Medinaceli: más que el arco romano
Medinaceli es una de las villas turísticas por excelencia de la provincia. La “Ciudad del Cielo” no es sólo el arco romano del triunfo que preside su entrada, único en España. La puerta árabe, la colegiata, el aula arqueológica, los mosaícos, la alhóndiga y el castillo son otros puntos para conocer en un recorrido.
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La puerta árabe, también conocida como Puerta de la Villa, es la entrada más occidental a la ciudad y una de los accesos originales del primer asentamiento romano. Pese a su origen imperial, debió ser reconstruida y ligeramente variada en su posición en la época árabe, y de ahí su nombre. La última de las reformas data de 1969. Junto a ella, se establecían frecuentemente mercados, dada la escasez de grandes espacios en la ciudad.
La Colegiata de Santa María de la Asunción fue construida sobre la planta de un edificio medieval a comienzos del siglo XVI, según documentación recogida por la Junta de Castilla y León. Poco antes, a finales del XV, la ciudad de Medinaceli contaba con alrededor de doce parroquias románicas en torno a las cuales se articuló la actividad, una vez superado el período de reconquista. Fue el duque quien solicitó al Vaticano la unificación de todas ellas en una, la de Santa María. Se trata de un edificio de estilo gótico tardío erigido en el lugar de una iglesia románica dedicada a Santa María, de la que solo queda la cripta bajo el altar mayor.
El horario es sábados y domingos de 11.00 a 14.00h y de 16.00 a 19.00h, y lunes de 11.00 a 14.00h. (Para reservas de grupos fuera de horario o para cualquier consulta, el contacto es Paloma: 655070867)
La Plaza Mayor de la Villa, levantada sobre el Foro romano, fue el centro social y administrativo de Medinaceli. En la actualidad, sus más de 5.000 metros cuadrados de planta están enmarcados por algunos de los edificios más solemnes de esta ciudad, entre los cuales se encuentra el Aula Arqueológica. En su interior se recrean los eventos prehistóricos e históricos a través de reconstrucciones a tamaño natural, maquetas de ambientes públicos y privados y multitud de paneles informativos.
Frente al aula arqueológica, se encuentra la alhóndiga, un pequeño edificio del siglo XVI reconocible por su fachada de doble galería con cuatro arcadas en cada una y por el escudo ducal que preside su entrada. Nació como casa pública destinada al comercio de cereal; la planta superior se convirtió en Casa del Concejo y la parte trasera fue la cárcel del partido judicial. En su fachada, podemos encontrar placas conmemorativas tanto al Cid como al poeta Gerardo Diego. Se trata, probablemente, de la construcción más antigua de la plaza.
El primitivo palacio ducal se construyó hacia 1430-1435. Era de planta cuadrangular, una sola altura y con idénticas dimensiones al actual. Estaba organizado en torno a un patio de columnas, mediante salas alargadas con cámaras en los extremos. En la fachada que daba a la plaza mayor, se abrían escasas ventanas, algunas con balcones, y una sola torre hacia la calle de la Azotea.
La impronta que dejó la civilización romana en su época imperial es apreciable aún hoy al pasear por las calles de la Villa. El arco, la fuente La canal, la calzada romana o los colmenares son sólo algunos de los restos que el visitante puede contemplar. Y de todos ellos, quizá los más icónicos son los mosaicos.
El castillo de Medinaceli, situado en el extremo occidental de la muralla romana y casi completamente reconstruido sobre la primitiva alcazaba árabe, está separado de las edificaciones por el llamado Campillo del Castillo. Fechado en el siglo X, cuya misión era dar aviso por medio de señales visuales a la guarnición de Medinaceli de cualquier avistamiento en los valles cercanos. Escasos son los restos que han llegado hasta nuestros tiempos de un castillo de suma importancia en el medievo.
