TRIBUNA / Carne y política, Cerro y jardín
Ángel Coronado reflexiona en este artículo de opinión en torno a la polémica suscitada por el ministro de Consumo y la contradicción que se da en muchos casos en la política, también en la soriana, donde se defiende una cosa y la contraria. Por ejemplo, en Soria, la peatonalización mientras se mantiene el embudo peatonal del alto del Espolón.
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TRIBUNA / Carne y política, Cerro y jardín
Cuando alguien corriente dice algo corriente ante un gentío enloquecido, lo que dice, según ese general enloquecimiento, es tonto, loco, y que fuera de aquí ese tontiloco. Y cuando, como hoy, esa persona corriente vuelve a decir algo corriente, se vuelve a organizar otra ola enloquecida, embravecida, fenomenal para que los del surf (no practico el surf) me tienten a practicarlo.
Ha dicho el ministerio de Consumo en palabras de Garzón, según dice la prensa, que algo así como diferenciar administrativa y protocolariamente la carne “intensiva” o industrial de la “extensiva” o tradicional podría ser conveniente, para que acto seguido el temporal vuelva con lo del surf.
Por mi parte digo que tampoco estaría mal poner un poco de orden protocolario en el uso del adjetivo “ibérico”, porque los pobres jamones que de verdad ibéricos responden a ese adjetivo, lo que se dice jamón ibérico, están escondidos bajo un gentío enloquecido también de los que comen jamón ibérico pero lo venden “ibérico”, y los de verdad se refugian en Guijuelo, Salamanca, serranía de Huelva o de ya ni se sabe, que solo te falta recurrir al libro de reclamaciones para denunciar el caso, un caso del que no puedes ni escribir, porque palabras hay, pero de su sentido ya no responde nadie. Una indefensión absoluta.
Esto mismo, pero al revés, puede ocurrir también cuando alguien enloquecido dice cosas corrientes, que no te vayas a creer que al enloquecido lo puedes detectar sin más. Nada más lejos de la realidad esa creencia, la de ver al loco durmiendo como un loco, comiendo como un loco, respirando, tosiendo, engordando, creciendo en el caso de ser todavía muy joven, arrebatado las veinticuatro horas del día, como un loco. En muchos momentos del día, o de la semana o de toda la vida, el loco no se comporta como tal. Es más, puede ocurrir incluso que un loco deje de ser considerado como eso, perturbado, con cometer tan solo dos o tres locuras en su vida, y si me apuras más, hasta diría que un loco, solo con ser discreto, puede pasar tranquilamente por este mundo como una persona corriente. Lo que no quita para que un orador, por ejemplo, no pueda estar toda su vida sin discursos. O que un médico cure perfectamente bien el grano en la nariz que le haya podido salir a un enfermo de cáncer dando al cáncer de lado, o que un alcalde, y a eso voy, permanezca callado ante gravísimos problemas en su ciudad mientras cuida y riega primorosamente jardines.
Hete aquí que mientras la cuestión del Cerro de los Moros, lejos de ser objeto de papelera lo es de muchísima consideración, para el alcalde de nuestra ciudad lo es (de papelera). Y así, idénticamente igual así, de tantas y tantas cosas (murallas medievales o vete a saber, cositas más pequeñas si acaso así pudiese denominarse lo del embudo peatonal del Espolón en una ciudad comprometida con la peatonalización a toda costa en lugar de verse como lo veo, descomunal contradicción, contradicción de tal calibre que dentro de la misma caben también los descomunales autobuses ante los que tienes que retroceder a no ser que viajes dentro (lo que nunca ocurre, fíjense, siempre van vacíos) o fíjense a dónde irá a parar (presuntamente) la margen derecha de la Calle Arzobispo Don Rodrigo, qué ocasión perdida, que nunca es tarde si la dicha es buena (que Ricardo y Saturio nos digan si la herramienta urbanística no es una sartén cuyo mango está en la mano del señor Comendador, Fuenteovejuna señor), y lo de volver al purísimo color blanco del agua limpia en la fuente de los colorines y en tantos otros lugares de Fuenteovejuna, señor). Y así de tantas y tantas otras cositas, señor.
Y ahora, de la mano de un arquitecto asesor (todos los respetos debidos a é), como si nuestro ayuntamiento no estuviese atendido y bien atendido por ese flanco al que con sumo gusto atendemos los sorianos con nuestro deber de atenderlo a través de lo que nuestro ayuntamiento nos pide para ello, señor, nos viene usted con la regadera en la mano derecha y con el mango de la sartén urbana en la izquierda diciendo que si planta, que si riega… (todos los respetos al plantío y al riego, señor).
Yo voto por diferenciar protocolariamente la carne industrial de la tradicional, por dejar al Cerro de los Moros en paz según está, por saber de nuestras murallas por boca de quien entiende, por atender y pacificar a los peatones de una ciudad peatonalizándose y pacificándose, por dimensionar sus autobuses de acuerdo con esa peatonalización y descarbonización en marcha, por volver a dejar el hermosísimo color del agua pura de una fuente en lugar del arcoíris de colorines en el que se nos ha dejado sumida, y con respecto a la margen derecha de la calle del arzobispo don Rodrigo, creo que no estaría de más dejar en la misma, y de un solo tiro, dos mensajes elocuentes. De un lado la muestra de la más salvaje especulación. Del otro, la de un urbanismo no teórico sino del que no hace tanto tiempo fue.
Y por salirme de Soria, que también en Golmayo hay problemas con La Monjía. Y en Noviercas con lo de las vacas. Y en Ólvega con los vertidos en el Val, señor, con lo de los malos olores y los vertidos en el Val. Pobre Ágreda. Va Ólvega de paseo y con su perro por Ágreda. Y allí defeca. Y allí lo deja, señor, señor.
De vuelta en Soria ya tarde. También me gustaría quitar del entorno de la casa del guarda esa bicicleta detestable y esa otra cosa que nos han puesto ahora en la roca. Hay cosas feas en la naturaleza, es verdad (la lava asesina del volcán de la Palma y este virus asesino que nos encoge), pero hay otras que no. Repito lo del hermosísimo color blanco del agua de una fuente con su espuma y lo de las rocas de Valonsadero (póngales el adjetivo, ande), con o sin pinturas rupestres, y siempre de regalo, tan baratas…, señor.
Con los de Nueva Elevada (Noviercas), solo en eso pero en eso sí, yo es que lloro. Yo es que lloro.
Fdo: Ángel Coronado