Albricias y pan de Madagascar
Ángel Coronado considera en este artículo de opinión que el alcalde de Soria, que comenzó su carrera como socialista, se ha convertido con el tiempo en otra cosa: socialístico.
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Albricias y pan de Madagascar
Antiguamente se decía lo de llevar el carné entre los dientes, digo que se decía, pero no refiriéndose a eso de llevar algo de tal o cual forma, sino (irónicamente) a eso de llevar algo imposible de llevar, no como cualquier representación o afín al ámbito de lo representable, sino en contra o en frente de todo lo que se es (a saber, la propia e irrenunciable personalidad) o lo que por naturaleza nos pertenece o por ella nos fue dado, como nuestras manos o nuestros pies.
Lo de llevar el carné entre los dientes viene a decir del llevar algo que no es propio de llevar sino de ser, y que por eso es impropio, improcedente, descolocado, fuera de lugar llevarlo, de la misma forma que ni el hábito hace al monje (aunque se lleve) ni la mona deje de serlo por el hecho de vestirse de seda (aunque se vista).
Mantengo que Carlitos lleva el carné socialista entre los dientes porque mantengo que Carlitos no es socialista pese a llevar encima ese carné. Se es socialista, o no, se lleve como se lleve o ni siquiera se lleve carné. Llevar algo entre los dientes solo indica eso, el llevar algo entre los dientes, algo que de ninguna forma se es. Viva muestra de aparentar algo que no se es.
Dicho esto, ahora toca decir lo que, a nuestro juicio, Carlitos pueda ser. No es socialista, pero ¿qué es? ¿qué es Carlitos?
Vaya tontada. Carlitos es nuestro alcalde. Estoy convencido de que Carlitos no ha violado ni mucho menos las papeletas del voto en los comicios municipales de Soria en que ganó. Carlitos es nuestro alcalde con todas las de la ley. Punto Pelota (no me gusta ese dicho de “Punto Pelota”, pero lo digo. No me gusta, pero es expresivo. Punto Pelota. Incluso lo escribo).
Y en esto nos acercamos a un punto delicado de la lengua y de la gramática. Mantengo que Carlitos es “socialístico”. Y aprecio este nuevo adjetivo como deslumbrante neologismo. Ha llegado a la gran familia del socialismo para cuando éste, ya mayorcito, si no más (ya viejecito), ha dejado atrás la enorme familia de lo social creando la suya propia que, a su vez de nuevo, en esa incesante sucesión de familias o generaciones, ha dado a luz o en estos años está en ello, una serie numerosa de criaturas nietas, biznietas o tataranietas de aquélla muchedumbre que, necesitada de amparo, del amparo de lo social, dio lugar al nacimiento del socialismo.
Y en esto nos acercamos a un punto delicado de la lengua y de la gramática. Dice ésta que si a una palabra dotada de significado se añade algo como un prefijo o un sufijo, ese significado se modifica en algo dando lugar al neologismo: “Los prefijos y sufijos son elementos morfológicos que se añaden a las palabras para modificar su significado y crear nuevas palabras”. Deslumbrantes neologismos.
Y en esto hemos llegado al corazón de la lengua, al centro de gravedad de la gramática: “En lingüística teórica, determinar qué constituye fonética o morfosintácticamente una palabra es un problema abierto”
¡Albricias! ¡Albricias y pan de Madagascar! Detesto “Punto pelota”, pero adoro albricias y pan de Madagascar. Nadie sabe lo que es una palabra. Es un problema abierto, nos dice el diccionario de la lengua. Para la lingüística teórica, la palabra es un misterio indescifrable, ergo, luego, en consecuencia, debido a lo cual, entiendo que: ¡albricias y pan de Madagascar!, para la lingüística práctica, para eso a lo que me encanta llamar “habla” en oposición a eso otro a lo que solemos llamar “lengua” (o lengua teórica según el diccionario de la lengua), la palabra en tanto que elemento de lingüística práctica (o habla) no es ningún misterio ni problema abierto sino algo que no es propio del ámbito de la representación. Somos habla.
Hamlet, hablando, nos decía lacónico de la lengua: “Palabras, palabras, palabras…” mientras Falstaff, lenguaraz, ventilaba y escupía complacido palabras y palabras y más palabras.
Pero en tanto que elemento de lingüística teórica, la palabra significante, representable, delegada en cualquier cosa como una tarjeta plastificada o carné, es algo que tan simple como descarada e indistintamente se puede llevar en el bolsillo o bien mordida entre los dientes. Carlitos, como Falstaff, es mudo, carece de la capacidad de hablar (o mejor dicho, se ha despojado voluntariamente de su capacidad de hablar) pero en su virtud, y por eso, ¡Albricias y pan de Madagascar! Carlitos es en extremo lenguaraz, socialístico que ventila y escupe complacido palabras y palabras y más palabras. Falstaff es Carlitos. Carlitos es Falstaff. Punto pelota.
Fdo: Ángel Coronado