Cuando el interés son las siglas y no los representados
MADRID HA SIDO TRADICIONALMENTE un centro exportador de parlamentarios
para toda España. Son los cuneros, o paracaidistas, candidatos
forasteros que recalaban -y recalan- en otras regiones distintas a las
de su nacimiento, con las que a menudo no tenían -ni tienen- ningún tipo
de arraigo.
El fenómeno dura ya doscientos años en España y tiene como causa la rentabilización de votos por parte de los partidos políticos o el asegurar el acta parlamentaria a políticos con los que los partidos quieren contar. Todas las corrientes políticas y las diferentes formas de gobierno han cultivado en este tiempo el cunerismo, una práctica que las organizaciones políticas provinciales mayoritarias han conseguido rechazar en estos años de democracia. Por ello extraña más que, en la lucha por el voto en las elecciones municipales, recurran a estas prácticas que la experiencia demuestra da más problemas que soluciones. Debían saber que una cosa son las elecciones generales y otra muy distinta las municipales, donde el arraigo es parte inconfundible del ADN de todos los candidatos. Presentar candidatos sin este requisito y sin que los representados lo pidan, es un grave error que se termina pagando. Lo importante debería ser, para los partidos, trabajar durante todo el año para conseguir candidatos con arraigo, con capacidades y méritos, para llevar adelante un programa -y cumplirlo- o simplemente gestionar las cuentas municipales. Recurrir a paracaidistas para completar candidaturas en municipios refleja su propia incapacidad.
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