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Senatus inspicere debet

Sábado, 26 Julio 2025 14:52

Juana Largo reivindica en este artículo de opinión el valor de la palabra de los mayores, como en su día tuvieron los ancianos en el Senado.

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O, “El Senado debe inspeccionar”. Ahora, que se habla de la pérdida de la importancia que tuvieron no hace muchos años, con sus investigaciones y, eso, estudios,  los estudiosos y los aplicados, al respecto de los sesgos, ahora, es cuando, sin embargo, frente al retorcimiento ideológico y cultural del lenguaje de los amigos de Feijóo y de él mismo, comportándose como víctimas de la democracia que hemos deseado y que desempeña su función en nuestro país, parece extemporáneo el hablar de lo que queremos hablar. Y es que a esta pequeña democracia a la cual estamos adheridos, a veces da la impresión que quieran tirarla por un puente los insurrectos de esa derecha que lleva ya unos añitos dando la vara por todas las partes que pueden y que, incluso, no duda en acudir a la Unión Europea; ahora es cuando podría decirse que se debería recuperar o recurrir a instancias que, en casi todos los países y en todas las colectividades, parecen necesarias y de buen sentido, aunque ahora los supuestos desarrollos, las hayan hecho quedarse, descabalgadas, como si no significaran nada y estuvieran bien colocadas y bien situadas, estas administraciones,  no desbancadas ni marginadas en Residencias y lugares semejantes.

El Senado juega un papel crucial en los grupos democráticos desde el principio mucho antes del primer milenio, y nos parece que tiene algo que decir. Ya no en las antiguas tribus, sino como un espacio con su campo en el cual tener opiniones y razonamientos, como debería ocurrir con el mundo de los ancianos.

El valor del Senado se manifiesta con su aura y su conducta sobre un territorio que acoge una democracia y que, esta democracia, estuviera para caer. Por extemporáneo que parezca es muy digno de ver el mundo de los viejos y de lo que pueden participar a los demás habitantes de un país. Ante la provocación de algunos grupos oligárquicos, y ante el caos permanente, esta institución de todos aquellos que han llegado a la edad de lo que, vulgarmente llamamos viejos, no deja de sernos útil ante esa realidad o esas manifestaciones tozudas que quieren (como entre Esparta y Atenas) alterar el sistema o lo poco que tengamos de él.

Esto es una idea y se podría pensar que, ante la falta de autoridad y la anemia, los dignos senadores de un lugar pueden echarle una inspección a la sociedad y emitir sus juicios, dado que el anciano o la anciana no es algo que haya que desechar.

De tener algún valor extraordinario, como fue en otros tiempos o momentos, descontando esta especie de “Senado” que tenemos ahora en España, la supervisión y la valía de un Senado auténtico, debería propiciarse…  Ahora los ancianos pueden valorar su entorno y llegar a algunas conclusiones, que pueden ser catastróficas. El panorama del país parece apocalíptico y con zonas de caos. Los juicios de valor de una parte, pero digna, de nuestras comunidades, ha da anteponerse a esa confusión general de las españolas y españoles que han visto su vida tambaleante desde la Guerra y la Postguerra hasta ahora o hasta hace poco.

Es singular que una parte de los mayores, como de los jóvenes no entienden muy bien lo que quiere decir la palabra “Libertad”.  La palabra “libertad” no es un comodín para usar y tirar. Supone todo el revuelo de una historia que hemos tenido desde hace más de dos mil años y en la cual esa palabra ha sido sobada por muchos, pero bien avenida por otros, la cual no debería estar separada de la comprensión de las nuevas personas que han venido a nuestro mundo y se les ha podido presentar adverso mientras a otros les ha venido mejor de lo mejor. Se ha creado una élite que quiere manejar al resto de la población.

Hay un gran número de personas que han visto cómo crecían los lugares urbanos donde viven o han vivido. Hay un gran número de complejos y de crispación que a lo que llegan es a hacer un mundo fatalista que los grandes mercados saben o creen saber controlar. Es triste que algunos jóvenes ahora griten Libertad cuando han tenido libertad de expresión para decir eso y ahora la quieran anular.

El poder de los ancianos es pequeño, ahora bien, si queremos unas comunidades que respeten a estas personas, ha de comprometerse con ellas y tomar su palabra como algo de valor frente al gran mercantilismo imperante y la cosificación, ante los malos rollos de las guerras y sin dejar de contar con otros conflictos.  

Fdo: Juana Largo

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