Cuando hay vida después de la actividad política
EL anuncio del presidente de la Diputación provincial de poner punto y final a su actividad política, iniciada en 1995 en el Ayuntamiento de El Burgo de Osma, ha sorprendido a propios y extraños y ha disparado las especulaciones sobre las razones políticas de fondo, aunque haya repetido hasta la saciedad que eran razones personales las que le impulsaban a dar este paso, después de veinte años dedicados a la vida pública.
La decisión deja a los representantes políticos, de uno u otro color, un ejemplo claro de que hay vida después de la política, una actividad que exige implicación, más trabajo y renuncias, pero en la que también hay que saber dar un paso atrás de forma voluntaria, como demandan los electores, que están cada día más cansados de la patrimonialización de los cargos públicos. La renuncia supone también aumentar el debilitamiento que sufre el Partido Popular, debido a errores propios y a la propia política de recortes del Gobierno de España, mezclada en un explosivo cóctel con casos de corrupción y un nivel de desempleo inasumible que están suponiendo la desafección de su electorado tradicional, hoy por hoy con pocas ganas de movilizarse en las próximas citas electorales, en un panorama electoral marcado en el horizonte por la incertidumbre y que parece llamado a romper con el bipartidismo que ha marcado la vida política durante tres décadas de democracia y la propia hegemonía que ha tenido hasta la fecha el PP en la Diputación. Sin duda un tiempo nuevo que requiere mucho debate interno y más reflexión para aplicar nuevas formas de hacer política.