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Tajueco canta esta noche a las ánimas

Esta celebración es la más valiosa de las que se dan cita hoy en la provincia

Los vecinos de Tajueco ahuyentan hoy al anochecer a los fantasmas e intentan congraciarse con las ánimas con unos cánticos por las calles de la localidad que algunos expertos consideran el legado etnográfico medieval más valioso conservado en la Soria del siglo XXI.

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"Por las ánimas benditas, todos hemos de rogar, que Dios las saque de penas y las lleve a descansar", volverán a cantar esta noche los vecinos e hijos de Tajueco -hoy con menos de un centenar de empadronados-, en lo que es una tradición única en la provincia, aunque antaño también se celebraba en otros pueblos en modalidades diversas, como San Pedro Manrique, Yelo y Alcubilla del Marqués.

El sentido de esta celebración no es otro que el de acompañar a las almas, desde el Purgatorio en su tránsito a los cielos, según el periodista y escritor Ángel Almazán, nacido en Tajueco y que en 1985 rescató del olvido este ritual que había pasado desapercibido para estudiosos de la etnografía soriana.

El toque de muertos de las campanas acompañará hoy un año más durante todo el rito a los tajuecanos, divididos en grupos: varones que cantan (antes eran solteros por un lado y casados por otro) y el resto de la población.

Los dos primeros grupos entonan en cuatro enclaves de la plaza Mayor, a la luz de las velas y auxiliados por una linterna, las estrofas del cántico de las ánimas.

Al terminar cada cántico ("Herederos y albaceas, atended nuestros lamentos, cumplid con lo que pedimos, no alarguéis nuestros tormentos"), todos rezan un Padrenuestro, acompañados por el otro grupo que presencia a unos metros los coros.

Una campanilla suena por tres veces cuando acaba cada cántico y, terminado el ritual -que comienza a partir de las siete de la tarde-, se reparten pastas y moscatel a los asistentes.

La letra de las ánimas, junto con el tintineo de la campanilla y la luz de las velas que portan niños y mujeres, sirven, según las interpretaciones del ritual, para ahuyentar de forma mágica a los ánimas a la vez que pretende congraciarse con ellas.

Hace medio siglo, según recuerda Almazán, este ritual estuvo a punto de perderse, ya que pocos habitantes participaban en él.

Los cánticos tienen vinculación con la fiesta celta de Samain o del final del verano, convertida por el cristianismo en la de todos los Santos, exaltación de la unión perfecta entre los vivos y los muertos, según Almazán.

Al ser un rito colectivo, en el que el sacerdote no participa, es uno de los momentos en los que la idiosincrasia de Tajueco se reafirma, reforzándose así los vínculos de la población como “tribu” (en el sentido antropológico del término) ligándose a un pasado ancestral personificado por las ánimas de los fallecidos en Tajueco desde la Edad Media.

Texto del Cántico de las Ánimas

¡Quién, san Jerónimo fuera,
para poder explicar
lo que padecen las almas
que en el purgatorio están!

Allí claman y suspiran
metidas en aquel fuego,
suplicando a los mortales
les saquen de este destierro:

“Herederos y albaceas,
atended nuestros lamentos,
cumplid con lo que pedimos,
no alarguéis nuestros tormentos”.

En calabozos oscuros
hay muchas almas metidas,
clavadas contra la tierra,
diciendo: “De mí se olvidan”.
“Que estoy aquí como un niño,
atado de pies y manos,
y no puedo por mí propio
ganar nada en cuanto paso”.

Pues todos los hijos tienen
obligación verdadera
de socorrer a sus padres
para librarlos de penas.

“Hombres, mujeres y niños:
¿Cómo de mí no te acuerdas
para dar una limosna,
para quitarnos las penas?

Yo, cuando estaba en el mundo,
os causaba sentimiento
si tenía algún dolor
y me aplicaban remedio.

¿Qué harías si ahora me vieras,
entre tanto fuego arder?
¿Qué diligencias no harías
por no verme padecer?”

Mira que padece un alma
más tormentos y trabajo,
más que padecían todos
los mártires y los santos.

Más que todos los cautivos,
forzados y ajusticiados,
más que todas las mujeres
han padecido en sus partos.

Padeció el Hijo de Dios
por redimir los hermanos
en el árbol de la Cruz,
atado de pies y manos.

“San Nicolás y Dionisio
de nuestras penas hablaron,
diciendo que Dios, la leña,
en el mundo la ha creado,

Toda junta en una hoguera,
en un fuego de arder tanto,
no alcanzara una cabeza
de este fuego en que estamos.

Esto no es ponderación,
clemencia, favor cristiano,
que se abrasa el Purgatorio
y las almas nos quemamos”.

Si las ánimas pintadas
causan miedo de mirar,
¿qué será de aquellos pobres
en aquel fuego voraz?

“A las ánimas darás
limosna cuando pudieras,
que lo mismo desearías
si con ellas estuvieras.

Los afanes de este mundo,
a esto vienen a parar:
si comprendes nuestras penas
os librará de pecar”.

Mirad, cristianos, que Dios
agradece la limosna
y nos da ciento por uno
en premio de eterna gloria.

 

Por las ánimas benditas
todos hemos de rogar
que Dios las saque de penas
y las lleve a descansar”.

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