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TRIBUNA / La ganadería intensiva no erradica el hambre

Begoña Izquierdo, licenciada en Ciencias Biológicas, replica en este artículo de opinión a las valoraciones del secretario general de Asaja en Castilla y León que defendió tanto la ganadería extensiva como la intensiva. 

TRIBUNA / Algunos comentarios a la carta del secretario general de Asaja Castilla y León

¡Pretender insultar, sin conseguirlo, llamando perroflautas, fumadores de porros y extremistas de izquierdas, radicales y negacionistas a las personas que defendemos un modelo de ganadería saludable y sostenible como es la ganadería extensiva es un pobre juicio, más bien sesgado y del siglo pasado, risible incluso.

Pero lo que produce sonrojo es el argumento de que la ganadería intensiva contribuye a erradicar el hambre en el mundo.

Quizá al no tener respuesta a los argumentos científicos como la grave contaminación de las aguas con nitratos, la degradación de los suelos por el vertido indiscriminado de purines, la emisión de cantidades ingentes de gases de efecto invernadero y del nocivo amoniaco, los peligros que entrañan para la salud por la producción de resistencias bacterianas a los antibióticos, la relación de las aglomeraciones de animales con las pandemias, el vaciado de los pueblos y la destrucción del tejido social, todos ellos efectos perniciosos consecuencia de las macroexplotaciones ganaderas industriales, se haya visto obligado a recurrir a otros ámbitos, como este del hambre.

Sorprende la noticia de la conversión de las grandes empresas productoras de alimentos industriales en ONGs, aunque no parecen estar funcionando como tales puesto que el hambre en el mundo se incrementa a pesar de la enorme proliferación de macroexplotaciones ganaderas por todo el territorio que, no nos engañemos, persiguen únicamente su enriquecimiento personal y, a juzgar por sus actos, sus objetivos no parecen estar guiados por fuertes ideales éticos.

Pero, además, si en el precio de la carne o de la leche que producen se cargara el valor de los daños ambientales producidos, sus consecuencias para la vida y para las futuras generaciones, si se internalizara el gasto derivado de estos daños, no habría forma de competir en el mercado: serían los productos más caros, sin ninguna duda.

Desgraciadamente, el hambre en el mundo es una horrible lacra que no se debe trivializar de esta manera ni meter en este debate.

Nadie, salvo unos pocos, nadamos en la opulencia. Basta con comer carne dos o tres veces por semana, carne de calidad, leche de calidad, alimentos saludables, de cercanía, de animales criados con esmero y sin crueldad, de una ganadería sostenible y respetuosa con el medio ambiente como es la ganadería extensiva. Si esas premisas son de gente extremista, me declaro extremista, por supuesto.

Fdo: Begoña Izquierdo (Licenciada en Ciencias Biológicas por la Universidad de Salamanca)

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