TRIBUNA / Sin ánimo de lucro
Ángel Coronado reflexiona en este artículo de opinión en el ánimo de lucro, el tercer sector y el sector terciario.
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TRIBUNA / Sin ánimo de lucro
No es una palabra nueva pero sí una nueva combinación de palabras viejas. Se trata del “Tercer Sector”. Su sentido, antes genérico que no impreciso, se deja expresar erróneamente de otras formas diferentes que tan solo así podrían considerarse seudónimos. Se trata de las famosas empresas u organizaciones del “Sector Terciario” auto tituladas “Sin Ánimo de Lucro”, que, como el pícaro del cochinillo que huye con su sabrosa presa sobre los hombros al ser descubierto exclama: “¡Ozú, quita, bicho”, y suelta su prenda en el suelo sacudiéndose la ropa.
“Sin ánimo de lucro” no existe. El lucro, lo que se dice el lucro, mírese como se quiera, empieza por uno mismo, que aún para el más caritativo y solidario de los creyentes tiene su origen, al menos en el noventa y nueve por ciento de los casos por no decir en el ciento uno, en asegurarse una eternidad bienaventurada, y que si eso no es lucro, que venga Dios y nos lo diga. Eso de “sin ánimo de lucro” sonará bien, pero no existe. Sin embargo el Tercer Sector, bien diferente por cierto del Sector Terciario, existe, es, y ahí están ambos, el Sector Terciario y el Tercer Sector como dos expresos alta velocidad y en dirección contraria (pero, por fortuna, en línea de doble vía o en vía de doble línea), aunque haya quienes, queriendo ponerse la medalla de salvar al mundo del fatal encontronazo, utilizan esa cosa inexistente del lucro inexistente, como el pícaro con su cochinillo a cuestas.
Dicho esto, que quede claro, ni el pícaro deja de serlo ni el Tercer Sector es el Sector Terciario, tan claro esto como el que la cara no es la cruz como tampoco la cruz es la cara, pero ni la una ni la otra terminan chocando que, resuelto el lance de la suerte con la moneda por alto, al pícaro le decimos, anda y vete. Y a prisa, no sea que se te haga tarde.
A veces ocurre, pero esto es ya otra cosa, que el pícaro deja de serlo y asoma el ladrón, otra cosa mariposa.
Y entonces salta otro con eso de que vale, pero a ver quién arroja la primera piedra, que hasta el más santo peca siete veces, y no solo eso sino que niega y deja que cante el gallo hasta tres veces a la del alba.
En la escuela. Habla el profesor. Sector primario: labores de extracción. Sector secundario: labores de trasformación de lo extraído. Sector Terciario: labores de servicio, vamos, la carta del restaurante, señor, qué desea, qué le servimos de lo extraído y manipulado, cocido, crudo, frito.
Y con esto hemos llegado al punto crítico de nuestro viaje. Atocha. Chamartín. Barajas, hemos llegado al señor que acude al restaurante. Hemos llegado al niño/a que ya, siendo bebé, va por la mañana temprano a la oficina (ver nota a pie de página).
(1) Nota a pie de página. Cualquier día, pero me refiero al de ayer. Una mamá, apurada con muchísima prisa, empuja el carrito de su bebé mamando chupete, serio, como si nada, como si todo, semi despierto, semi dormido. ¿De quién es la prisa? Me pregunto por no preguntar a la mamá. Y perplejo imagino que me contesta el niño, súbitamente crecido. Y tanto éste como al contrario la madre, y tanto ésta que, pobrecita, mamando chupete y en el carrito.
Sigue la nota a pie de página, pero ya poco. El enorme bebé berrea como podrán imaginar, extraña y estrepitosamente. La diminuta mamá se coloca pudorosamente la ropa. No patalea. Ni patalea ni habla. Mamá mama chupete, mamá mama chupete, repite el bebé de forma extraña y estrepitosa. Derecha la llevan a su oficina.
El enorme bebé, ya libre de su carrito y al curro, extraño y estrepitoso. Es obediente. Le han dicho (digo yo que sus abuelos) que ojo, estamos en el Sector Terciario, sector servicios. Es obediente, pero es extraña y estrepitosamente obediente. Quiere, y desde luego puede, aunque de forma extraña y estrepitosa, dedicarse a labores de extracción. Es extraordinariamente hábil con el móvil. Tiene un amigo que se disfrazó de bisonte y tomó a la fuerza el propio Senado de los EEUU, lo extrajo para sí, por así decirlo. Tiende a juguetear con el clásico Sector Primario, correteando y colonizando nuevos campos de extracción de metales y de tierras raros y raras y haciendo del agua, ¡Dios mío!, antes tan corriente como la del grifo, ahora otra cosa rara. Incluso se atreve a meterle mano al Sector Secundario en labores de manufacturas y manipulaciones. Produce melones de veinte kilos y tubos de Paracetamol de ciento cincuenta mil pastillas. Y juega a luchar entre otros bebés de su pandilla con armas extraordinariamente precisas que dirige justo a la oreja o al diente de su enemigo. La oreja se la come y con el diente chantajea. El pobre Pérez, el ratoncito, tiembla.
Y entre todos quieren llenar a las regiones vacías de una forma extraña, extravagante y estrepitosa. Imagino a una muchedumbre de bebés enormes y embravecidos colonizando, manipulando y prestando múltiples servicios. Hasta dicen que, siendo el mar una región inequívocamente vacía de seres humanos, lo van a llenar de gente, pero no rindiendo los honores debidos al marinero fallecido a bordo, sino a todos por la borda, de golpe, y vivos. Um minuto de silencio. No fundo do mar. Sin ánimo de lucro.
Fdo: Ángel Coronado