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OPINIÓN/ Del terruño al solar

Ángel Coronado reflexiona, en este artículo de opinión, sobre el valor de la cultura, de Antonio Machado y del cerro de los Moros, en su paso de terreno rústico a urbano.

OPINIÓN/ Del terruño al solar, dígase como se quiera

Las palabras se desgastan. Algunas son blandas y sin embargo duran. Otras, como el granito, parecen azucarillos al agua. Todo está en el uso y el abuso de la lengua. Es la charla charlatana. Al poeta Machado lo estamos desgastando. O no, a Don Antonio no hay quien lo desgaste. Desgastaremos lo que decimos de él. Y es tan sabio, tan sentido y tan altísimo y profundo a la vez lo que suele decirse de él, poeta soriano del mundo, que muchas veces parece cháchara y no lo entendemos bien.

Nadie ha dicho, por ejemplo, o por lo menos nunca lo he visto ni leído así (tiemblo tan solo en pensarlo), que Machado es un poeta, o puede serlo para muchos, un poeta “Pata Negra”. Quiere decirse valor seguro. Si dirigido al sector de la cultura según se viene haciendo hasta hoy (y que siga, que siga), no tiene precio. Pero también lo puede ser, y es a esto a lo que voy (tiemblo tan solo en pensar que lo mismo que a la “Pata Negra” del extremo Extremadura, le sucede a la mantequilla o al torrezno, ambos de Soria pura), también lo puede ser en otros sectores económicos, sociales, y de servicios o así.

Para mí que todos lo saben. El valor de la cultura se mete por todas partes, de la misma forma que Dios anda también correteando entre los pucheros, y el que nunca se haya dicho que un verso de Machado evoque a un torreznillo no dice nada nuevo al tiempo que destapa una novedad. Y esto es lo que quiero decir y por eso lo digo. Que no me vengan con que al poeta se le debe todo, que no le moleste una mosca. Que no, que no, que la poesía y la cultura anda también entre las moscas. Mantengo la hipótesis de la enorme capacidad socarrona de Don Antonio. Sabría perdonarme seguro. Lo digo con buena intención. A que sí.

Antonio. Te voy a tutear.

Bien es cierto, por otra parte, que la cosa comercial es compleja. Hay que valer para eso. A la “pela” (todavía la peseta vive, vive su voz. Buen ejemplo de alada ligereza. Algo ya ido. Palabra que aguanta como una leona uso y abuso. Mientras tenga euros en el bolsillo, se dice, bien va la pela). A la “pela”, decía, se la curra, o si no vuela. Pero repito, es justo eso lo que digo, que Antonio (y como él tantos), Antonio, poeta que bien se trajese al sector de la pela y el comercio, tampoco tendría precio. Eso sí, habría que saberlo hacer. Es más fácil atrapar la pela de otras formas (tiemblo, como hizo a la vista temblar (y sigue haciéndolo), el hayedo en el pinar que dijese Antonio, al pensar en esto: el valor primero, el original, esa falta o pecado original del, cómo decirlo, porque no quiero usar una palabra (urbanismo) que no se desgasta más por estar completamente desgastada, de la que nunca y nadie sabe, a todo esto, lo que de veras dice, tan llena de mierda está, esa falta o pecado original decía, casi bíblica, de los P.G.de O. (Planes Generales de Ordenación) o N.S. (Normas Subsidiarias) y de toda la corte de modificaciones puntuales (¡ahí!, ¡ahí!) de lo apto y de lo que no lo es, santo Dios.

Antonio, Antonio, ¡el cerro!, ¡el de las cárdenas roquedas! ¡El pata negra de nuestro paseo! Acabo de subir al cerro, Antonio. ¡Antonioooo! ¡Que acabo de subir al cerro!

El Informe, el Impacto, el Impacto Ambiental, el PERI y todo eso y mucho más, ese pecado, esa falta original, a saber: el tránsito, la transfiguración, la metamorfosis, el golpe mago de la magia del sombrero de la copa que pasa del terruño (cuatro pelas) a solar (cuatrocientas), ese bestial diferencial, esa diferencia original entre la pela rústica y la urbana, pasa de una forma o de otra por la mano del gobierno municipal en que radique cualquier terruño, y por ende (que dicen los leídos y escribidos), por la del capitán, alcalde presidente o regidor.

Todo mi reconocimiento a todos los alcaldes de todas las ciudades y pueblos de Soria y de la península entera a excepción de Portugal, porque no sé si allí ocurre lo mismo. Los de aquí están sujetos a dejarse pasar la pela por debajo de la nariz sin rechistar.

“Que no, que no es eso, que no es así”, dice un alcalde.

“Deja el cerro como está”, contesta un señor.

“Que no, que no. No puedo. No puedo indemnizar”

“Deja el cerro cuatro pelas como está, repite cabezón el señor.

“Cuatrocientas dirás”

“Deja el cerro cuatro pelas como está”

“Que no, que no. Lo que yo te diga. Cállate ya. Y escucha. Que venga el mercado hablando”.

Fdo: Ángel Coronado

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