Confitería-pastelería Almarza, dos siglos de servicio

Confitería-pastelería Almarza lleva endulzando la vida de adnamantinos y visitantes desde 1820. Son siete generaciones en un establecimiento comercial que da vida al medio rural, a pocos metros de la puerta de la Villa.

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Fundada en 1820 como confitería, cerería y fábrica de chocolate, es actualmente una confitería-pastelería que quiere mantenerse fiel a la elaboración artesanal del dulce tradicional con materias primas escogida, según ha subrayado su actual propietaria, Celina Almarza Cid, que tiene a gala estar al frente de uno de los establecimientos más antiguos de España, con el que ha cumplido sus particulares 25 años de servicio a los clientes.

"El comercio es de muchas horas de trabajo. Entre semanas, están los clientes de casa, de Almazán. Y luego los fines de semana, como estamos en una villa turística, tenemos clientes de fuera. Es tranquilo y a la vez con mucho trabajo, porque tenemos muchos pedidos de fuera a particulares", ha subrayado.

Almarza ha reconocido que sigue prefiriendo el contacto directo con sus clientes, a través del teléfono, que la frialdad del comercio electrónico. 

"Todo esto -señala una pirámide de cajas de yemas- se me va a Cádiz, a Sanlucar de Barrameda. Tengo en el obrador un montón de paquetes que tengo que empezar a preparar. No vendo a tiendas, son para particulares. Me llaman por teléfono y les atiendo. Porque a mí me va el teléfono y hablar con el cliente", ha explicado.

El obrador es el alma de cualquier pastelería y en la de confitería-pastelería Almarza no hay tiempo para aburrirse. En total son cuatro los trabajadores a los que da empleo Confitería-Pastelería Almarza.

La historia de esta pastelería tiene su punto de partida en el año 1820, cuando se establece en la villa de Almazán Salvador Canuto González de Villaumbrosia y Morales, nacido en Deza y perteneciente a una familia hidalga que, procedente de Cervera del Río Alhama se instaló en este pueblo rayano soriano, donde nacieron dos hijos, Manuel y Salvador, que emigraron a Almazán.

Salvador llegó soltero a Almazán y abrió comercio en la Puerta de la Villa, en el edificio colindante al cubo de la muralla de la Puerta de la Villa, con 20 años recién cumplidos.

Contrajo matrimonio con María Almarza de la Fuente, natural de Almazán, y la tienda de ultramarinos fue transformada por el matrimonio en pastelería, cerería y fábrica de chocolate.

Fruto de este enlace nacieron varios hijos, entre otros Pablo González de Villaumbrosia Almarza, qu contrajo matrimonio con Gabina Romera Medina y, al fallecer prematuramente, su viuda e hijos sostuvieron el negocio.

Gabina contó sobre todo con el apoyo de sus hijos Laura y Bienvenido y es por ello que desde entonces el establecimiento fue conocido como “la Casa de las Gabinas”.

Carmen González Villaumbrosia Terré sucedió a su padre, Bienvenido. La línea sucesoria prosigue con Simón Almarza, pariente de los fundadores, y abuelo de Celina, que aparece como titular de la confitería en 1918. Después pasó el testigo a su hijo Ángel, que inició la actividad el 18 de octubre de 1956, tras el aprendizaje de su padre. Fallecido Ángel, Mª Celina Almarza Cid mantiene hoy la tradición secular desde el 10 de octubre de 1996, orgullosa de pertenecer a una auténtica saga de maestros pasteleros y reposteros que ronda los dos siglos de su existencia.

Yemas, paciencias, pastas del Zarrón, mantecados, roscos o "inciertos", panes de leche, guirlache, magdalenas, pasteleria, costrada, trenzas, pastas de té, o ya  su tiempo, roscones de Reyes, panecillos de San Antón, roscas de San Blas, tortas de Jueves Lardero, virutas de San José, buñuelos y huesos de santo, turrón cádiz, turrón blanco, suizo, yema tostada o de trufa, mazapán... 

Las yemas y paciencias, particularmente, van unidas a Almazán. Y su bien ganada fama no viene de ayer.  

"Hay un libro que menciona que cuando venían los Reyes Católicos, a la reina Isabel le gustaba un postre elaborado con yema", ha recordado.

La filosofía de la confitería-pastelería es apostar por los productos de calidad y ofrecer un servicio que los clientes siempre agradecen, más en zonas como Almazán, donde la despoblación también afecta.

Los hábitos de consumo han cambiado en este siglo XXI e Internet "ha hecho mucho daño" al comercio, aunque Almarza ha asegurado que su establecimiento no se ha visto muy afectado.

"A mi me ha hecho poco daño, pero a los comercios de ropa, zapateria, etc, sí. Yo compro en los comercios de Almazán. Todos vivimos de todos y tenemos que ayudarnos y apoyarnos", ha resaltado.

Celina ha reconocido que el comercio es esclavo y pone como ejemplo que hay que estar, por ejemplo, un domingo, al frente del establecimiento, dando servicio.

Tiendas vivas

La Diputación de Soria ha puesto en marcha una campaña para que los vecinos del medio rural valoren la aportación que realiza el comercio tradicional.