Cuando despertó…
Juana Largo reflexiona, en este artículo de opinión y en estos días de Semana Santa, sobre la actualidad del mensaje de Jesús en un mundo marcado siempre por las guerras y los conflictos entre los hombres.
Puntualizaciones al escrito de la Concejalía de Servicios Locales
Poniendo las cosas en su sitio Sra. Concejala
Cuando despertó…
“Cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía allí.” (Augusto Monterroso)
Este es uno de los cuentos más breves que existan, que sepamos. A veces no hacen falta dos mil páginas para instalar un cuento en la vida. Y este cuento es en castellano, una lengua que nos gusta. Esta es la crónica del dinosaurio.
Las personas no cambian, siguen siendo las mismas de hace millones de años, por eso, el hombre que se durmió viendo un dinosaurio, al despertarse, pudo verlo otra vez a su lado, por eso no deja de reproducirse la crueldad. Es como si no hubiera historia y solo una serie de catalogaciones retóricas temporales. Que, porque se invente la Inteligencia Artificial, no quiere nada. Muchos no tenemos ni Inteligencia Artificial ni Inteligencia Natural, pero esto no es lo peor, esto no es lo malo. Porque, se puede echar una ojeada a los medios de masas. Reproducen día a día la crueldad de los hechos de los hombres que se empeñan en destruirse y, lo que es peor, en destruir a los demás. No hay más que echarle una mirada al asunto de las guerras. Porque se utilicen rifles en vez de hachas, no quiere decirse que se dé una evolución, pues el fin es el mismo y el carácter del hombre es el mismo. A lo largo de la historia no han cambiado no solo los motivos freudianos, sino tampoco los motivos espirituales, de estos últimos se puede decir que son como los de hace ochocientos mil años. Aparte de poder verse este fenómeno de la crueldad en el carácter humano, puede verse en los otros instantes en que, por ejemplo, había circos romanos con gladiadores y fieras devoradoras, y hasta se podría decir que muchos gobernantes –y mucho público- aspiran todavía a eso. Lo cual quiere decir que nada ha cambiado.
En el curso de los años, aunque la historia sea una especie de catalogación para no perdernos en los datos del acontecer, han existido, como es natural, vendedores de crecepelo. Los filósofos se han dedicado, más que a estudiar la filosofía, o más que a transformar el mundo, a hacernos soñar con sus chismes especulativos que no les han producido más que bienes materiales y de honor en las cortes y no han hecho otra cosa que jugar con las cosas, pues por eso son cosas, para, con un juego de prestidigitación, entretenernos como bufones a los reyes que somos todos y que, con las gracias del bufón, nos podemos reír un poco, es decir, la filosofía ha sido especulativa y evasora de las dificultades de la realidad, y siempre hemos visto con buenos ojos a aquel filósofo que juega con la realidad de las cosas, de manera cada vez más espectacular, a ver quién hace la mejor carambola.
Pero seguía existiendo una maldad que se acentuaba con las circunstancias que se iban dando. Por ejemplo, en más de cinco millones de muertos en la Gran Guerra (1914-1918), ahora serían diez…, ¡cualquiera sabe cuántos serían ahora, a cuántos nos captarían las bombas…! En vez de unas colectividades humanitarias, ahora son colectividades insolidarias.
Al parecer, ahora que estamos en Semana Santa, se puede decir esto: la figura de Cristo no habría servido para gran cosa. El dinosaurio sigue existiendo. El personal no sabía tomar la novedad que representaba Jesús, ni lo sabe todavía. Se pensaba el personal, como se lo piensa todavía ahora, que con las circunstancias que se van dando, el amor de Cristo seguía siendo prehistórico. Que, si es que todavía hay unas crudelísimas guerras, tanto las visibles como las no invisibles, es evidente que la conducta natural de los hombres es esa, la de las guerras. Y esto es vivir todavía en un mundo antiguo en el cual solo hay prehistoria. En aquellos tiempos en que se cargan a Jesús, como ahora, ver el mensaje de Cristo no es una novedad, es un sinsentido, porque el mundo sigue siendo antiguo. Hay un tema que, muchas veces, en las historias de niños, se plantea, no como una denigración de los niños sino como una cuestión a tener en cuenta. Cuando los niños ven algo de adultos que choca con la supuesta calma que se dé en la realidad, en un momento concreto, y los adultos, los grandes, hagan atrocidad o estupideces, los niños pueden decir que los grandes están defendiendo intereses que solo les importan a ellos y no a los niños, como si el tener intereses fuera de mayores. Cuando los mayores ven los intereses, enseguida, por sus intereses, quieren ser respetados por los testigos de los niños que no comprenden las ridiculeces de los mayores con sus usos.
Cuando el cristianismo suponía ver al Señor como natural y no con intereses, les parecía, a los testigos fariseos y filisteos, una cosa que no comprendían por su novedad y porque ellos siempre vivían en el mundo antiguo, donde el amor era solo eso de meterse en la cama con alguien. Y va el Cristo y nos dice que el amor no es solo eso, que puede trascender eso, que el amor es infinito.
Bueno, que los hombres todavía se emplacen a la manía, a los intereses, de la crueldad, como si fueran algo serios no quiere decir que tenga razón. Quiere decir que, porque sean muy tradicionales las guerras y las atrocidades, no son nada serias. Pues hay en el mundo un fin humanitario y religioso.
Y este es el gran valor del Ungido, he aquí el valor del amor del hombre que supera al hombre, el de Cristo, Supra-histórico… Que pasemos bien estos días de Semana Santa. Tampoco hace falta quedarse estupefactos viendo las imágenes en las procesiones como si padeciéramos de hiperdulía, tampoco hay que ser así. Porque si solo nos quedamos con las imágenes en la memoria, y aunque haya sermones bastante plásticos para llamar también nuestra atención, ¿sigue presente el Verbo del Cristo?...
Fdo: Juana Largo