TRIBUNA / Ni tan lleno ni tan vacío
Ángel Coronado reflexiona en este artículo de opinión sobre la España vacía y llena y más adjetivos que se la ponen y la necesidad de crear soluciones con los problemas que se dan.
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TRIBUNA / Ni tan lleno ni tan vacío
No se trata de insistir. Según pase lo que pasa insistes más o menos en algo, pero siempre más cuanto menos frecuente, más violenta, notable o antinatural fuese la cosa de la que hablas.
No hacemos más que hablar de la cosa vacía pero nunca lo hacemos de la llena, porque vaciar un vaso lleno de agua para beber y que se quede vacío después, es tan frecuente y natural que lo hacemos y ya está. Sin más. Sin darle mayor importancia.
Pero cuando en lugar de un vaso se trata de España, no hacemos más que insistir en eso, en que la España esa fuese un vaso, en que fuese algo violento y antinatural pero que no fuese lo que parece según el nombre que le damos. Por eso gusta tanto el nombre de la España vacía a la que nosotros preferimos llamar la olvidada, la suspendida en el vacío, la ninguneada, vamos, la puteada lisa y llanamente. La puteada.
Tampoco nos gusta que a la España puteada de otra forma ni siquiera se la llame, ni siquiera tenga nombre. No nos gustaría llamarla España satisfechita, pero dado el caso tal cual se da, no vemos peor nombre que ese teniendo en cuenta que cualquier otro sería peor, parafraseando la famosa definición de otra cosa muy seria como es la Democracia.
¿Qué tal estaría llamarla España desarrollada?
Fatal. No está desarrollada sosteniblemente.
¿Y España del Bienestar?
Peor. Carece de resiliencia, de humanización y nada peatonalizada, con lo cual no hay bienestar posible democráticamente hablando
¿Y climáticamente climatizada?
¡Eso lo peor! Lo del cambio climático… Esa es la gorda. No insista, por favor. La España satisfechita y punto pelota.
De tal manera pudo acabar ese diálogo de besugos, porque lo mejor para conquistar Numancia o asaltar el castillo es cercarlo tranquilamente con varios campamentos instalados alrededor, repletos de soldados armados hasta los dientes pero jugando interminablemente a los dados hasta que los numantinos, hambrientos y sedientos, nos hagan el trabajo ellos, se decían las legiones de Escipión. Sólo entonces dejaremos de jugar a los dados. Esa es la tabarra que queremos dar, y sin ser testigos de Jehová insistiremos en la Biblia, concretamente en algo tan poco violento y antinatural como eso del Hijo Pródigo. En ese cuento se nos da íntegra una clase de sed tan poco violenta y tan natural como para no abrir el pico a cambio hacerlo en lo bueno del hijo, lo bueno del padre y lo bueno de que el hijo abandone al padre y le deje solito mientras el pobrecito se va sin dejarnos noticia ni escribiéndonos cartas ni dejándonos saber a qué se va ni cómo ni porqué ni nada, con lo fácil que es dejar un vaso vacío de agua porque te lo bebes o con lo fácil que resulta dejar la casa de tu padre porque sí, como se ha hecho siempre, quizá no de una forma tan sistemática como ahora, pero es que tampoco, nunca te has pasado todo el rato bebiendo vasos de agua en ella, digo yo.
Por eso digo que algo raro pasa. Como si nadie lo supiese, todo el mundo sabe que el Hijo Pródigo se fue a Las Indias, repletas de indios, a Madrid, repleta de madrileños, a recolectar uvas en la vendimia de Burdeos o de Borgoña (Francia) cuando lo de nuestra posguerra en los años cuarenta del siglo pasado, al seminario lleno de curas de cualquier iglesia, al país de su pareja, de braguetazo sin más, a donde se acaba de ir ese viejecito, sí, viejecito que fuese a su tiempo Hijo, despavorido de olvido y desesperación. Pero sabiendo eso a poco saber que se diga, queremos llenar la España vacía de cerdos, de vacas, de casas, esto es, de ladrillos, de casas, de cemento, de lo que sea, de volquetes de lo que sea, y llenarlo de autopistas hacia donde sea y de trenes de alta velocidad hasta donde sea, pero nunca hacia Madrid desde…, o hacia el sitio satisfechito desde el sitio de olvido y desesperación sino al revés, vamos, esto es, digo yo, creando soluciones con los problemas en lugar de problemas con soluciones, en una palabra, creando sed con el agua en lugar de agua con la sed.
¿Cómo?
Como que hacemos la España vacía de Hijos Pródigos, pobrecitos, llenando la España llena de satisfechitos de no sé qué.
¿Qué?
Que hacemos sed con agua, más claro agua y nos quedamos satisfechitos.
¿Cuándo?
Cuando nos matamos con las espadas en lugar de jugar a los dados, cuando echamos volquetes de cerdas y de vacas donde conviene apagar la sed y regar, cuando Hijo Pródigo pobrecito, no te vayas, no me dejes solito de Hijo en Hijo en lugar de decirle, de uno en uno, Hijo, eres ya mayorcito, que ni eres gorrón ni tampoco Peter Pan, que esta es tu casa pero que ya está bien, y en ese plan.
¿Y acaso pensarás que seguiré preguntando por qué y que por qué y que seguiré, pelota, pidiendo que me digas por qué?. Pues ahora te lo diré yo, coño, hago todo eso porque me da la gana.
¡Ah! Bueno, si es por eso ya sabemos lo que pasa. Lo que pasa es eso.
Fdo: Ángel Coronado