¡Oh San Isidro por los labriegos de Quintanilla, rogad a Dios!
Leopoldo Torrer restaca en esta crónica la tradición arraigada también en Quintanilla de Tres Barrios de la devoción a San Isidro, el santo protector de los agricultores y que antaño coincidia con la bendición de los campos.
Rudeles estrena sus nueva bodega, para perpetuar la tradición familiar
Crónica de Leopoldo Torre (Fotos: VVAA)
En la hagiografía santoral del ámbito rural, el patrón de los labradores no puede pasar desapercibido. Sigue siendo el exponente primordial de una tradición arraigada en la población, aunque apenas se ejerza la profesión. Las raíces, la tierra y el campo supuran la huella del pasado y las gentes manifiestan el fervor y la devoción al santo al que han estado vinculados y sumisos a lo largo del pasado y esfumarse en la actualidad. Sirve de gloria para el labriego tener un santo que es labrador... ensalza una de las estrofas. Labrador de origen ignoto, como Cristóbal Colón, que a tenor de los últimos hallazgos lo sitúan por el norte de África.
En la celebración se combina una doble celebración. La de la propia efeméride, antaño festividad del santo, y al mismo tiempo la de la bendición de los campos, hecho que en décadas anteriores tenía lugar el día de la Cruz, tres de mayo.
La efeméride comenzó con una ceremonia invocando la figura del santo protector para dar paso a la procesión de la bendición de campos, comitiva acompañada por la imagen del patrón y encabezada por el pendón, el estandarte y la cruz, desplazándose hasta el cercano paraje de La Cruz de la Veleta. En el trayecto se entonan canciones o coplillas alusivas al momento y en especial a la figura de San Isidro. Sirve de gloria para el labriego, tener un santo que es labrador, forja su alma de temple en temple, con la maceta y el azadón. ¡Oh San Isidro por los labriegos de Quintanilla, rogad a Dios!
Celebración de San Isidro, Años 70
En el enclave se procede a bendecir los cuatro puntos cardinales, perfectamente visibles, para pedir con fe y devoción protección para los cultivos y especialmente lluvia por si lo necesitan alguna vez. Cosa del santo o no, este año va bien servido. Hisopo e incienso en mano, el párroco alaba al santo dirigiéndose hacia cada uno de los horizontes que los conforman pidiendo preservar las cosechas.
Antiguamente se grababa en la cruz de madera cuatro crucecitas una a cada cara de los lados, donde se colocaban sendas cruces de cera de cuarterón como símbolo de bendición del orbe del término. Una vez la comitiva regresaba al pueblo, las velitas desaparecían de su ubicación. Al estar bendecidas se les consideraba como un amuleto de protección. Quizá esto último fuera un simbolismo generalizado en los pueblos de la provincia. Es el caso de Portelrubio, donde se depositaban también, sobre un monolito grabado, se colocaban cuatro cruces de cera, una en cada punto cardinal.
Celebración de San Isidro. Finales de los años 80.
De regreso a la iglesia “los pastores acudían prestos a recoger las cruces de cera que luego mostraban y guardaban como trofeos o reliquia”, testimonio recogido del lugareño Vidal Hernández.
De vuelta al pueblo en procesión tiene lugar en la plaza la típica "siembra" de caramelos, rememorando la costumbre ancestral en la que el Jefe de la Hermandad de Labradores iba esparciendo confites y caramelos por las calles durante la procesión.
La tradición acabaría con una merienda-cena para todos aquellos que estuvieron presentes en la celebración, como viene ocurriendo en las tradiciones del lugar.