TRIBUNA / Del Cerro de los Moros al Cerro del Castillo
Ángel Coronado, con ironia y datos históricos, incide en este artículo de opinión en la restauración del Cerro del Castillo. Y le da al final un consejo al alcalde de Soria.
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TRIBUNA / Del Cerro de los Moros al Cerro del Castillo
Según dicen los expertos, la voz “almena” es de origen árabe. Se cumple con ella la norma general que dicta, para las voces que comienzan en “al”, su origen árabe. Tenemos muchas. Tanto moras como cristianas. Mozárabes y mudéjares. Tanto en los cerros moros como en los cristianos. En Soria los tenemos bien cerca. Del Cerro de los Moros (el de marras), al Cerro de los Cristianos (el del parador y el Castillo), no hay más que un collado que no es el que trepa entre el segundo y otro, el tercero, el del Mirón, collado éste que no es sino el nuestro, al que no me refiero porque sería perder el tiempo. Qué decir, en Soria, del Collado. Y el que no lo entienda que se venga por aquí a pasear una tarde de primavera o de verano. Entre el Cerro de los Moros y el Cerro de los Cristianos trepa otro collado al que tampoco me refiero porque ambos cerros son contiguos y no hay par de cerros que se arrimen, en todo el planeta o en cualquier otra parte, sin su correspondiente collado.
Pero volvamos a esto de las almenas. Decía que tenemos muchas almenas tanto moras como cristianas. Son raras las murallas sin almenas aunque algunas hay. Por ejemplo las de Lugo, romanas y mochas, tan hermosas, sin almenas. Pero no lo crean. Nada tengo en contra de las almenas. En Ávila, tan hermosas, con almenas. Lo malo es cuando pasa el tiempo, vienen las guerras y se instalan el olvido y el abandono, que hacen de las suyas. Y luego viene alguien y se pone a decirle al tiempo y a la guerra y al olvido que no, que eso no puede ser. Y como hay mil maneras de decir que no, que no puede ser, se organizan por esa vía unos líos de cuidado. Horribles. Van desde largas y pesadas teorías de restauración que no se las salta un gitano, hasta la tontuna de los que dicen que no, que esto lo arreglo yo en menos de lo que canta un gallo.
La estética romántica no se andaba con chiquitas. Uno de sus grades santones se llamaba Ruskin, y a Ruskin le gustaban las cosas rotas, heridas, mutiladas. Las ruinas cubiertas de hiedra. A Ruskin le gustaban las ruinas. La estética romántica se refugiaba en la tristeza de los cementerios. Todavía hoy resuena en su risueña o trágica escultura, la clara imagen de sus lamentos. Y el efecto de todo ello, del otro lado, del mundo de los vivos, resultó ser la pasión de reconstruir de nuevo, reconstruir, sí, pero con la mirada puesta en lo viejo. Restaurar, pero no buscando datos sobre el original sino inventando de nuevo éste. En aquéllos tiempos restaurar era inventar. Lo que el viento se llevó se lo llevó el viento, decían. Barra libre para inventar, decían los románticos, y diciendo que restauraban y haciendo como si supieran lo que hacían, hacían lo contrario al original barrido. En su cabeza enfebrecida, el original supuesto.
Tras el rastro quejumbroso de Ruskin apareció un señor llamado Viollet-Le-Duc. Restaurando a su manera, se puso a levantar torres e inventar almenas por todas partes. Como un loco. En Carcassonne (sur Francia) se puso morado. Eran aquéllos tiempos. Bien cerca de aquí, de Soria, tenemos Olite (Navarra). Otro buen ejemplo. El palacio Real de Olite. Dos discípulos de Viollet, tan locos como su maestro, se pusieron a levantar torres y almenas. Decían que restauraban, pero no. Lo que hacían era negar el original. Para mejorarlo, para dejarlo chiquito en suma, lo mejor era negarlo. Y además guardándose las espaldas, por si acaso. Menudos pajaritos. Viollet era tremendo.
Y llegamos por fin a Soria. A nuestro alcalde de hoy le veo un ramalazo romántico también, pero nada violletero, antes, mucho antes, resiliente y sostenible. Al fin y al cabo Viollet sabía lo que se hacía. Era un erudito al que sostenían sus conocimientos y a ellos respondía. De resiliente no tuvo nada ni la Historia lo reconoce. De resiliente dice el diccionario: Saltar hacia atrás, rebotar, replegarse. De sostenible dice: Que se puede sostener. Y de la conjunción de ambos digo: Que se sostiene saltando hacia atrás, rebotando y replegándose. A nuestro alcalde le veo así, saltando hacia atrás en la restauración de las murallas de Soria, rebotando románticamente entre las almenas y replegándose, pero no replegándose prudente, sosegado y a la vista de nuestro siglo (y aquí me remito a una nota a pie de página, la número uno) sino replegándose aún más en sus trece o catorce ideas, sin aparente conexión alguna con Ruskin, tampoco con Viollet-Le-Duc, todo a su particular manera, sin disimulo como quien …, como quien solo piensa del tiempo lo que le marca el reloj, olvidando completamente toda la Historia. En el Cerro del Castillo le temo más que a un nublado. Le tememos mucho muchos. Con el saco de cemento en una mano y unas cuantas almenas en la otra, es capaz de cualquier cosa.
Y para no llegar al fin de página tan atrasado, anoto aquí esta nota, la número uno, a modo de recado para que alguien cercano a Carlos y que merezca su confianza vaya y le diga que se pase por la biblioteca y se lleve de prestado, con el compromiso de vuelta porque si no se lo negarán, el manual del restaurador autosuficiente, que dice nada más empezar que no. Que no donde Ruskin y Viollet-Le-Duc dijeron que sí, terminando por decir que sí donde los otros dijeron que no. Porque corren otros tiempos. Y que le aconsejen. Y que le orienten, y que le riñan un poco sin pasarse, y que a ver qué pasa con los Cerros, caracoles. Caracoles, a ver qué pasa.
Me encanta Olite. A Walt Disney le tienen embalsamado a 75 grados bajo cero. Me encanta Disneylandia, Bambi, el pato Donald y Micky Minie. Pop.
Fdo: Ángel Coronado