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TRIBUNA/ Una ciudad sin fortuna

El escritor y pintor Marcos Molinero incide en este artículo de opinión en el valor literario que tiene el Cerro de los Moros y que está hoy amenazado por una posible urbanización. ¿Qué más tiene que tener un paisaje para que sea salvado de las amenazas de aquellos que pretenden destruirlo? pregunta en voz alta.

TRIBUNA/ Algo más sobre el Cerro de los Moros o una ciudad sin fortuna

 

El 3 de agosto de 1867 El Museo Universal inserta un curioso grabado de la ermita de san Saturio firmado por Valeriano Bécquer. Seis años antes su hermano Gustavo Adolfo publica en El Contemporáneo  las tres grandes leyendas ubicadas en el entorno del Duero: El monte de las ánimas, El rayo de luna y La Promesa.

 En 1862 el compositor sueco Franz Berwarl, uno de los más grandes músicos escandinavos, estrena su ópera Estrella de Soria, representada con gran éxito en todos los grandes escenarios europeos. Pío Baroja nos dejaría constancia en los primeros años del siglo de su deambular entre el claustro de San Pedro, San Juan de Duero y San Polo.

Antonio Machado escribe entre 1907 y 1912 sus grandes poemas sobre estos parajes del Duero que agrupa en Campos de Castilla, versos que han memorizado generaciones de sorianos. Gerardo Diego publica en 1923 su primera versión de Soria, libro que alcanzaría en 1948 su versión completa y definitiva.

Angela Figuera Aymerich da a la luz en 1949 su poemario Soria pura. Dámaso Santos edita en 1947 La tarde en el Mirón. Gaspar Gómez de la Sena publica su Cuaderno de Soria en 1959. Juan Antonio Gaya Nuño da a conocer en 1953 El santero de San Saturio –la gran novela social de Soria- y en 1976 Julio Garcés publica la versión definitiva de Los poemas de San Polo.

Estos libros son solo una pequeña parte de la inmensa bibliografía que ha originado un paraje insólito, poco más de un kilómetro que va, a orillas del Duero, desde el claustro románico (y mágico) de San Juan de Duero –frente a las murallas de la vieja Soria-- hasta la emita de San Saturio. Sumemos a esta lista otros grandes poetas como Concha de Marco, Dionisio Ridruejo, Florentino Blanco, García Nieto, Virgilio Soria, y la abundante nómina de quienes en la segunda mitad del siglo XX hemos seguido escribiendo y pintando sobre este entorno singular.

Pocas veces lugar alguno se ha convertido a lo largo de más de dos siglos en un referente literario donde están presentes sin interrupción algunos los nombres más importantes y esenciales de nuestra literatura.

En ningún sitio como aquí podemos observar -ordenados como estratos superpuestos- los más sobresalientes periodos de nuestra literatura, desde el romanticismo al surrealismo pasando por el simbolismo, el altruismo o las dos grandes generaciones del 98 y el 27.

Este paraje es hoy la ribera sacra de nuestra poesía, un lugar mítico –ya Bécquer cuando solo era paisaje lo definió como un verdadero tesoro- que los sorianos están obligados a salvar con su esfuerzo colectivo implicando con urgencia y determinación a corporaciones locales, entidades autonómicas, ministerio de Cultura, academias y a todas aquellas instituciones que integran el mundo de la cultura.

Miles de sorianos han firmado ya un manifiesto en defensa de este entorno de paisaje, poesía y arte. Y un nutrido grupo de escritores, académicos, artistas y conocidos nombres de la cultura y la ciencia españolas han hecho público de manera conjunta y con una sola voz su rechazo a que el Cerro de los Moros sea urbanizado en un plan que contempla la construcción de mil trescientas viviendas.

Pero no nos engañemos: este es un viejo problema creado por los políticos de antaño que tienen que resolver los políticos de hoy porque bien sabemos que la conversión de suelo rústico en urbanizable siempre ha sido en este país la punta de lanza de toda corrupción. Y confiamos que así lo hagan porque ni los poetas ni los artistas están para estas cosas, que ya tienen bastante con lo suyo. Pero no olvidemos que no solo el disparate y la especulación son condenables, también lo son la incompetencia, la burocracia estéril, las malas excusas, la equidistancia y el silencio.

Decía Antonio Machado por boca de Juan de Mairena que “los políticos que pretender gobernar hacia el porvenir deben de tener en cuenta la reacción a fondo que sigue en España a todo avance de superficie. Nuestros políticos llamados de izquierdas, un tanto frívolos –digámoslo de pasada- rara vez calculan, cuando disparan sus fusiles de retórica futurista, el retroceso de las culatas, que suele ser, aunque parezca extraño, más violento que el tiro”. Pues eso.

Hace ahora 41 años ese soriano de adopción que fue Julián Marías, ante el proyecto de un absurdo nuevo puente en las proximidades de la ermita del santo, escribió en el diario El País unas palabras que parecen estar escritas para la nueva amenaza que se cierne sobre el emblemático paseo entre San Polo y San Saturio, “un lugar -dice Marías- prodigioso en que converge el río remansado, la vegetación, los viejos edificios, las tradiciones sorianas y, por si faltara algo, un divino poeta”, no sin advertirnos a renglón seguido que se trata de “una de las pocas bellezas de la que Soria no ha sido todavía despojada”. Y concluye: “Este trozo de tierra, agua , piedra, árboles y cielo que en el agua se refleja no es propiedad exclusiva de ninguna corporación soriana, ni siquiera de todos los sorianos juntos. ¿No tendría nada que decir Antonio Machado? ¿Y los que no han nacido? ¿Y los que no son -los que no somos- sorianos?” Alguna vez le oí decir a Marías que en estas cuestiones Soria es una ciudad de mala fortuna. Parece que estamos en las mismas.

Yo he tenido la suerte de acompañar a Gaya Nuño y Concha de Marco en ese camino en un otoño inolvidable. Y he recorrido con el poeta Enrique Azcoaga el mismo camino que él había hecho medio siglo antes con García Lorca. Y Jorge Guillén -que llegó a Soria acompañando a Federico con el grupo teatral La Barraca-  me dijo un día que aquel paseo junto al Duero era el más impresionante santuario de la poesía española. Estoy convencido de que todo soriano tiene su personal vivencia en este paisaje que cierra y abraza la ciudad entre chopos y álamos, murallas, claustros románicos, viejos puentes, ruinas templarias y ermitas, cauce cargado de evocaciones que nos lleva a los sorianos a confundir lo soñado y lo vivido. Este lugar forma parte de la educación sentimental de todos nosotros porque como ha escrito Julio llamazares el paisaje sostiene las huellas del pasado, reconstruye los recuerdos. No dejemos que nadie nos quite los recuerdos ni nuestra herencia sentimental.

¿Qué más tiene que tener un paisaje para que sea salvado de las amenazas de aquellos que pretenden destruirlo? Dice la UNESCO que un paisaje debe ser protegido cuando se estime que es clara representación de la genialidad creativa o haya acumulado a lo largo de un largo periodo un intercambio de conocimientos o creaciones artísticas. Y señala además que para contemplar su protección o incluso para catalogarlo como Patrimonio de la Humanidad ha de estar directamente asociado o conectado con trabajos artísticos o literarios que tengan una honda significación universal. Y un punto más: un paisaje o un monumento debe ser protegido, según la UNESCO, cuando esté amenazado o sea vulnerable al impacto de cambios irreversibles. Blanco y en botella.

Es un orgullo para todos nosotros que Castilla y León sea la región del mundo con más bienes declarados Patrimonio de la Humanidad y que España sea uno de los países con más bienes catalogados, tanto en su patrimonio artístico como paisajístico. Y es un hecho significativo y esperanzador que se hayan contemplado para su especial protección lugares naturales tan diversos como el palmeral de Elche o el denominado Paisaje cultural de Aranjuez. Por eso nos preguntamos cuántos parajes existen en nuestro país tan singulares y emblemáticos, con tanta acumulación de riqueza patrimonial y tanta densidad de poesía, de arte, de historia y de paisaje como el camino que se inicia en San Juan de Duero y termina en la ermita de San Saturio, enfrente mismo del Cerro de los Moros.

Se nos acusa a los sorianos de ser algo chauvinistas, pero también de no soportar que nadie saque la cabeza por encima de un listón de cordura y sentido común.  Pues bien, seamos ahora capaces de reivindicar lo propio con orgullo y sin tibieza. Porque tenemos razón, porque es nuestro y porque, si no lo hacemos, nadie lo hará por nosotros.

Fdo: Marcos Molinero Cardenal. Escritor y pintor

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