TRIBUNA / Me apuesto el Cerro
Ángel Coronado incide en este artículo de opinión, con buenas dosis de ironía, en el desarrollo del Consejo Municipal de Medio Ambiente y Urbanismo, donde se abordó el expediente urbanístico del Cerro de los Moros.
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TRIBUNA / Me apuesto el Cerro
Mañana continuaré. Lo de hoy, 30 de junio de 2021 es solo apuesta. Apuesto a que nuestro alcalde no se apea del burro. No siendo profeta tienes que apostar. Y hasta que pierdas o ganes solo cabe la esperanza o ser cenizo.
Soy cenizo. El cenizo nunca pierde la esperanza de perder. Por desgracia tengo esperanza de ganar y digo por qué, que mañana lo podré repetir también. Dicho del revés, no la tengo, la esperanza de ganar no me asiste. Nada espero del presunto mentiroso. Apuesto a que seguirá mintiendo, y en esto no soy cenizo sino creyente optimista.
Resumiendo, tengo cenicienta fe. Y aparte de la conocida controversia de que al mentiroso se haga o nazca de suyo así, que nada importa ni viene al caso ahora, creo y apuesto por ello que seguirá presuntamente mentiroso por todos los siglos de los siglos y amén. Desde que ocupa el puesto que ocupa, como desde que siendo el centro del sistema solar (el sol) nace todos los días por levante y se pone por poniente, nuestro mentiroso miente (presuntamiente) mañanas y tardes en cuanto al Cerro de los Moros el sol hace amanece para luego anochecerlo cuando se pone poniente. Y lo mejor del caso es que no hay delito en considerar a ese cerro erizado de rascacielos como si fuese un erizo y ser al tiempo bellísimo. Lo mejor del caso es que no hace falta mentir en este caso. Me gustaría ver vomitando entre verso y verso del “Poeta en Nueva York” a quien no gustase de Lorca ni rascacielos. Me gusta. No me gusta. Y ya está.
Lo que no entiendo es que por ser alcalde haya que mentir o esparcir por ahí la sospecha. Eso es lo único que no entiendo. Porque alguien dijo una vez con mucha gracia y a propósito de algún político, que no era posible soplar y aspirar al tiempo. Con muchísima menos gracia pero asistido por razones de bastante parecido, yo digo ahora que no es posible ser alcalde de Soria y al mismo tiempo encontrar alivio viendo al Cerro ce los Moros como un erizo lleno de rascapúas. O que no se puede ser alcalde de Nueva York y hacer de Manhattan bosque de jaras, carrascas y brezos. No es posible soplar y aspirar al tiempo y no le demos más vueltas al asunto, que se nos marea.
Puesto en esas, dejemos Manhattan, dejemos el Cerro, y cambiemos en sus ayuntamientos a estos feroces faquires que soplan y aspiran al mismo tiempo (presuntamiente).
Ya es mañana, dicho por hoy, uno de Julio del año de gracia de dos mil veintiuno, en función de lo dicho ayer, día en que el consejo que había de celebrarse se celebró.
Y he de confesar que perdí mi apuesta. Porque nunca pude pensar que un fenómeno de ventrílocuosismo tan refinado pudiese nunca tener lugar, ahora precisamente.
Bueno, al zorro se dio la llave del gallinero. Y el zorro cantó verdades como puños, pero verdades que puestas en el pico de cualquier gallina hubiesen sido mentiras pero en la húmeda nariz del zorro, húmeda de tanta lengua de zorro que la visita, negro y húmedo el hocico, verdades que puestas allí sonaban cristalinas como perlas de cristal, de ostra y de verdad. Perdí mi apuesta. Nunca pensé que al cacareo de la gallina suplantase el vozarrón del zorro, educado, eso sí. Perdí mi apuesta. Nunca pensé que la voz del zorro, a la sazón tan calladito desde un principio, me hiciese decir eso.
El Heraldo de Soria, que al considerar a Soria representada por su alcalde como es debido y razonable suponer (aún en las actuales circunstancias, esto es, aun confundiendo pelo por pluma y hocico por pico), nos cuenta cómo el zorro, cogiendo del ala a la gallina, entran en el consejo a paso de procesión, esto es, solemnemente, haciendo añicos mi apuesta y tomando asiento en el estrado presidencial entre cacareos discretos y mutismo de audiencia.
Uno de los buenos, no sé de qué gallina, dice que toma esto, ahora escucha y encima da las gracias.
Ah, otra cosa. Se me olvidaba (póngase presuntamente donde convenga, porque me hago un lío con tantas presunciones, que al fin y al cabo la voz del ventrílocuo es siempre presunta) Con ademanes infinitamente finos y educados y de saber estar y decir como se debe sin herir a nadie, que si te sientes herido es por tu culpa, eso es, que si te sientes herido es por tu culpa y no te olvides de que tres guantazos son menos que seis, va el zorro y dice. El zorro dice que tan solo desde San Saturio hay un punto de vista que quizá, claro, con esa altura de los edificios que quiero levantar por allí, puede que tú, desgraciado, puedas ver el ático desde donde yo, piensa lo que quieras, desde donde yo, desde mi terraza, te puedo ver a ti paseando. Porque ya se sabe que si te veo me ves. La luz se desplaza en dirección rigurosamente recta. Remata diciendo que te vayas a paseo entre cacareitos discretos de ave de corral que lo corean. Una pluma de gallina revolotea como queriendo posarse, pero un ujier del ayuntamiento, como un recogepelotas de tenis, corre de izquierda a derecha de la mesa presidencial cogiendo al vuelo la pluma que a poco quería posarse sobre alguna testa enmascarillada, pone punto final al consejo no vinculante y de paso malogra mi apuesta. Y colorín colorado, todo rostro (merecedor de tal nombre) sonrojado.
Fdo: Ángel Coronado