Orígenes y ritual del Toro Jubilo, una tradición milenaria de Medinaceli
Medinaceli celebra el próximo sábado una tradición milenaria que se ha visto salpicada de incidentes en los últimos años por las protestas de los colectivos animalistas. La asociación Toro Jubilo ha editado un folleto que explica los orígenes y el ritual del hoy por hoy único toro de fuego que se celebra en Castilla y León y que está reconocido como fiesta de interés turístico regional.
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Los orígenes del rito del toro y el fuego es tradicional del Levante español. Desde Cataluña baja a Castellón y como un reguero sube a Teruel y se extiende en Aragón por la cuenca del Jiloca hasta la del Jalón, desde donde asciende hasta su nacimiento junto a Medinaceli.
La opinión más extendida considera que la celebración tiene orígenes celtíberos, una de cuyas tribus, los Tittos, poblaron esta comarca y la antigua ciudad de Ocilis (situada en la Villa Vieja, cero contiguo a Medinaceli). Con el rito se estaría conmemorando la victoria de los celtíberos sobe los cartagineses en la batalla de Hélices (Elche, Alicante), en el año 229 a.C., en la que el caudillo celtíbero Orisón lanzó contra el campamento cartaginés de Amilcar Barca carretas de tea, sebo y azufre tiradas por bueyes que portaban en sus hastas haces de paja ardiendo, y provocando la desbandada de los sitiadores cartagineses.
Pero también es probable que provenga de primitivos ritos solares de carácter mitraíco, vinculados a cultos telúricos, en los que se representaba la cualidad regeneradora y fecundante del sol, del toro y del fuego, frente a la cualidad pasiva e inerte de la luna. Toro y fuego simbolizan fuerza y purificación, unidos en comunión pagana que se consuma con el sacrificio del animal (acto que ya no se realiza) y la ingesta de su carne por la comunidad.
En cualquier caso, los primeros documentos escritos sobre el Jubilo de Medinaceli (los hay de 1490) indican que el toro se corría en honor de visitantes ilustres que llegasen a la Villa o para celebrar acontecimientos importantes.
Así se hizo el 29 de septiembre de 1599 en honor del rey Felipe III y su esposa, que a la vuelta de su viaje de novios estuvieron en Medinaceli "... encendiéndose muchas luminarias en la plaza de Palacio, y se corrió un toro con husillos de fuego en los cuernos".
O en julio de 1837, para solemnizar la jura de la Constitución española de aquel año.
No obstante, y desde finales del siglo XVIII, el Toro Jubilo se celebra, de forma ininterrumpida y al menos una vez al año con la festividad de los Cuerpos Santos, cinco mártires (Arcadio, Probo, Pascasio, Eutiquiano y Paulilo) cuyos cuerpos fueron traídos a la Villa después de haber sufrido martirio en el norte de África. Sus restos fueron exhumados en 1581 y las fiestas en su honor se celebran desde el 13 de noviembre de 1610.
Actualmente el Toro Jubilo se celebra el sábado más próximo al 13 de noviembre de cada año.
El rito
Con dos cuerdas atadas en sus astas, el toro es sacado a la plaza por los mozos y amarrado al poste de madera plantado en el centro.
Atado el toro, se coloca sobre su testuz, a modo de almohadilla, una tela arpillera humedecida en la que se apoya la "gamella" (estructura metálica imitando unas astas, en cuyos extremos van fijadas la bolas). Entre la gamella y las astas del toro se coloca una pieza de madera, la "astilla", que separa y mantiene a distancia las bolas de la cornamenta, impidiendo que el fuego llegue a los pitones o a la cara del animal. Almohadilla, gamella y astilla se sujetan, con cuerda, a las astas del toro.
Después se procede al embarrado del toro. Con una espesa capa de arcilla roja y gomosa de la ladera que baja del Castillo, junto a la ermita del Humilladero, se cubre al animal (testuz, cara, costillas, lomos, patas delanteras y barriga). La distribución del barro se realiza de atrás hacia adelante, a contrapelo, con el fin de que el toro no sufra la más mínima quemadura. El propio calor de fuego, al secar la arcilla, la endurece convirtiéndola en coraza protectora contra el calor o las chispas que puedan desprenderse.
Se encienden las bolas y el grupo se abre.
El valiente que más ha pujado en una subasta previa, corta la soga con un cuchillo curvo, quedando el toro suelto en la plaza, entre las cinco hogueras encendidas en honor de los cinco Cuerpos Santos, patronos de la Villa.
Cuando las bolas se apagan el toro vuelve al toril e, indultado, regresa a la dehesa de procedencia.
Un veterinario examina al animal antes y después de la fiesta, certificando que no ha sufrido daños.
En el siglo pasado, cuando la normativa no lo impedía, fue habitual que un mismo toro (propiedad de algún vecnio de Medinaceli o de los pueblos de la comarca) se utilizase en años sucesivos.