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TRIBUNA / Vinicius, sensacionalismo y oportunismo electorero

Mario Díez Collado reflexiona en este artículo de opinión sobre el incidente racista sufrido por el futbolista Vinicius en Mestalla y la utilización del mismo. Es de los que entiende que en la sociedad española no hay un problema de racismo ni de xenofobia.

TRIBUNA / Vinicius, sensacionalismo y oportunismo electorero

Si un extraterrestre pudiera sintonizar las cadenas de televisión, radio, prensa escrita, etc., de los últimos días en España (no pienso pedir perdón por no utilizar el término más “progre” de estado español) la idea que tendría acerca del racismo en nuestro país no sería muy diferente del problema de racismo que había en los EEUU en los tiempos del Ku klus Klan. ¡Cuánta tertulia de sabelotodo hablando del tema; cuánta declaración política a todos los niveles, incluso internacional; cuánta fingida indignación en los ambientes del buenismo “progre”, etc. dándole vueltas y más vueltas al incidente del domingo en el estadio del Valencia.

 Pero el caso es que por sí mismo el incidente fue, aunque de una cierta gravedad desde un punto de vista moral, poco importante desde un punto de vista social. Y ello por dos razones: primero, porque solo por unos pocos de los espectadores del partido insultaron de manera racista a un jugador de fútbol del equipo visitante; y segundo porque, aunque sean hechos moralmente repugnantes, no son frecuentes en absoluto incidentes de este tipo en los estadios españoles de fútbol. Debe además tenerse en cuenta que a otros jugadores de raza negra no se les insultó en el mismo partido. Hechos como este no pueden justificar la conclusión de que en nuestro país hay un problema de racismo. En los estadios de fútbol, más que en cualquier otro deporte, ha habido siempre energúmenos y botarates que se quitaban la máscara y dejaban que su otro “yo”, el oculto, sacara todas sus miserias al amparo de la masa y con la tensión de la competición. Pero este problema es más para psicoanalistas y para las Fuerzas de Orden Público que para debates y escándalos sociales y políticos si no pasa de ciertos umbrales de gravedad por los niveles de violencia y por la frecuencia del hecho.

¡En nuestra sociedad no hay un problema de racismo y tampoco de xenofobia, esto para desgracia de quienes necesitan víctimas y oprimidos para después venir a salvarlos y hacerse los héroes (y seguramente también obtener algunas ventajas de su “heroísmo”). Recordemos, para saber de lo que hablamos, que el racismo es una teoría biológica que tiene consecuencias morales: los seres humanos son más o menos humanos, tienen más o menos valor humano y dignidad, en función de su raza o naturaleza biológica. La xenofobia, como indica el propio término, es el desprecio al extraño o extranjero porque es extranjero.

¿Por qué entonces la importancia que se ha dado a este incidente que es para quien esto escribe mucho más preocupante que el propio incidente? Pues por dos razones: por una parte, porque hechos como este son carnaza para alimentar espacios de televisión, radio, etc., siempre por desgracia tan dispuestas a explotar y a crear el escándalo que da audiencia. Segundo… ¡porque estamos en elecciones! La lucha entre partidos es tan sectaria y tan despiadada como lo eran en el pasado las controversias religiosas, son su equivalente moderno. Había que despertar, si alguna vez estuvo dormido, el fantasma del racismo y la xenofobia para presentarse como los Capitán Trueno que vienen a salvar a negros e inmigrantes y, a la vez y sobre todo, para hacer campaña contra algún partido al que de manera obsesivamente constante se acusa de ser un partido racista y xenófobo y muchas cosas más. Seamos claros: Vox no existiera y tuviera la fuerza que tiene Vinicius importaría mucho menos.  Ahí estaban poniendo el grito en el cielo la ministra de igualdad, políticos de todas las izquierdas y esos especialistas en todo que son los tertulianos que dicen lo que cada cadena de televisión quiere que se oiga. La ministra de igualdad, en su tono habitual de arenga mitinera y de salvadora de víctimas que se inventa, mezcló el incidente del domingo con la violencia de género y no se cuántas cosas más. Solo faltaba que trajera también a colación en el asunto Vinicius el cambio climático. Para que no faltara nada incluso Lula da Silva, nada menos que Presidente de Brasil, se refirió al hecho en una reunión internacional de alto nivel. ¿Tendría tal vez también la intención de favorecer el triunfo de la izquierda en las próximas elecciones? Recordemos que la izquierda española fue muy beligerante en su favor y contra Bolsonaro en las recientes elecciones de Brasil que dieron la presidencia a Lula.

     Cuando en las entrevistas sobre el incidente del estadio dieron la palabra a Espinosa de los Monteros, diputado de VOX, solo se pudo oír que respondía que los ataques a su partido y a sus militantes eran aún más graves porque eran sistemáticos y llegaban a la agresión física. ¿No había nada más en su respuesta o no era conveniente que se escuchara? Dicho sea de paso, la parte de su opinión que después de la censura pudo escucharse y a la que acabo de referirme era muy digna de tenerse en cuenta y debe preocupar tanto o más que el muy manoseado incidente del estadio.

     Uno lamenta que a los españoles se nos pueda acusar con tanta frecuencia y con tanta alegría de racistas y xenófobos sin que estas acusaciones tengan ninguna consecuencia incluso cuando son falsas. Lo hacen tanto personas de origen extranjero como activistas de izquierda. Pero cuando las bandas juveniles campan por sus fueros en barrios de Madrid y otras grandes ciudades no se le ocurra a nadie decir que son bandas latinas aunque lo sean casi todos sus componentes porque entonces los buenistas le dirán que está utd. fomentando la xenofobia y el racismo y hasta le pueden acusar de un delito de odio, que es el equivalente al delito de impiedad y herejía en las sociedades religiosas fundamentalistas. La queja, su frecuencia y su nivel de indignación, depende de dos factores: los motivos para quejarse que cualquiera tenga y, además, las consecuencias que la propia queja pueda tener. Cuando la queja es inútil cualquiera se queja menos aunque tenga muchos y graves motivos para quejarse. Yo creo que un exceso de atención a las quejas de racismo, xenofobia, etc., que hacen personas de origen extranjero y no extranjero explica que se quejen tantas veces sin razón.  Es una queja muy fácil que puede servir y sirve para autovictimizarse y esconder la propia culpa y responsabilidad  en los problemas y fracasos.  Policías, profesores, médicos etc., saben que cuando se llama a una persona de origen extranjero la atención o se le sanciona o se da una negativa justificada a una pretensión suya, de manera inmediata hay que soportar la consabida acusación: “es utd. racista y xenófobo y… “.

Quien esto escribe es profesor y ha tenido que soportar que cuando ha llamado la atención a un alumno de origen extranjero y de raza negra por su comportamiento absolutamente inadecuado en un aula éste le contestara que había nacido con ese color de piel y no podía cambiarlo. ¿No es esto también racismo y no es también expresión de odio y desprecio a quien ha nacido en este país y está arraigado en este país? ¿No debemos empezar a reconocer otra manifestación de odio que es la introfobia y que padecemos quienes aquí nacimos y somos españoles hijos de un español que a su vez era hijo de otro español de origen? Después del incidente del domingo en el estadio de fútbol y su explotación sensacionalista y política las acusaciones de racismo y xenofobia serán más frecuentes. Pero si utd. no está en un grupo de los ideológicamente considerados vulnerables no le queda más que aguantar y, tal vez, no votar a quienes cacarean los nuevos tópicos antirracistas, anti esto y lo otro y lo de más allá.  Y perdonen las molestias.

Fdo: Mario Díez Collado.

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