La XXV Ruta Carreteril apoya BIC para suerte de pinos
La vigésimo quinta ruta carreteril recorrerá varios pueblos sorianos de la comarca de Pinares, en apoyo a la declaración de la suerte de pinos como BIC de carácter inmaterial.
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La Cabaña Real de Carreteros organizará esta ruta carreteril del 19 al 23 de abril.
La ruta comenzará el 19 de abril, por la senda soriana que une las localidades burgalesas de Quintanar y Regumiel de la Sierra con Duruelo de la Sierra.
El sábado 20 de abril, por el monte de Covaleda, la ruta se dirigirá a Vinuesa. Al día siguiente lo hará, hasta Navaleno, atravesando Pinar Grande y haciendo parada en Salduero y Molinos de Duero.
El lunes 22 de abril la ruta partirá desde San Leonardo para dirigirse, por la ruta del Doctor Zhivago, hasta el pueblo burgalés de Rabanera del Pinar. Y la última etapa unirá Palacios con Canicosa de la Sierra.
La Consejería de Cultura, Turismo y Deporte decidió incoar en octubre de 2023 el procedimiento para declarar como Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial a la Suerte de Pinos, tradición que se desarrolla que se desarrolla en el norte de Soria y Burgos.
La suerte de pinos es un sistema tradicional de explotación vecinal de los aprovechamientos forestales comunales de maderas, mediante lotes o suertes, cuyos beneficiarios han de cumplir con ciertos requisitos de vinculación y arraigo o de permanencia, según reglas jurídicas consuetudinarias propias de cada localidad.
ASOPIVA solicito el 6 de agosto de 2021 dicha incoación aportando la documentación exigible para que se declarara Bien de Interés Cultural Inmaterial como paso previo a tramitar su declaración como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
Cultura carretera
En su misión por recuperar y divulgar la cultura carretera, la Cabaña Real de Carreteros lleva desde el año 2000 organizando su Ruta Carreteril a través de centenares de pueblos y ciudades, recorriendo con sus yuntas de vacas serranas los tradicionales itinerarios de los carreteros y otros de importancia histórica como el Camino de Santiago o el Sepelio de Felipe el Hermoso.
Su verdadero título era Junta y Hermandad de la Cabaña Real de Carreteros, Trajineros, Cabañiles y sus Derramas.
Instituida por los Reyes Católicos en 1497 aunque ya existía con anterioridad, su fin era el de organizar el transporte que garantizaba el abastecimiento del reino y las necesidades de la propia corona. Estaba dotada de una organización jurídica y jerarquizada tanto a nivel nacional (juez protector), como regional y local (alcaldes de cabaña), y gozaba de algunos privilegios como el paso y pasto de ganados o maderas para el arreglo de carros, además de exenciones de portazgos y del servicio militar.
Los pueblos que componían la hermandad serrana eran los siguientes: de Burgos: Canicosa, Hontoria, Palacios, Quintanar, Regumiel y Vilviestre de la Sierra; y de Soria: Casarejos, Covaleda, Duruelo, Molinos, Navaleno, Salduero y San Leonardo de Yagüe; posteriormente se añadieron las derramas de Abejar, Cabrejas, Herreros y Villaverde del Monte.
Según el Catastro del Marqués de la Ensenada de 1753, la hermandad estaba compuesta por 1.112 carreteros, sobre un total de 1.912 vecinos, poseedores de 8.642 carretas de las que 6.000 eran de “puerto a puerto”, es decir, capaces de ir de Santander a Sevilla con 22.331 bueyes y vacas serranas negras, como se extrae del libro “Junta y Hermandad de la Cabaña Real de Carreteros” de Pedro Gil.
Los transportes de los carreteros habitualmente servían a la corona: tropas y vituallas, obras oficiales como El Escorial, maderas y alquitranes de la Real Armada a los puertos del Cantábrico, monopolios como los de la sal de Poza, Añana o Imón, y siempre, el abastecimiento a la Villa de Madrid.
Entre los transportes privados destacan el de lana para la exportación, el del negocio de ultramar con Sevilla y, sobre todo, el de madera para multitud de edificios, algunos de ellos singulares como el Conjunto Palacial de la Villa de Lerma o la Catedral de Burgos.
Sus privilegios, como los del Honrado Concejo de la Mesta, decaen a mediados del siglo XIX, pero es principalmente la pérdida del peso y el poder de las ciudades castellanas de interior frente a las de la costa y el transporte marítimo y ferroviario, los que liquidan la gran carretería serrana.