¡Ojo al estúpido!
Ángel Coronado defiende en este artículo de opinión que la estupidez es peor que la mentira, la traición y la corrupción.
Dimisión del presidente del Gobierno
Puntualizaciones al escrito de la Concejalía de Servicios Locales
¡Ojo al estúpido!
La mentira, la traición y la corrupción tienen, en efecto, las patas cortas, pero no porque lo diga yo sino porque lo que yo entiendo por mentira, por corrupción y por traición, tiene las patas cortas. Y para que ustedes me entiendan, lo que yo entiendo es lo que yo entiendo, pero no lo que pueda entender usted o cualquier otra persona diferente a mí. Solo eso. Y aquí se acaba esta historia, cuyas patas, en efecto son cortas.
Entiendo, sin embargo, que el número de patas no ha quedado claro en todo esto ni para nadie. Intentaré arrojar claridad sobre ello. Solo una pata, de tratarse de un cojo, dos en el caso de una persona normal, tres en el caso de un gato al que se le quieren buscar tres patas, y cuatro a cualquier cuadrúpedo, como una vaca o un caballo. Y aquí se acaba esta historia que sigue teniendo, a pesar de todos los pesares y claridades, las patas cortas.
Entiendo que la mentira es una disparidad, esto es, una ausencia de paridad, de acuerdo, de correspondencia entre lo que se dice y lo que se piensa, pero entiendo que esta definición, sin dejar de ser rigurosamente cierta, tiene las patas muy cortas, porque no hay forma de poner en claro si el que lo dice es el mismo que el que lo piensa, sin que por eso pueda entenderse que el dicente deje de pensar también, o el que oye sea mudo porque sí, esto es, por definición.
Se abre entonces, como en la primavera, una especie de sinfonía en el que la emisión de sonidos y la escucha de los mismos se mezcla y entrecruza de una forma imposible de no sé qué, tan compleja y enrevesada que resulta imposible de seguir, y cuyo resultado resulta ser algo que, guste o no guste, no es jirafa patilarga ni paticorta enana. Por supuesto, tampoco es mentira, traición ni corrupción ni desde luego ventura ni bienaventuranza.
Debemos partir entonces del hecho siguiente: de lo que se trata es de poner en claro que para calificar a la mentira, a la traición y a la corrupción de tener las patas cortas es preciso referirse a alguien que dice cosas diferentes a las que piensa, y además de una forma impune, porque si el mentiroso lo hace sin disimular y traiciona a la vista de todo el mundo y roba sin esconderse o escondidas sus manos en guante blanco, incluso desnudas y sucias pero metidas en el bolsillo de los demás, esto es, delante de gente normal como usted o como yo, inmediatamente se le coge y directamente a la comisaría y al calabozo provisional a la espera del banquillo. Eso no puede quedar impune. Y si nadie hace nada por evitarlo, es que todos son unos cobardes, todos lo somos y acaso a uno mismo tocase arrearse un buen estacazo auto valiente. Haz el bien y no mires a quién, pero si nadie lo hace, arréale tú, arréale con el palo al mentiroso al traicionero y al corrupto, sea/s mendigo, sea/s rey o pariente suyo, sea/s cualquiera, famoso o desconocido, que hasta de uno mismo se puede llegar a desconocer algún pequeño rincón oscuro.
De otra forma, esto es, de partir del hecho de que el que dice lo que dice se refiere a otro, pues entonces me remito al principio: la mentira, la traición y la corrupción tienen, en efecto, las patas cortas.
Y ahora viene lo que a nosotros parece lo mejor. A pesar de todos nuestros esfuerzos, esta historia sigue teniendo las patas muy cortas. Nos prometemos a nosotros mismos (por la cuenta que nos trae) no caer en algo peor que la mentira, la traición y la corrupción, a saber, la solemne, soberana estupidez.
Fdo: Ángel Coronado