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Romero: "España es un país de caciques"

Carmelo Romero disecciona en su último libro el fenomeno del caciquismo en España desde 1834 a 2020. El historiador soriano entiende que la desigualdad es el caldo de cultivo del caciquismo. Y su mayor enemigo el contar con individuos libres, dueños de su propio destino.

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Romero Salvador (Pozalmuro, Soria, 1950), acaba de presentar en Soria “Caciques y caciquismo en España” (Catarata, 2021), un libro donde analiza la historia del caciquismo español desde 1834 a 2020, desde las leyes electorales españolas hasta el caleidoscopio caciquil.

Romero reconoce, sin rodeos, que España es un país de caciques, si se entiende por relaciones de poder en sociedades desiguales, aunque haya otros países que tampoco le vayan a la zaga, como Inglaterra y Francia.

El caciquismo existe en muchas facetas de la vida, aunque Romero se ha centrado en su libro en el parlamentarismo político. 

"Cuando más desigual es una sociedad o un grupo dentro de esa sociedad, más posibilidades de unas actitudes de dominio, sin entrar en juicios éticos, en los que no entró en el libro", ha señalado.

En el plano político, el caciquismo depende mucho de cómo sean las leyes electorales en cada momento, que generan unos tipos u otros de caciquismo.

Como ejemplo pone que durante buena parte de la época de la Restauración isabelina (finales del siglo XIX) y hasta el golpe de estado de Primo de Rivera, la ley electoral establecía distritos uninominales. Soria tenía un diputado por Ágreda, otro por El Burgo de Osma, otro Almazán-Medinaceli y otro Soria. Al ser distritos pequeños solo se elegía un diputado y ello generaba, según ha explicado Romero, unas formas caciquiles.

"Ese diputado se tiene que ir a ganar el favor de los electores, que son pocos. Y de ahí también la compra de votos. Cuando los distritos nominales se convierten en provincias, con listas cerradas y bloqueadas como sucede ahora, ya no se pueden comprar unos votos, porque no deciden una elección. Pero las listas cerradas generan otro tipo de caciquismo dentro del propio partido político, para colocar a unos en primer lugar de la lista, o en otro puesto, sabiendo que salen", ha apuntado.

En esta situación, según Romero, ya no hay que comprar votos sino medios de comunicación. "Un medio de comunicación con potencia, tiene una influencia", ha señalado.

Democracía y caciquismo

Para Romero, en un sistema democrático se puede dar también el fenómeno del caciquismo.

"Mientras la sociedad siga siendo desigual socioeconómicamente, hay unas relaciones de poder y habrá alguien que tenga más poder y otros menos", ha recalcado.

Después de 40 años de democracía, Romero ha asegurado que siguen pesando más los 40 años anteriores de dictatura, "que han dejado no poco poso".

El término caciquismo nace en las Antillas, donde las tribus llamaban cacique al que tenía más mando e influencia sobre el resto de los miembros.

Romero ha señalado que la esperanza de regeneración política y cambios en el sistema democrático llegó de la mano del 15-M, en 20211, tras una grave crisis económica.

"Si queremos romper estructuras caciquiles, mientras la sociedad siga teniendo muchas desigualdades económicas, tanto o más caciquismo habrá", ha resaltado.

Para romper los caciquismos políticos, ha resumido Romero, lo que hay que hacer es cambiar la ley electoral, porque todas generan algún tipo de vicio y en este caso son las listas cerradas.

"Si cambias la ley electoral, generarás nuevas formas con el tiempo, porque no hay ninguna ley perfecta. Pero quien tiene que cambiar la ley electoral son los propios beneficiarios de la propia ley electoral", ha advertido.

Para Romero, el gran momento para un nuevo proceso constituyente fue después del 15-M, en 2011, ya que entonces había esperanza y deseo de transformación en la población, mientras las instituciones sufrían una crisis de credibilidad.

"Ahora no apostaría por un proceso constituyente, porque ésta no es la sociedad de la esperanza, sino la del miedo. Y los procesos se deben abrir siempre en momentos en el que domina la esperanza", ha recalcado.

Romero, en cualquier caso, no pierde la esperanza en que algún día será posible.

A su juicio, uno de los grandes enemigos de cualquier práctica caciquil, es el sentido critico de las personas. "Y eso no depende de situaciones económicas. Es como el jornalero al que querían obligarle a votar a un patrón determinado y decía: en mi hambre mando yo".

Cuando una población tiene un mayor número de individuos críticos y con sentido pleno de su propia libertad -no la de ir a tomar cañas-, es más difícil que actuen las facetas caciquiles.

 

 

 

 

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