La ermita que mira a San Saturio
El Mirón está hermanada con la ermita del patrón de la ciudad
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La ermita del Mirón, que corona un cerro situado enfrente al del Castillo, es un lugar excepcional para iniciar una ruta que nos sumerja en la Soria histórica y literaria.
En este lugar se levantaba una de las 35 parroquias medievales en honor a Santa María del Mirón que, debido a la despoblación del pequeño barrio en el que se ubicaba, perdió su categoría para pasar a ser ermita.
Pero la devoción a la Virgen no se perdió, pues era considerada patrona de la ciudad.
En la plazoleta de la entrada a la ermita, era costumbre reunirse los labradores de la ciudad y de muchos pueblos de los alrededores realizando procesiones de concordia en caso de necesidad de lluvia.
Hoy en día los labradores siguen celebrando el día de San Isidro con subastas de animales.
Construido en el año 1725 en estilo barroco o extremo rococó sobre las ruinas de otra iglesia románico–gótica de la que sólo se mantenía el ábside, la ermita es de planta de cruz latina y, en su interior, se encontrarán con cuatro retablos, dos de ellos en la zona del crucero en los que se reflejan imágenes de la Virgen con el Niño y de San Saturio.
La hermandad de Nuestra Señora del Mirón estaba hermanada con la de San Saturio llegando a salir en procesión de rogativas varias veces en 1630.
Estilo barroco
Cuando se levantó la nueva ermita de San Saturio en 1703 se quiso hacer lo mismo con Nuestra Señora del Mirón. Se echó abajo casi toda la iglesia menos el ábside, que hoy es sacristía, edificándose una nueva, más suntuosa y dentro del estilo típico del siglo XVIII, acabándose en 1745.
Diez años más tarde, para concretar aún más el hermanamiento de ambas ermitas, se construyó sobre una columna la figura de San Saturio. Todo ello se hizo con aportaciones de fieles y de pueblos colindantes según reza en la cúpula.
El paseo del Mirón junto a la ermita concluye en uno de los parajes privilegiados de la ciudad pues este mirador ofrece una de las mejores vistas del río Duero.
Era por este paseo donde el poeta Antonio Machado acompañaba a su esposa Leonor cuando ya estaba muy enferma, pues allí era donde mejor aire puro se respiraba.