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TRIBUNA / Claro que sí

Ángel Coronado apoya en este artículo de opinión la petición formulada días atrás por Begoña Izquierdo para que Soria cuente con un centro donde acoger a transéuntes para evitar que personas duermen bajo cielo en las calles de la ciudad. Al hilo de esta petición, reflexiona sobre la caridad y la inquietud solidaria en pleno siglo XXI.

TRIBUNA / Claro que sí

Claro que la cuestión expuesta por Begoña Izquierdo no puede quedar así (El Mirón, “Justicia y Solidaridad”, 31/01/2023). Begoña Izquierdo sigue la senda que desde siempre siguieron y para siempre seguiremos los que, como ella pensamos en que sin caridad el mundo este, mundo (maravilloso decimos sin haber conocido otro), mundo de mierda en el que suceden cosas como sabemos (sabemos decimos, pero tiene que venir alguien como Begoña Izquierdo para decirlo), mundo, demonio y carne decimos (menuda trinidad en la que la carne y el demonio dicen, nos dicen lo que ya sabemos pero se olvida y nos olvidamos, porque también nos podemos olvidar de la carne y el demonio y quedarnos, tal cual, en este mundo maravilloso para no dejar la cuestión expuesta por Begoña Izquierdo tal cual está. El círculo no es nunca vicioso. Tampoco bienaventurado. El círculo es redondo. Lo vicioso, y lo bienaventurado igual, es lo que circula por él

El texto de Begoña Izquierdo me trae a la memoria otro idénticamente igual, y es por eso que pienso en esta maravilla de mundo en el que las cosas maravillosas se repiten una y otra vez. Todo el mundo se acuerda de Gauguin pero no de Flora Tristán. Flora Tristán, abuela materna del famoso Paul Gauguin, huida precoz de su hogar, más hoguera que otra cosa.

De Flora Tristán nadie se acuerda, como no se acuerda nadie de todo el mundo al que Flora, no es que se acordase sino que se acordonó a él, se ató a él y se comprometió con él. Ese mundo, ese gentío innumerable al que hoy debemos llamar Desconocido, no soldado sino Desconocido a secas, ocupó atención de tal modo que todo el siglo XIX no hizo otra cosa que ocuparse de él, y no precisamente para bien sino para toda una panoplia de intereses que, de todas las formas imaginables, se las tuvieron con él, con el que hoy decimos Desconocido pero entonces era Omnipresente. Por cierto. Es ahora, ya bien crecido el XXI, cuando ese Desconocido, milagrosamente ausente, se busca. Y no lo encontramos.

Le llamamos a voces y no lo encontramos. Toda Europa le busca y no lo encontramos. Sumas ingentes de dinero se ofrecen y se aparecen y se desaparecen buscándolo. La España vaciada, el Portugal vaciado, la Italia vaciada, la Grecia vacía, el Norte vacío, el Sur, El Este y el Oeste. Nos atascamos en Madrid y en Roma y en Londres y en París buscando a Desconocido sin verlo, entonces visto y bien visto, ya digo, Omnipresente.

Flora Tristán fue una insigne representante de lo que dio en llamarse socialismo ingenuo. Estaba también el socialismo Utópico, el Científico, el Imposible, el Permanente, y otros cuantos más. Ahora nos interesa Flora, y nos parece interesante que a su inquietud solidaria con el entonces Omnipresente, hoy Desconocido, se llamase “ingenua”. Fue peregrina, pero no sujeta por ningún camino, ni de Santiago ni del moro Muza. Peregrinó por el mundo con una idea en la cabeza que solo algún imbécil pudo decir ingenua, porque no misionera, no dando para recoger sino recogiendo para dar, sacristana del mundo, se paseó por el mundo con su cepillo.

Pues claro que la cuestión expuesta por Begoña Izquierdo no puede quedar así. Pero eso sí. El objeto de caridad, el mismo, llámese Omnipresente, Desconocido o como se quiera llamar, es objeto también de un derecho, que caridad y derecho no están reñidos. Diferentes, pero en la mano de ambos la misma brújula, el mismo rumbo.

 

Fdo: Ángel Coronado

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