TRIBUNA / Vuelva Ud. mañana
Ángel Coronado incide en este artículo de opinión en la tramitación de la macro-vaquería de Noviercas, al hilo de la denuncia de Greenpeace y Hacendera sobre el "lavado ecológico" que está realizando la empresa.
Un mural con el observatorio como protagonista
Quince grupos de acción local se reúnen en Ágreda
TRIBUNA / Vuelva Ud. mañana
Me uno (cualquier persona sensata lo haría) a lo expuesto por Greenpeace y la plataforma “Hacendera” en su artículo de El Mirón titulado “Denuncian lavado ecológico de macrovaquería”, sobre lo cual, y además, como si de una senda se tratase, me afano en jalonar con algún que otro cartel complementario.
Uno, grande, anclado en poste metálico y cimiento de hormigón armado, aunque tácito a lo largo de todo el texto, podría ser el siguiente. Puedo entender que una empresa sin escrúpulos mienta, engañe, y encima quiera lavar sus engaños con artimañas, que no son sino nuevos engaños y mentiras, cada vez mayores y, a su siniestra manera de proceder y entender, quizá más eficaces. Puedo entender también que oídos desinformados y crédulos en exceso, desgraciadamente, den más o menos crédito a tanto despropósito. Puedo entender también que las mordidas, prevaricaciones y sobornos tengan su lugar en todo este bochornoso asunto. Y por último, puedo entender también en la existencia de quienes confiando en los poderes celestes y en la eficacia de las terrestres oraciones, confíe también en que aquéllos, complacidos con éstas, se saquen de la manga el milagro o la redención que venga y lo arregle todo (confiados en los poderes celestes y también, se me olvidaba, en merecerlos tan solo con oraciones). Puedo entender todo esto y otras mil cosas parecidas o del mismo estilo. Con las citadas entiendo que basta.
Pero lo que no puedo entender de ninguna manera es que teniendo y disfrutando de una cosa de nombre difícil como es la que tenemos y disfrutamos todos los españoles por el solo hecho de serlo, porque teniendo esa cosa tantos y tantos nombres que no sabe uno con cuál quedarse, lo que me cuesta entender es que esa cosa (llamémosla provisionalmente “nuestro derecho”) no venga, coja y agarre al facineroso que miente y engaña, pero no porque crea u opine que lo hace sino que no lo haga con las pruebas, documentos, denuncias, con los papeles, escritos fehacientes, con datos, con fechas, con protocolos, con administraciones, con funcionarios, con secretarías, con sellos y con marchamos, me parece que se dice marchamos, que no lo haga con los impresos rellenos y formalizados, con los protocolos, sobre todo con protocolos, con responsabilidades, con cosas de las que dar cuenta a sus superiores, con la jerarquía necesaria para poder hacerlo y que tiene, con ordenanzas, y todo ese pastel recubierto y al horno de una crema pastelera bien concreta, la de nuestros impuestas, que para todo eso los pagamos, que no lo haga para recubrir bien todo eso y al horno con ello.
Señores: copio:
“19 expedientes sancionadores acumulados hasta 2020 por infracciones ambientales, de bienestar animal e incluso por infracciones a la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición”.
Señores: Tampoco puedo entender que un nombre tan fácil como el de “Administración”, por ejemplo, se me haya podido olvidar, aunque también hay otros igual de fáciles y difíciles de olvidar, como por ejemplo el de “Policía”, o “Juzgado de Guardia” o refranes como ese de que antes se coge al mentiroso que al cojo, o la simple razón que dice oiga, que las cosas grandes no caben en contenedores más pequeños, que mire Ud. lo que pasa en Caparroso, pero todo esto dicho con devoción, esto es, dicho a la policía o escrito en forma de denuncia en cualquier juzgado de Guardia. También en la ventanilla de la Seguridad Alimentaria y Nutrición, quizá el mejor sitio de todos.
Y ahora otra cita, la última (será la penúltima, porque tengo otra), la más importante:
¿queremos, de verdad, lo que todos rechazan?
Con permiso, recomendaría empezar otra vez a leer esto desde el principio. En caso contrario cogería el coche, el tren, incluso el avión rumbo a Pamplona y derecho a la ventanilla para poner una denuncia. Pero de pronto me desarma del todo un profundísimo desasosiego, un vivísimo recuerdo, un artículo famoso, luminoso, certero y viejo de bien cumplidos los cien años. Un reportero. Un nombre: Mariano José de Larra. Llego a la ventanilla. No sé si oigo amabilidad o desprecio, pero esas palabras me suenan cada una como golpes que duelen con ese dolor agudo y conocido por todos desde mucho antes que Mariano José de Larra escribiese su famosísimo artículo, que si no fuese por eso, Mariano José de Larra nunca lo hubiese escrito. M.J.L. lo escribió, lo hizo famoso y estoy seguro, aunque la historia no lo cuente, de su inmediato efecto. No obstante, los ciento y pico años pasados desde entonces no lo han hecho de balde. Convenía recordarlo ahora, cosa que aprovechando este maldito disparate macro-vacuno, que no hay mal que por bien no venga, hacemos: última cita: “Vuelva Ud. mañana.”
El efecto será muchísimo menor ahora, pero con tal que dure hasta que un mínimo de cordura se instale donde se tiene que instalar para que la cascada de pasta europea remedie lo de la despoblación de alguna otra manera que poblando el desierto con un bosque de aerogeneradores, con una costra de paneles solares o, simplemente, cubriéndolo de pura mierda, todo arreglado, y lo que no, en vía cierta de solución.
Fdo: Ángel Coronado