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Ganadores concurso de relatos y fotografías de Matasejún

Javier Cabello, joven tudelano afincado en París, y Cristobal Trujillo, conocido fotógrafo de Puerto de Santa María en Cádiz, han sido los ganadores de los concursos de relatos, y fotografía de Matasejún, respectivamente, en la quinta y tercera edición.

Dirección Opuesta, fotografía ganadora del concurso de fotografía 2023. 

En primer lugar, de todas la fotografías recibidas, la titulada "Dirección Opuesta", ha sido la ganadora del III Concurso de Fotografía. 

En segundo lugar, Javier Cabello Urquía, con su relato "Los recuerdos", ha ganado la V Edicición del Consurso de relatos cortos, con el siguiente relato que se publicará en la Revista Matasejún de 2023.

"Los Recuerdos"

Cabalgaba a lomos de su bicicleta desde el yacimiento de las Adoberas, donde le encantaba merendarse un bocadillo de chorizos en aceite elaborados en un pueblo no muy lejano a Matasejún. Al adentrarse en la Calle Real, las ruedas de la bicicleta comenzaron a trotar y como tantas otras veces pasase, se le salió la cadena de su montura, ya oxidada por el paso del tiempo y de las generaciones de propietarios que habían disfrutado de ella en el seno de la familia. Era un día frío y húmedo de invierno y mientras la niebla comenzaba a disipar la luz de las farolas, el eco de las últimas pisadas de algún vecino aún resonaba en la calle. El viento hacía silbar los adoquines, era lo único que rompía el abrupto silencio.

La sombra de Pablo se dejaba entrever en mitad de la calle, orientada hacia aquella puerta doble de madera maciza situada en el número 30. El ventanuco de la misma está abierto. Hacía allí se dirigía la mirada de Pablo mientras tanteaba la forma de unas llaves en su bolsillo. Era la pura mirada de un niño, llena de esperanza, transparente como el agua del rio Mayor tras fundirse las primeras nieves. Sus ojos reflejaban una luz, que parecía salir del ventanuco de la puerta.

Al subirse sobre el escalón del portal y observar el interior de la vivienda a través de aquel hueco, el destello de las brasas incandescentes se proyectó en sus pupilas. La abuela estaba preparando sopas de ajo en la lumbre y mientras tanto el abuelo aprovechaba para hacer unas tostadas a las que luego restregarían una buena dosis de ajo. La tía Paquita estaba quitando las telarañas del salón y el tío Antonio ponía migas a remojar con pimentón para la comida de mañana. Tres niños, primos de Pablo, estaban sentados en la mesa haciendo los deberes. Seguramente estaban tan concentrados porque les habrían prometido unas tortas de masa de pan con azúcar para merendar si acababan con sus tareas a tiempo. De pronto, un sonoro traqueteo de pisadas se escuchaba en lo más alto de la escalera que daba acceso a la planta superior, donde estaban las habitaciones. Con la velocidad de un tren, un niño bajaba los peldaños de dos en dos, posiblemente alentado por el olor que surgía de la cocina. Era un niño agraciado de pelo moreno, vestido con una equipación de fútbol. Aquel niño era Pablo.

Al otro lado del ventanuco, a Pablo ya no se le proyectaban chispas en las pupilas, ni siquiera alcanzaba a transmitir sentimiento alguno con su mirada. Su sueño se había desvanecido, había despertado a la realidad. Al otro lado de la puerta ya solo veía vigas de madera carcomidas, fragmentos de ladrillos y un antiguo lavabo de porcelana hecho trizas. Lo que algún día llegó a ser el hogar familiar era ahora un refugio para los gatos callejeros del pueblo.

No llegó a introducir las llaves por el ojo de la cerradura, un miedo inmenso le recorría el cuerpo y le paralizaba los músculos. Su cabello daba la impresión de haberse tornado más cenizo en tan solo unos minutos. En cierto modo, aquella puerta de madera era su propia barrera entre la ilusión y la tristeza. Puede que algún día llegue a lograr atravesar esa frontera, pero de momento prefiere quedarse del lado donde ruge el viento, con la esperanza de algún día vuelva a encontrar tras esos muros un atisbo de lo que el éxodo rural destrozó.

A lomos de la misma bicicleta que le llevó a tan bellos lugares durante su infancia, Pablo se sumergió en el rumor de las hojas agitadas por la ventolera y desapareció entre las serpenteantes calles de Matasejún, mientras pensaba en la próxima vez que regresaría al lugar.
Javier Cabello Urquía. 
Los ganadores se comunicaron en el desarrollo de las VI Jornadas Culturales de Matasejún. 

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