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TRIBUNA / Umbrales y fronteras

Ángel Coronado incide en este artículo de opinión en una oposición semántica y lo refiere a la labor humanitaria de Médicos sin Fronteras y la actuación del Gobierno italiano.

TRIBUNA / Umbrales y fronteras

Hay cosas que parecen contrarias, pero bien miradas dejan de serlo. O mejor, sin dejar de serlo (y siempre que se miren bien), lo son. Ocurre con los trenes vistos de lejos. En dirección contraria parece que chocarán, pero bien mirada la vía (bien trazada y doble, de ida y vuelta, y bien colocados los trenes cada uno de los mismos en su vía, tranquilo), no chocarán.

Y hay cosas también que siempre tienen doble vía (por ejemplo, a la vía del bien acompaña siempre la del mal, al gordo no le falla nunca el flaco, ni a lo feo lo hermoso ni a tantas y tantas otras cosas la otras, que al ingente montón se denomina con este pomposo nombre: pares de oposición semántica).

Pero ¡hay! Hay quienes miran estas parejas bien y quienes las miran mal. Mantengo la hipótesis de que si el bien, fíjense, nada menos que si el bien, si el bien no necesitase del mal (como si lo limpio no demandase lo guarrete, que ni de lo limpio podríamos hablar ni de lo sucio tampoco), tampoco aquél existiría. En rigor podrían existir (lo que se dice existir) ambas cosas (quién lo sabría), pero como si no, como el aire para los peces, que ni se enteran ni pueden enterarse. Como el aire para el pájaro, como si no existiese (eso para él, naturalmente, solo para él, para el pájaro, porque de otra forma dejaría de ser pájaro). Y todo porque nosotros, ni peces ni aves, podemos decir lo que desde hace dos minutos vengo diciendo. Y aún más. Puedo mantener la hipótesis a la que antes me refería solo por eso, por lo que vengo diciendo, lo que por otra parte repito siempre que puedo.

No hay umbrales sin fronteras, y sin embargo se necesitan mutuamente para dejarse ver bien, como la cara de una moneda, que siempre dando la espalda a la cruz, ¡vaya cruz!, necesita de la primera. Es la moneda, mi amigo, le digo a mi amigo como si hubiese descubierto América. Y lo digo de la misma forma y por idénticas razones que asisten al que dice: es el mercado, mi amigo. No hay umbrales sin fronteras ni tampoco ninguna de ambas cosas sin una ventana o puerta.

Me repaso todo esto para ponerme a leer. Y leo esta noticia en la prensa: “El barco de Médicos Sin Fronteras atraca en La Spezia con 237 migrantes abordo pese a las posibles sanciones de Italia”. Y me atrinchero aún más en todo lo dicho más arriba. ¿Qué médicos son éstos que, sin conocer fronteras se pasean por el Mediterráneo?

Para saberlo sigo leyendo. Y leo: “La nave humanitaria Geo Barents obtuvo el permiso para desembarcar tras socorrer a 69 migrantes; sin embargo, durante la travesía rescató a dos embarcaciones más. Según la nueva política del Gobierno italiano, las ONG deben atracar inmediatamente después del primer rescate.”

¿Qué médicos son éstos que no conocen fronteras? Y me refugio como puedo en ese par de oposición semántica, en ese par que puse de nombre para todo esto. Me refugio en ese par de cosas porque no quiero meterme en política, ni falta que hace ni puedo hacerlo por otra parte ni por la parte primera que dije quiero hacerlo. Porque vamos a ver: si no hay fronteras, señores médicos sin fronteras, tampoco hay umbrales, vamos a ver, digamos puertos. Y luego desembarco y le digo al Gobierno italiano, vamos a ver, si las hay, si hay fronteras, señor Gobierno italiano, debe haber umbrales, digamos que puertos.

Y los médicos me dicen que ni hay fronteras ni umbrales, que para ellos ni una cosa ni la otra o que de haber una, esa va y arrastra con ella la otra. Total, que ninguna o ambas a la vez. Y por eso desembarco y le pregunto eso mismo al Gobierno italiano y ese Gobierno me dice que fronteras hailas, pero que de umbrales o puertos te olvides, amigo. Y entonces fue cuando le pregunto de nuevo al Gobierno italiano lo de no entender cómo salen los italianos de sus fronteras siendo éstas herméticas, o cómo vuelven a entrar, turistas ellos como los primeros, que hasta los neumáticos de los automóviles, que presumen de ser herméticos, hay que revisarlos de vez en cuando. Gracias a Dios, el aire los infla y, aún en pequeñísimas cantidades, sale. Eso es así, pero nada. En lugar de contestar, el Gobierno italiano va y me larga un portazo. Se me olvidó decirle que con los balones de fútbol pasa lo mismo, y eso que los italianos haciendo coches y jugando al fútbol son fenomenales.

El caso es que no quiero meterme en política. Con los pares de oposición semántica tengo bastante. Sólo hay un caso en el que, como hace el Gobierno italiano, la frontera se puede olvidar del puerto.

¿Cómo?, me pregunta curioso el Gobierno italiano

No me gusta la política, pero contesto: Olvidándose también de la decencia, señor Gobierno italiano. Eso es la pura indecencia, amigo.

Fdo: Ángel Coronado

 

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