Su alcalde. Pero no su casa
Ángel Coronado incide en este artículo de opinión en los excesos verbales del alcalde de Soria, cuando está en la ciudad, frente a su corrección verbal cuando asiste a foros internacionales.
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Su alcalde. Pero no su casa
Soria es una ciudad pequeñita y tiene todo lo que una ciudad pequeñita debe tener para seguir siendo una ciudad pequeñita por crecer de buena gana. No queremos caer en la trampa de comparar una mosca con un tigre, pero hay moscas y hay tigres, siempre pequeñitas las primeras y los segundos, acaso solo tres, tres, tristes, tigres, pero siempre gatos descomunales.
Quiero decir que dudaría entre un tigre domesticado y una mosca picadora, una tsé-tsé por ejemplo.
Dicho esto, y sin olvidarme de los tigres, me gustaría recordar que ojo con las moscas. Las hay que pican aunque la mayoría no. Las moscas corrientes solo tienen una trompetita chupadora. Espántalas, pero al final, inocentes, solo saben chupar, minúsculos piquitos, minúsculos besitos. Espántalas.
Y a lo que vamos. A los tigres. Nuestro alcalde suele presentarse al modo tigre, pero cuando te suelta lo de “manda güevos….”, yo no sé lo que ustedes dirán, pero a mí nunca me hizo tanto daño eso, comparado con el ataque de un tigre. Fue soñando, y el animal, sin ninguna razón, se enfadó conmigo y se lio a darme manotazos como un gato a un ratón. No sé si quería jugar. En la cara de los tigres nunca se sabe si ruge o ríe. De cualquier manera sus dientes, los colmillos, eran largos como sables, afilados…
Cuando nuestro alcalde te suelta eso de “manda güevos…” en cualquier momento, al desayuno, a media mañana, o por la tarde a la hora de merendar, en cualquier momento del día, mañana o tarde, nunca de noche, nunca soñando, siempre de día, es como si una mosca picadora te picase. Me refiero a eso. De momento no quiero acordarme de los tigres sueltos, quiero decir sueltos y por el día como las personas (y como las moscas), pero haciendo “bulevares”, “embudos”, “aparcamientos” o ya me lo temo, edificando en los cerros a salvo de inundaciones y crecidas del Duero (las buenas ocasiones se aprovechan, y ahora toca dejarse de ramblas para subirse a los cerros), de momento no quiero acordarme de nadie haciendo el tigre hasta en Valdelagua del Cerro, con perdón de Valdelagua. Solo es un decir, por decir algo de algún cerro, de alguien haciendo el tigre por los cerros de Úbeda o por el cerro de los Moros.
Cuando me pica una mosca siento como si me gritasen al oído lo de “manda güevos….”, más aún si se repite, porque todos podemos tener un momento débil, un descuido, algo puramente casual, pero no si se repite. Confesamos el haber tenido noticia de algún jurista renombrado cometiendo excesos verbales con premeditación y alevosía, y lo peor, ante un público ansioso por desprenderse de un pastizal en caja, pero no en caja de supermercado sino en taquilla de sala de conferencias, pero también confesamos no haber tenido noticia de exceso verbal ninguno por parte de nuestro alcalde a su vuelta de foros internacionales de alta representación. Se lo agradecemos de veras, aunque más, y sin saber por qué, más a la divina providencia que a él. Nos fiamos más de ella que de él, pero no queremos restar a nuestro alcalde la parte de sus méritos. No podemos olvidar el más que probable esfuerzo en detener, justo al borde de la boca pero a tiempo, antes de salir, esa fatídica expresión de “manda güevos….” Lo pudo conseguir en Nueva York, creo, y luego, recientemente, con toda seguridad lo consiguió en El Cairo.
Pues bien, nuestro gozo en un pozo. Leo en Soria Noticias un artículo que lleva por título Soria, la “cagada” de la lonja micológica, la pasarela del Soto Playa, la zona azul y “Ceña ¡Ya! Y tiemblo. Habla de no sé qué, un pequeño olvido sin importancia, no importa qué, a nadie le importa qué, y más sabiendo que nuestro alcalde lo reconoce y pide disculpas y se da golpes de pecho. Nuestro alcalde se confiesa y dice que sí, dice que cierto. Y acto seguido sucede lo inesperado, en pleno día, a plena luz y a taquígrafo desbocado, nuestro alcalde se confiesa..., y abriendo la boca espeta: “Nos hemos equivocado por no decir que la hemos caga…” Es tremendo. Lo hacía en rueda de prensa, en Soria, eso es cierto, pero aunque Soria fuese su pueblo, Soria no es su casa. Tampoco su mesita para poner encima los pies en zapatillas, como Jose Mari charlando con sus amigotes George y Tony, eso no. Soria es una ciudad todavía pequeñita, pero también aquí nos gusta no sufrir de vergüenza por la de otro, ajena, como no sufren ni los norteamericanos ni los egipcios cuando nuestro alcalde va de visita por allí. A lo fino sí, pero no así, vamos, hombre. Casi como en la Casa Blanca, en zapatillas sobre la mesa, como en la casa de los tres cerditos.
Esto es tremendo, esto sí que es de caja de supermercado, le diría a cualquier jurista o juez. Dicte usted sentencia, puede usted dictarla. Esto es de cajón de supermercado. Deje usted la sala de conferencias con su caja. Véngase usted a Soria y no le digo que le coja por las orejas a nadie, pero se lo diría. Y sobre todo no le pegue a nadie con el martillo de la justicia, pero dígaselo. O si no, que sufran también allí, en los EEUU y en Egipto, que no lo sé. No en todas las lenguas se puede hablar de tal manera. Nadie lo entendería. Vamos, que no. De ninguna de las maneras lo creo. Eso tan solo nos puede ocurrir aquí. Salvando las distancias entre lo abyecto y lo sublime, esto es un marrón, esto es un torrezno que tenemos aquí, en Soria. Deje usted sus conferencias a lo fino, y a lo fino de su audiencia páselo por ese lugar, con perdón. Y véngase al ayuntamiento de Soria. A un pleno con audiencia de las de aquí. Y dicte sentencia, caracoles.