TRIBUNA / Menú largo y estrecho, Señorito
Ángel Coronado incide en este artículo de opinión en tres ejemplos que pone a prueba los límites de la estupidez humana, desde las brutalidades de Gaza, en clave internacional, hasta los vertidos al río Val, en el Moncayo, y el Cerro de los Moros, en Soria capital.
La Cámara organiza taller práctico sobre herramientas de Meta Business Suite
Exposición fotográfica "profesional" sobre la Semana Santa soriana
TRIBUNA / Menú largo y estrecho, Señorito
Ante una más de tantas brutalidades en Gaza, según nos informa la prensa (Público), el embajador del Tío Sam ante la ONU comenta que “el problema consiste en no conocer todos los hechos”.
No me choca, porque conociendo alguno más según nos ocurre a nosotros, Robert Wood dejaría de ser tan impresentable como su amo Tío Sam. Solo haría falta que Sam le dijese a Robert estas cuatro palabras: “Oye, Roberto, vete a Gaza y cuéntame todos los hechos”
Pues bien, ante la negación de una farmacia para un pueblo en agonía de nuestra España Vacía, según nos informa la prensa (El Mirón de Soria), dos partidos políticos deciden entre los dos que el problema consiste en no saber muy bien todo lo que pasa
Nada nos choca, porque conociendo algo mejor todo lo que pasa según nos parece a nosotros, ambos partidos dejarían de ser tan impresentables como son. Solo haría falta que uno le dijese al otro o que el otro le dijese al uno: “Oye, tú, vete a la Farmacia de Villar del Río a por un Paracetamol, que me duele la cabeza.”
Bueno, ante un par de vertidos de mierda ensordecedora que llega hasta un embalse convertido en cloaca, según nos sigue informando la prensa (El Mirón de Soria), la versión oficial responde que la EDAR, depuradora responsable de los vertidos de la caca (Ágreda y Ólvega) se ha quedado pequeña.
Tampoco nos choca nada, porque sabiendo más pequeños detalles de todo lo que pasa según nos ocurre a nosotros, la versión oficial no sería tan inconcebiblemente impresentable, señora oficialidad, que todos sabemos que la EDAR no es ni grande ni pequeña sino que no merece la pobre tanta mierda como esos dos vertidos la echan. Vete a Òlvega y a Ágreda. Y de parte nuestra que caguen menos.
Pues bien, de momento nos parece haber encarrilado esas tres cuestiones, tan diferentes ellas, es verdad, pero a la vez tan iguales entre sí. Tan iguales en decirnos, cada una en su estilo, algo acerca de los límites de la estupidez humana. Tan diferentes también como para no poder entender cómo cabe dentro de un solo contenedor un asesinato en masa de población indefensa, de un lado, con la mierda de un par de cloacas o con una simple pastilla de optalidón. No lo podemos entender, somos así, es cierto, tan estúpidamente imbéciles como para no entenderlo.
Bien, pues aún restan algunos ánimos a pesar de tanta estupidez para decir algo del cerro.
Y hete aquí que al caballero de la triste figura vemos alegre y amigo de todos los vientos. Y a cuenta del viento el molino. Sancho amigo, ¿dónde estás?. En Barataria, Señor, echando abajo molinos y levantando en su lugar tantos pisos que ya ni los cuento. De nuevo triste y al trote que te trote, se aleja el caballero. Busca el cerro. En El Toboso hay un cerro y en el cerro Dulcinea, Dulcinea del Toboso.
Solo nos falta Koldo.
Es cierto. Tanto se ha dicho en tan poco tiempo (toda la prensa en general), y tan poco sabemos…, que a su testimonio nos remitimos. ¡Somos todos tan listos, pero a la vez somos tan bobos!
Fdo: Ángel Coronado