El obispo anima a volver a celebrar con alegría la Eucarístía
El obispo de Osma-Soria, Monseñor Abilio Martínez Varea, ha dirigido una carta a los diocesano en la que anima a celebrar con alegría la ecuaristía, tras meses de confinamiento y de sufrimiento por el coronavirus COVID 19
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OPINIÓN/ ¡Volvamos con alegría a celebrar la Eucaristía!
Queridos diocesanos:
Acabamos de concluir el mes que la Iglesia dedica especialmente al Sagrado Corazón de Jesús. Antes, en mayo, nuestras miradas conmovidas se han dirigido, de modo particular, a nuestra Madre, la Virgen María; a ella le hemos contado las penas y tristezas causadas por la pandemia del coronavirus pero también nuestras ilusiones. A sus pies, como hacemos cada día, nos hemos puesto bajo su protección y su amparo, expresando nuestro amor filial a la Madre de Dios y Madre nuestra.
Hemos salido de una etapa muy complicada, es cierto. No podemos obviar esta situación humana tan llena de dolor, de angustia y tristeza que hemos experimentado por la enfermedad y la muerte de tantas personas a causa del coronavirus. Situación que se ha hecho más dolorosa, si cabe aún, por la soledad en la que se ha producido la muerte de nuestros vecinos, amigos o familiares. Necesitamos que el amor de Dios nos ilumine y nos dé serenidad para afrontar el futuro con esperanza y poder exclamar con las palabras del apóstol Pablo: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y corporales […] Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos” (Ef 1, 3.5).
Venimos de unos meses muy difíciles, es cierto. “Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa”, afirmaba el Papa desde la Plaza de San Pedro en el momento extraordinario de oración por la pandemia en el mes de marzo. Pero, en medio de todo, el Señor nos ha sostenido: en ningún momento se ha dejado de celebrar en nuestra Diócesis la Santa Misa, aunque haya sido privadamente. ¡Cuántos fieles han echado en falta la celebración de la Eucaristía y poder comulgar al Señor!
¡Volvamos con alegría a celebrar la Eucaristía a nuestras parroquias y comunidades! Es ahora cuando más sentimos nuestra debilidad y la consiguiente necesidad de buscar el rostro del Señor, acercarnos a Él, alimentarnos con su Cuerpo y con su Sangre, expresión de su amor y entrega sacrificial en el altar de la Eucaristía. No podemos olvidar que fue el mismo Jesucristo, el Hijo de Dios, quien instituyó la Eucaristía en la noche en que el Pueblo de Israel celebraba la Pascua. En medio de esa celebración pascual, Cristo tomó el pan y el vino, y pronunció esas solemnes e impresionantes palabras: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros, haced esto en memoria mía […] Éste cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros…” (Lc 22 ,19-20).
Fijémonos en estas palabras pronunciadas por Jesús: “Haced esto en memoria mía”. Jesús pide a los suyos que continúen en el tiempo los gestos y las palabras de esa vida entregada por amor para salvación de la humanidad. Así lo ha creído y vivido la Iglesia a través de los siglos y así lo sigue expresando: este pan y este vino son el Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús. Bellísimas palabras las de este himno eucarístico de Santo Tomás de Aquino: “Adoro te devote, latens Deitas, quae sub his figuris vere latitas” (Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias). La Iglesia cree, con toda la fuerza de su fe, que el Señor está verdadera y realmente presente en la Eucaristía convirtiéndose así en fuente de esperanza y de salvación para toda la humanidad. La Eucaristía nos pone a todos en el camino de la confianza en el Señor, a pesar de todo el dolor y sufrimiento de esta vida, porque el Dueño y Maestro de la historia se ha quedado con nosotros. Nos hace vivir en el abandono total en las manos de Dios, que no busca otra cosa sino salvarnos a todos e introducirnos en el gozo de su Reino. Hermanos, hagamos el compromiso de amar y adorar cada día más la Eucaristía. Hagamos el compromiso de participar todos los domingos en la Misa. Recuperemos la centralidad, la belleza y la fecundidad de la Eucaristía, porque ella es la Fuente perenne e inagotable de la vida cristiana, de la Vida divina, de la Vida eterna.
Pido a la Virgen que nos proteja, especialmente a las familias, a los enfermos, a los pobres y necesitados. Que interceda por nosotros para que amemos la Eucaristía. Que sus ojos misericordiosos se vuelvan hacia nosotros y nos vea con ternura de Madre que nunca se cansa de amar a sus hijos
Fdo: Monseñor Abilio Martínez Varea, obispo de Osma-Soria