Los usurpadores
Juana Largo reflexiona en este artículo de opinión sobre el papel que han jugado y han podido jugar los cientificos en la historia de la Humanidad, y su relación con el poder.
Fobocracia y el viejo orden
Los usurpadores
Cuando nos interrogamos hoy en día sobre el tema “Conocimientos humanos”, tenemos que interrogarnos sobre la ciencia, es un deber ineludible el aspirar a tener una visión clara sobre el panorama científico actual, al menos en España. Porque además, desde muchos medios de comunicación de masas se plantea el tema de la ciencia, aunque sea en sus aspectos de investigación y desarrollo y su aplicación a la industria. Como consumidores nos asiste un deber irrenunciable de apropiamiento de nuestra personalidad, que se da en el acto del consumo, porque no podemos de ninguna manera dejar en el acto del consumo el que los que nos venden se lleven toda la ventaja. Ha de existir un reconocimiento del consumidor.
Para eso podemos empezar hablando pues de ese ente denominado “ciencia” que, por otra parte, en la actualidad, tanto éxito tiene. Pero, como nos enseñaron los metodologistas, hay que preguntarse primero por los orígenes.
La “Ciencia”, en el mundo antiguo y clásico, podía tener su fundada razón de ser. Predominaba mucho el instrumentalismo religioso y los hombres de las diversas regiones de la Tierra, y nos estamos centrando más en la Hélade, hasta morían por defender a unos dioses u otros. Esto era un “mal”, cierto, por eso que los primeros racionalistas con sistema o con pretensión de sistema, los científicos o naturalistas primeros, lo que hacían era desmitificar a aquellos dioses que tanto embargaban a los hombres y mujeres y ancianos y niños, a todo el mundo, menos a los poderosos, o ricos, de pasta, que eran los que sacaban tajada del hecho de la adoración de los dioses por la gente humilde. Los científicos de entonces tenían que desvelar los secretos, denunciar a las vestales, a las sabinas o a las sacerdotisas, que tanto embaucaban a los hombres. Su labor se vería corroborada con el tiempo, con los siglos, cuando ya se dejó de adorar a aquellos dioses antiguos, bien es cierto que por un solo dios, pero ya no se daba la antigua credulidad tan necia. Con lo cual las comunidades ganaban en ventajas de descubrimientos que colaboraban a la difusión de las soluciones de los problemas planteados por las gentes. Hasta aquí bien, lo que sucede es que en la modernidad se dio un giro de ciento ochenta grados que conmovió de nuevo el universo humano. Aquellos científicos tan progresistas, los antiguos físicos, tuvieron su contra, los nuevos hombres del Renacimiento, que en general eran buenos y racionales, confiando en los descubrimientos que les habían hecho los antiguos científicos, o físicos, vieron cómo se alzaba sobre Europa otro poder: el de la fe, de nuevo, la fe, otra vez la religión, como si no se hubiera podido soportar por los europeos la ausencia de dios. Como si éste fuera necesario, vamos, el colmo de la ridiculez.
Empezó a reinstalarse el sistema religioso en Europa, y empezaron a armarse los hombres poderosos y ricos defendiendo su antiguo privilegio, como que fuera natural, o sea, algo así como la justificación de los hurtos de la riqueza, es decir, que los señores del Renacimiento se creían con todo el derecho a robar a los pobres. Y para eso recurrieron a la reinstauración de la religión.
Entonces tuvieron que intentar hacer variar el orden del conocimiento, o sea, el de la ciencia de entonces, que, si no hubiera sido tocada, hubiera llegado a alturas inimaginables y estaríamos en este mundo de otra manera.
Como todo era racionalismo en el conocimiento, tuvieron que necesitar la fe como solución a los problemas que la ciencia iba resolviendo, pero que espantaba a los humanos de los señores ricos. Primero empezaron dudando: “Discurso del método”, de Descartes. Luego empezaron a afirmar muchos temas. Y en todos ellos se veía el fundamento de su fe para salvar a todos los hombres, encima se creían universales, los pollos.
Con esto empezó a corromperse el sistema antiguo de los científicos y empezaron a surgir uno nuevos tipos de homo sapiens. Los científicos que eran religiosos. Los cuales trataron y tratan en la actualidad, de imponer sus teorías científicas impregnadas de creencia moral o religiosa.
Que es el del dios único, la religión, para que se les sigan pagando diezmos a los ricos. Por lo cual, cabría decir aquí, es necesario ahora, en el filosofar actual, retomar a los científicos adanes, y retomar las antiguas y primigenias lecciones. No dar pábulo a los usurpadores, que se cuelan en todas las esferas que pueden del mundo actual. Hay que desenmascarar a los usurpadores del poder científico, denunciarlos y hacer ver que sus teorías son nefastas para la humanidad, pero nefastas en todos los ámbitos, desde el político hasta el social, hasta el de consumo, que es con el tema que hemos iniciado este artículo.
Fdo: Juana Largo