Peñalcázar, cuarenta años sin un alma
Peñalcázar, pueblo fortaleza situado sobre una enorme muela en las estribaciones del Moncayo, cumple este año cuatro décadas de la despedida de su último habitante.
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El último habitante dejó el pueblo en 1978 y en el periódico La Vanguardia publicaron en 1976, cómo se celebró la primera votación democrática tras la dictadura... para un sólo habitante.
Según un despacho de la agencia "Logos", la mesa electoral de Peñalcázar fue la que menos electores contabilizó en 1976: sólo uno, Segundo Alcalde Portero, entonces con 45 años.
Hoy, cuarenta años después, la desolación se ha apoderado de las casas y de la iglesia de este pueblo situado a 1.249 metros de altitud, que estuvo rodeado de una muralla que protegía la población y que tiene una rica historia: fue ciudad celtíbera, la Centóbriga romana y después poblado árabe, como indica el topónimo. Alfonso I el Batallador ganó esta plaza fuerte llamada solamente Alcázar, entre 1120 y 1125, perteneciente a las Villas Fronteras con Aragón, del arciprestazgo de Gómara.
El pueblo, con cuarenta años de abandono, ha sido presa del expolio y de la desolación. Hoy sólo queda un centenar aproximado de metros del lienzo de la muralla por su lado oeste, restos del alcázar y de las puertas de acceso y recintos más o menos aislados, con algunas almenas en aceptable estado para el conjunto. La que fue iglesia parroquial de San Miguel, de fábrica gótico-renacentista, conserva su nervadura, pero tiene el tejado prácticamente caído.
El pueblo, que llegó a tener luz pero nunca agua corriente, sigue teniendo atractivo para los visitantes, por el enclave privilegiado en el que está situado, subido a una peña, y a la que hay que acceder a pie.