Las urnas han hablado y abierto el tiempo de las valoraciones y análisis de los partidos políticos. Los datos dejan bien a las claras que se ha ahondado en la bipolaridad entre el voto de la provincia -más favorable al Partido Popular- y el de la capital -donde el PSOE sigue creciendo a pesar de la crisis nacional que afecta al Gobierno, que convocará unas primarias de forma urgente-. Los resultados deben ser analizados con mayor frialdad por los protagonistas -y reflexionados por la propia sociedad- sin buscar las respuestas a éxitos y fracasos en el viento sino en las propias políticas y decisiones. Sería una interpretación muy simplista reducir, en el caso del PP, el propio fracaso en las urnas en el análisis de las responsabilidades de la gente que, a juicio de sus actuales dirigentes, no ha demostrado lealtad al partido, porque también hay decisiones propias, soberanas, que han contribuido a que la candidatura toque suelo en Soria en apoyos, cuando el viento soplaba fuerte y a favor en el resto de España. Si algo han demostrado las urnas es que la estrategia de desgaste llevada a cabo en la oposición municipal en la última legislatura -cuando había otras alternativas, que exigían simplemente más responsabilidad y compromiso-, a quien ha terminado desgastando ha sido a sus impulsores. Excluir de la candidatura a otras sensibilidades -no ya corrientes- que siempre existen en cualquier partido, es desmovilizar a una parte del propio electorado. En definitiva y de cara al futuro, si se quiere volver a gobernar es obligado sumar en lugar de restar. Puras matemáticas.