TRIBUNA / ¿Ecologistas incendiarios?
Ángel Coronado defiende el ecologismo ante el conato de incendio registrado en Duruelo de la Sierra, o el expediente urbanístico del Cerro de los Moros, o la macrovaquería de Noviercas.
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TRIBUNA / ¿Ecologistas incendiarios?
Para evitar que arda, talemos el árbol, dicen eso. Y eso lo dicen muchos. Hay muchos que quieren talar el árbol. Algunos chillando. Otros dicen lo mismo, pero callando. Es atávico, pero ahora el horno está que arde con tanto incendio. Ahora se dice más.
Me cojo el Ripalda, como cuando de niño preparaba mi primera comunión. Empezaba preguntándonos el nombre: “Decid, niño, ¿cómo os llamáis?...” En la edición de ahora el Ripalda es el diccionario de adjetivos descalificativos mejor surtido. Para referirse a eso que digo de los incendios, el mejor. Contando con toda la gente a la que ahora gusta talar los árboles (no sea que se quemen) no hay otro.
Soy ecologista y amo el árbol. Abominable, sinvergüenza, mentiroso, vil, indigno, indecente, filo-terrorista, suicida, inmoral, demoníaco, asesino, criminal, enemigo, mafioso, delincuente, falso, indeseable, traidor, malo a secas que añado yo, y criminal, que no me importa repetirlo dos veces. Eso dice el Ripalda, última edición, y eso digo yo acerca de quien diga que los ecologistas somos incendiarios. En Duruelo, y hace bien poco, entre los cuatro bomberos y otro, hemos tenido que talar cuatro pinos para evitar que se quemasen diecinueve millones, trecientos noventa y ocho mil seiscientos noventa y siete sin contar ese que se quería cortar en Duruelo a cuenta de cortafuego. Se abrazó el otro a su tronco y le dijo al bombero: ¡Este no!, tronco, que no y que no. El bombero comprendió y después de un pequeño rifirrafe y el pino que parece que se salva, vino el viento y dijo que no y el pino que se quemó junto a otro que ahora mismo quito de la lista también. Ya son dos. Entre los cuatro bomberos y el otro se salvaron de la quema diecinueve millones, trecientos noventa y ocho mil seiscientos noventa y cinco pinos silvestres de los buenos, esto es, tropecientos noventa y siete, menos dos. En cuatro horas y tres cuartos o menos, que ya es decir. A descontar el minuto del choca esos cinco entre uno de los bomberos y el otro. Al final es así como se hacen las buenas amistades.
Soy ecologista y amo el árbol. Amo a esa carrasca que junto a otras cuatro adornan a modo de cresta vegetal el cocorote calvo del Cerro de los Moros. Abominable, sinvergüenza, mentiroso, vil, indigno, indecente, filo-terrorista, suicida, inmoral, demoníaco, asesino, criminal, enemigo, mafioso, delincuente, falso, indeseable, traidor, malo a secas que añado yo, y criminal, que no me importa repetirlo dos veces, eso le digo a quien corte o quiera cortar la carrasca para evitar que una cresta tan graciosa abandone a su Cerro y encima nos diga, a los ecologistas, que somos incendiarios. Para evitar el incendio talemos el árbol, para evitar el incendio talemos el árbol, sí, eso dicen muchos ahora. Otros lo dicen callando, así lo dice Don Carlos Primero de Soria el Silencioso acerca de la carrasca. Amo a esa carrasca que junto a otras cuatro adornan a modo de cresta vegetal el cocorote del Cerro de los Moros. Hay muchos ahora que quieren talar el árbol. Criminales, y lo digo por tercera vez. Se lo voy a contar a Ferreras para que me gestione la noticia, pero al derecho y como Dios manda. ¡Criminales!. Que ya van cuatro.
A Don Carlos (pidiendo permiso): ¡Jardineros del ayuntamiento! ¡A podar! ¡A podar esas cuatro encinas! Quiero un corte de pelo de los que se llevan ahora. Afeitado hasta la tapadera del cráneo. Luego libertad. ¡No se olviden del tupé! Gracias, muchas gracias, jardineros.
Y nos iremos a Noviercas unos cuantos ecologistas y yo y abriremos el zulo de cada vaca para que cada vaca se vaya por el bosque a pastar y para que dos mil trescientos y pico entre pastores y ecologistas, a diez vacas por cada uno (que son veintitrés mil vacas y pico, señores, veintitrés mil vacas y pico) y una vara con pico en la punta para decirle a la vaca que por ahí no, a diez vacas y esa vara por cabeza, decía, nos iremos a Noviercas para pastorear extensivamente por los campos hasta que todos los montes y todos los bosques de por allí se queden limpios de matorrales y brozas y pasto seco, es un decir, que ya me voy arrimando a los pastores de siempre y en contra de lo moderno, a favor de los abueletes, que no puede ser, eso no, querida Milana, porque lo peor es que se diga que nosotros, los ecologistas, eso, que somos los incendiarios, querida Milana. Al Ripalda de cabeza. Abominable, sinvergüenza, mentiroso, vil, indigno, indecente, filo-terrorista, suicida, inmoral, demoníaco, asesino, criminal, enemigo, mafioso, delincuente, falso, indeseable, traidor, malo a secas que añado yo, y criminal, que no me importa repetirlo dos veces, eso le digo a quien corte la carrasca para evitar que una cresta tan graciosa abandone a su Cerro y encima nos diga, a los ecologistas, que somos incendiarios. Y eso le dice un servidor a todo ese disparate de Noviercas. Y a todo el que diga que se acabó la cloaca haciendo de todo río cloaca, que me da igual, que cojo el Ripalda y se lo tiro igual al que tala que al que mancha los árboles y los ríos. Como al que pone una piscifactoría en el propio manadero, Queiles querido. Val, otro recién nacido muerto, el Queiles, el Val, el Golmayo mismo, el propio padre Duero, incluso el Manzanares, el Mar Muerto, Queiles querido. Val, otro recién nacido muerto, que no hay remedio. Que un río es un río y una cloaca es una cloaca. ¿A que sí, Don Mariano? Me refiero al inefable, ante quien solo es posible callar. No hay más que poner una piscifactoría en el propio manadero. O callar. A Ferreras querría yo ver de tertuliano con Don Carlos primero de Soria el silencioso. Tanto cuento estropajoso y difamante. Tanto discurso elocuente y tan callando. Tan callando, ríos que se van.…
Gracias, enrevesadas pero al fin y al cabo gracias, gracias le doy a Don Carlos Primero el Silencioso. Gracias patas arriba. Gracias del revés. Gracias a esas gracias, recuerdo a Jorge Manrique soltándole coplas a su padre con eso de los ríos que se van a la mar (cloacas, Don Jorge, cloacas), tan callando, tan callando. Gracias, que un servidor, Sr. Manrique, se va poniendo romántico.
Fdo: Ángel Coronado