TRIBUNA / Autorretrato del Cerro
Ángel Coronado traza en este artículo de opinión un autorretrato del Cerro de los Moros y de las alegaciones en contra de urbanizar este paraje cultural, ante los silencios del Ayuntamiento de Soria.
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TRIBUNA / Autorretrato del Cerro
Al ayuntamiento de Soria en la persona de su gestor D. Carlos Martínez, y a todo aquel que de alguna forma tuviese la idea y/o el interés de conocer el contenido del texto que sigue, se dirigen las presentes líneas a las que adjudico el nombre de “Alegaciones en contra de la idea de urbanizar el Cerro de los Moros”
Permítaseme hacer previamente la siguiente afirmación: sostengo, creo que de forma justificada y en consecuencia firme, que el citado ayuntamiento y a través de su gestor o máximo representante, tiene o detenta la soberana autoridad de autorizar, o no autorizar, la urbanización del Cerro de los Moros sin más, esto es, sin otra condición o exigencia que la de poner en práctica esa potestad conforme a la forma legal de hacerlo. Todo ello según se ha dicho, se dice y se seguirá diciendo hasta la saciedad.
Permítaseme también hacer algún comentario en torno al sentido de la voz “alegar”. Entiendo el sentido de otra palabra emparentada con esta en calidad de matriz (la palabra “legar”), como acción de dar, donar, pero no referida directamente a la cosa que se dona o da, sino acompañada de la forma legalmente establecida de hacerlo. Legar es donar (creo que a título póstumo) algo. En cualquier caso, legar es dar, deponer o renunciar a un derecho, el derecho de propiedad sobre algo, ese algo que se da gratuitamente mediante donación o legado. De ahí el imperativo de hacerlo conforme al procedimiento legal establecido a los efectos.
Pero “alegar” no es lo contrario de dar o de donar, como tampoco se refiere con tanto empeño a la legalidad de hacerlo, por más que no sea procedente ir por ahí alegando porque sí, a tontas y locas. En cualquier discusión surgen alegatos, pero cuando se trata de alegar en contra de algo que legítima y legalmente se propone (como es el caso de la propuesta de urbanizar el Cerro de Los Moros por parte del ayuntamiento de Soria a través de su máximo representante), no se puede alegar en contra por las buenas o porque sí. Estas letras no son, por lo tanto, alegación alguna en el sentido formal del término. Se trata de un “alegato” sin más, una especie de discusión, un artículo de prensa sin más. A los efectos que pretendo, me sobra y basta con esto. Alegar no es lo contrario de dar o de donar, pero ser, lo que se dice ser, poca cosa es, pero al tiempo más que nada. Estas letras ni quitan algo supuestamente dado ni pretenden adueñarse de lo mismo. Pretenden algo difícil de definir en términos activos o positivos, pero claros y expresivosexpresivo al punto en términos negativos. Alegar no es tal, alegar no es cual.
Alegar no es lloriquear, implorar, rogar ni pedir supuesto favor, ni menos aún pedir la devolución de algo que, también supuestamente, se nos debiese. Alegar no supone deuda previa ninguna. Una deuda se exige, nunca se ruega. Sería el deudor quien, llegado el caso y a su debido tiempo, implorase o rogase caridad ante cualquier castigo, calamidad, o herencia envenenada. Alegar no es suponer, en el haber de aquél ante quien se alega (en el ayuntamiento de Soria y a través del mismo en su máximo gestor don Carlos Martínez) nivel o grado ninguno de cultura, por más que se cierna sobre dicho cerro un grave atentado en contra de la misma. Por idénticas razones, alegar tampoco es suponer en ese mismo estamento administrativo ni en su máximo gestor, conocimiento alguno de la ciencia matemática, por más que los números que marcan la demografía residencial soriana puestos frente a los que definen la edificabilidad residencial que se pretende habilitar en el Cerro, no cuadren. Alegar tampoco es suponer al ayuntamiento de Soria conocimiento alguno acerca del sentido de la voz “pelotazo”
Y pasando a otro orden diferente de cosas, alegar tampoco es aconsejar al necesitado de consejo, ni enseñar al ignorante mediante la puesta en práctica de cualquier acto misericordioso por parte de nadie ni a favor de nadie ni por supuesto en ayuda del ayuntamiento de Soria etc., etc., aludiendo en estos etcéteras a su máximo gestor, a Don Carlos Menesteroso.
Alegar es, pues, algo muy fácil de precisar por el flanco de lo negativo pero muy difícil de hacer por el flanco sustantivo. Sabemos lo que no es, pero no sabemos lo que real y positivamente sea. En sustancia tenemos algo muy claro: si a la voz “legar”, cuyo significado no se nos oculta, añadimos por delante una vocal, concretamente “a”, obtenemos “alegar”, lo que parece poco pero es, por el contrario, mucho, y si no, vamos a compararlo con otros fenómenos lingüísticos de la misma familia gramatical. Por ejemplo con tender y atender, sumir y asumir, saltar y asaltar, parecer y aparecer, pares de oposición semántica ejemplares.
Me quedo con este último de par de oposición. Parece que nuestro ayuntamiento calla, pero en su silencio, en ese parecer silencioso, aparece una respuesta clara. Entiendo que cada pregunta que le hacemos, en el entorno en que aparece, es como si un diente faltase al entorno de piezas dentales que permanecen ancladas. Para encargar al ratoncito Pérez su graciosa donación, le decimos al niño que nos enseñe los dientes, y al punto el silencio de la mella nos habla. ¡Es un colmillo! ¡Es un paleto!, y así sucesivamente hasta completar la dentadura entera, incluso la muela del juicio.
Con sus silencios, el ayuntamiento de Soria y en su máximo gestor, el silencio de Don Carlos Primero el Silencioso, habla de una forma contradictoria que parece por eso mismo milagrosa. Se pinta un autorretrato incoloro. ¡Pinta, Carlos! Y en el aire pinta Carlos silencioso.
¿A que un autorretrato es el retrato que de uno mismo hace un pintor? ¿A que de Van Gogh existen varios? ¿Qué diría usted si uno de ellos, cualquiera, y sin dejar de ser autorretrato, hubiese sido pintado por Manet, Monet, Cézanne, Degas, Toulouse Lautrec, Gauguin y Pissarro con algunos brochazos de Miró, Dalí, y otros finales de Picasso?, ¿A que parece imposible hacerse un autorretrato a fuerza de pinceladas ajenas una detrás de otra?
Y esta es la triste historia de nuestro alcalde, tan poco nuestro, frente al cerro de los Moros, tan nuestro el cerro. Se presta tanto al chiste como al milagro. Y a la tragedia siempre, siempre, siempre, siempre. Tómese como se quiera. Ahí está el ayuntamiento. Algo más allá se asoma el Cerro, y Don Carlos entre ambos, menesteroso, pinta en el aire silencios y alegando que te alego inoperoso.
Fdo: Ángel Coronado