará la reconquista de Soria hasta llegar como Doña Isabel y Don Fernando para descender al ayuntamiento y decirle al alcalde que fuera, fuera de aquí, que no supiste defender como hombre ninguno de los granos de esta Granada (en este caso ninguno de tus mamotretos en este Cerro, el de Los Moros queremos decir tanto Isabel como yo mismo, que tanto monto, monta tanto aquí mi Señora como yo).
Cuando un matador abate al minotauro en la plaza, hace un gesto taurino soberbio, absolutamente imposible de describir porque lo hace justo antes de morir la bestia y desaparecer su orgullo y a nadie nos lo explica. El Minotauro vacila. El matador hace eso como quien chilla, como quien ruge, como quien enseña los dientes y ladra.
Desde entonces solo los matadores de minotauros lo hacen, y rarísima vez, yo diría que sin darse cuenta, lo hace alguien muy principal y muy señalado. Don Pelayo en Covadonga, los Reyes Católicos en Granada, Iván el Terrible en Siberia y hoy día Santonja, a su medida y en el Cerro de los Moros.
Voy a intentar describirlo. Mirando al tendido, pero de reojo al Minotauro. Acerca de la postura del brazo y el puño de hierro agarrado al fuego de su espada, me rindo. El Minotauro también. Me rindo para explicar cómo ese gesto insuperable y soberbio se rinde a su vez y se derrite en lágrimas de agradecimiento hacia un tendido que ahora es él, inflamado de blancos pañuelos, que arde como una hoguera salvaje pidiendo rabos, orejas, un volcán vomitando botas de vino, ramos de flores, jamones pata negra y miradas, sobre todo miradas encendidas de pura pasión, y ya no sigo porque Santonja ordena silencio, salta la barrera y pisando arena va y corta y pega lo que allí no cabe sino cortar y pegar. Y como si fuese una simple mochila, sale de la plaza con el matador a la espalda luciendo orejas y rabo (el matador en lo alto) y Santonja hecho un trapo de lágrimas emocionadas.
Y a otra cosa mariposa. Santonja se marchará a su despacho y a disfrutar del paisaje. En la plaza mayor de Méjico se seguirán matando toros. En el cementerio del Vaticano se seguirán enterrando Papas y en el cementerio de los dictadores se seguirán enterrando dictadores, como sabiamente nos lo recuerda el señor Santonja.
Este Santonja es que es fenomenal. Vive en el mundillo de la cultura. En su despacho se resguarda de ideologías perniciosas. Una especie de cuarto estéril, punto cero de su laboratorio, quirófano aséptico de un hospital. Es fenomenal. Se mantiene aséptico y desde allí olfatea como desde una zarza ardiendo en el Sinaí o en lo alto de una carrasca en Lourdes, en Fátima o en El Escorial. En efecto:
“El consejero de Cultura [….] ha señalado a preguntas de los periodistas que las protestas de algunos sectores contra la tauromaquia no le llegan afortunadamente, porque vive en el mundo de la cultura y de Castilla y León “y no veo ese ambiente de acoso por ninguna parte”. (El Mirón, 30/01/2024). En su torre de marfil, olfatea.
Y por nosotros tranquilos, que en El Cerro de los Moros y en otros de por allí seguiremos cazando pajarillas como desde siempre hicimos los judíos, los moros y los cristianos.
Fdo: Ángel Coronado