Fermín Herrero, premio de la Crítica de Castilla y León 2015
Por su poemario "La gratitud"
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Fermín Herrero (Ausejo de la Sierra, Soria, 1963) ha sido reconocido con el Premio de la Crítica de Castilla y León 2015, por su poemario "La gratitud". El jurado ha decidido hoy en Ávila conceder este premio al reconocido poeta soriano.
El Premio de la Crítica de Castilla y León, organizado por el Instituto de la Lengua de Castilla y León, es un premio literario anual que se concede al mejor libro de autor castellanoleonés. El jurado está formado por personalidades de los medios periodísticos y universitarios de la región.
El premio fue otorgado por primera vez en 2003 a Luciano González Egido y después han inscrito su nombre autores como Antonio Ramoneda, Raúl Guerra, Óscar Esquivias, Adolfo García Ortega, Juan Manuel de Prada, Luis Mateo Díez, Abel Hernández, Javier Villán, Antonio Colinas, Olegario González de Cardedal, José María Merino y José Antonio Abella.
En esta última edición han sido finalistas, además de Herrero, el escritor Gustavo Martín Garzo con su novela "La puerta de los pájaros"; el también soriano José Ángel González Sainz, con el libro de cuentos "El viento en las hojas"; Luciano González Egido, con "Tierra violenta"; Carlos Contreras, con "Rukelli"; Pablo Andrés Escapa, con los cuentos de "Mientras nieva sobre el mar"; Alberto Olmos, con la novela "Alabanza"; Eduardo Fraile, con el poemario "In memoriam" y Tomás Sánchez Santiago, con "La vida mitigada".
Licenciado en Filología Hispánica y actualmente profesor de secundaria en un instituto, Herrero ha circunscrito la mayor parte de su obra poética al paisaje desolado de su pueblo natal, concretamente, de la comarca de Tierras Altas, una de las más deprimidas de España.
Premio Gerardo Diego
En 1994, obtuvo el premio Gerardo Diego de poesía que convoca la Diputación provincial de Soria con "Anagnórisis", poemario dividido en tres partes (“Singladuras”, “Permanencias” y “Diálogos”) donde aparecen ya los que serán temas constantes en sus escritos: la presencia de la naturaleza y sus ciclos unidos a la existencia, la belleza de lo humilde, la recuperación del tiempo pobre y agrícola de los padres, el recordatorio del horror de las ideologías que calcinaron el siglo XX, la lentitud y la espera.
Con Echarse al monte (1997) consiguió el premio Hiperión, una obra en la que el jurado destacó “la audacia de sus planteamientos y la arriesgada síntesis y precisión de su léxico –de lo rural a lo cibernético-, así como su afinada percepción del mundo contemporáneo en su brillante y sórdida complejidad”. El libro es un retrato de ese mundo rural que agoniza ante la indiferencia de una sociedad cada vez más hueca.