EL ÚLTIMO DEBATE DEL ESTADO del municipio, si ha servido para algo, es para demostrarnos que seguimos anclados en el siglo XX. Por más que el alcalde asegurase que esta legislatura ha servido para sentar las bases de una ciudad moderna, un repaso somero de los proyectos realizados, en marcha y pendientes, deja a las claras que queda mucho por hacer y, lo que es peor, son precisamente las iniciativas más vitales para transformar verdaderamente la capital, las que necesitan más inversión e impulso. Mientras el Partido Popular llega con su modelo alternativo para Soria -nos bastaría con terminar lo que sigue pendiente desde hace dos décadas-, lo que tenemos es una ciudad que, a pesar de la inversión y las actuaciones realizadas esta legislatura -justo es reconocerlo-, sigue estancada en proyectos esenciales que le limitan sus posibilidades de generar riqueza. Baste recordar que cerraremos una nueva legislatura sin poder vender suelo industrial a precios razonables, que la antigua sede del Banco de España sigue esperando que alguien se digne ocuparla con un uso cultural capaz de atraer visitantes -es de lo que se trata, como lo hizo la exposición de las Edades del Hombre-, o que la estación intermodal ha desaparecido del mapa de las previsiones de las administraciones, por no citar que Soria -sí, Soria- sigue siendo la única capital de España que no tiene conexión con las vías de alta capacidad, ya sea con su capital regional (llámese Valladolid) o la del Estado español (Madrid, para más señas). Soria avanza, cierto, pero lo hace tan despacio que parece que no se mueve.